
Qué hermoso retrato. Me conmueve por la estatura moral de Olga y el modo como tú, su hija, la representa aquí. ¿Hay mayor patrimonio que el legado espiritual que pueda dejar alguien a quienes le siguen, proverbialmente a sus hijos? Tu madre encarna el gesto de quien rompe la cadena de comportamientos que parecen pasar fatalmente de generación en generación, como una especie de maldición familiar. Es un gesto valiente, sacrificial; ella misma rompe el ordo amoris familiar y lo transforma a través de su vida. Hay tantas historias así: el padre que pega y ningunea al hijo, que pegará luego al nieto, etcétera. La madre que abandona o educa con severidad, disminuyendo el papel de la mujer, para que la hija reproduzca esto en la generación siguiente y así…
Es interesante que en el esoterismo de la tradición hebrea (la Cabalá), según la cual, Dios, que no puede ser representado con imágenes, tenga diversos nombres según sus atributos, y uno de ellos sea “Shaddai”. Algunos sabios aducen que este nombre es una contracción de la expresión She Hamar Dai: “El que dijo BASTA”. Según esta idea, Dios no es sólo el Creador, sino el que puede detener la obra de la creación (según el relato bíblico, a los siete días). DETENER algo cuya inercia parece irrefrenable es una proeza y es lo que hizo tu madre, para beneficio tuyo, entre otras personas. No es llamativo que haya dejado, entre sus frases dilectas, éstas que mencionas sobre la generosidad y el amor, pues ella misma lo atestiguó en carne propia: recibió abandono y una educación dura, y de esa materia, como una especie de alquimista, dio amor. ¿No es ésa la mayor alquimia?
Te felicito por este hermoso texto y esa hermosa madre.