
Gracias por su texto, Rosa María.
En esta respuesta me concentraré en la situación que trae a colación con respecto a su amiga. Una posibilidad, efectivamente, es juzgar que su amiga actuó de manera ruin, baja, y esta interpretación puede derivar, o bien en cólera, o bien en tristeza, por poner dos casos típicos. Usted refiere que la situación la entristeció. Desde la perspectiva estoica, la tristeza surge cuando alguien evalúa que algo le hace daño y responde con abatimiento; si la respuesta, en lugar del abatimiento, fuera el impulso de regresar el daño, entonces la emoción no sería tristeza, sino cólera. Pero los dos casos comparten el hecho de evaluar que hay un mal presente, un daño.
El estoico razona distinto. Considera que lo que esa persona haga o diga no puede por principio dañarlo, aunque sí, claro, ser algo desagradable (dispreferido). Pero si usted declara que se siente triste -y está bien que lo haga, que sea veraz en relación a lo que siente-, es porque se siente dañada, porque juzga que la actitud de su amiga es un mal para usted. Em este sentido, no tiene caso decretar que ella es dispreferida, cuando lo que realmente siente es tristeza, es decir, que se le ha inferido un daño.
¿Qué harían el estoico o la estoica en un caso así?
Lo que comentaré a continuación lo verá con mayor detalle la siguiente semana (SEMANA 2), pero es pertinente mencionarlo. Antes de precipitar un juicio sobre el comportamiento de la persona y atribuirle bajeza moral, ¿no sería oportuno tener una conversación y preguntar por qué su amiga le propuso eso? En lugar de desechar rápidamente una amistad que usted ha atesorado, ¿por qué no darle una oportunidad, planteando, con el corazón abierto, cómo se sintió al recibir ese mensaje? Aquí no se trata de hacerla sentir mal a ella, de juzgarla, de decirle “como ella la hizo sentir”, sino de decirle abierta y francamente que usted se sintió triste de recibir una propuesta de ese tipo, etcétera, y que es por eso que quiere saber los motivos de una propuesta así. Tal vez, si, en lugar de precipitar un juicio (y note que es este juicio el que la perturba, como dice Epicteto: no lo que su amiga hizo, sino el modo como usted lo interpretó -como un acto bajo de ella que, además, representa un daño para usted), si, insisto, en lugar de condenar y, por lo tanto, clausurar las cosas, se dispone con curiosidad a indagar por qué, quizá le sorprenda la respuesta.
Cuando usted se pregunta: “¿Cómo era posible que ella me propusiera eso?”, enseguida se responde, concluyendo que lo ha hecho de mala fe. ¿Cómo puede estar totalmente cierta de esto? ¿Por qué mejor no formular la preguntar e investigar, con ella, cómo, por qué, ella le hizo semejante propuesta? Por lo pronto, si sustituye la conclusión amarga que ha dado por cierta (quizá sin evidencia suficiente), por una abierta curiosidad, posiblemente observe que su estado mental cambia y se vuelve menos pesaroso.
En cuanto a la cuestión del propósito, del objetivo en la vida al que hace alusión hacia el comienzo de su texto, en la cuarta semana del curso hay algunas referencias a esto. Pero vamos de a poco.
Le agradezco mucho su confianza. Sigo por aquí en lo que pueda apoyar su práctica. Que esté bien.