
Me da gusto leer este texto lleno de preguntas, curiosidades, memorias. ¿A qué sabe la pluma que ha escrito esas líneas? ¿A qué saben estas líneas coníferas?
Me alegra, sobre todo, que el ejercicio te haya recordado esa posibilidad que mencionas hacia el final, la posibilidad de simplemente detenerse a contemplar (que es la base de la meditación tradicional budista, samatta y vipassana: detenerse y percatarse).
Las azoteas son lugares maravillosos casi siempre y creo que fue una excelente alternativa. Tienen algo como de atalaya, que permite contemplar desde lo alto, y al mismo tiempo, como bien dices, dejar sentir que el cielo es el techo.
A veces es tan poco lo que se necesita para regocijarse… Un árbol, un recuerdo, un tono del cielo, una inclinación de la luz, el trino de un pájaro, el sabor de una piedra.
Que el recordatorio siga vivo y las pequeñas alegrías se manifiesten diariamente.