
Está bien, éste es justo el primer paso: distinguir con claridad qué depende de ti y qué no. Sólo es importante que el aplomo y la serenidad puedan basarse en razonamientos particulares para cada caso, en los que encuentres un fundamento sólido. Por ejemplo, si en el día te vas a encontrar con una persona complicada, que puedas anticipar sus actitudes, acciones, etcétera, y ver cómo has respondido hasta ahora y cómo quisieras responder esta vez, y estudiar con detenimiento por qué vas a responder de este modo ahora. Digo esto porque puede ser importante que, más allá del razonamiento general, anticipes los escenarios con mayor concreción y detalle.
Por otro lado, tampoco se trata de imponerse ser aplomado y sereno; esta disposición puede exigir una cierta voluntad, digamos, pero no debe ser un ejercicio simplemente “voluntarioso”, sino, repito, algo que surja de haber razonado el sentido de estas disposiciones en cada caso.
Si algo de esto que digo no es claro, siéntete libre de escribirme.