
Algo interesante, que surge con mucha claridad de tu texto, es que todas las las perturbaciones se originan en representaciones de eventos o situaciones que no están sucediendo aquí y ahora, sino que, o bien ya han sucedido, o bien podrían suceder. En este sentido, un buen antídoto adicional es detener la representación observando que eso simplemente no está teniendo lugar aquí y ahora, que sólo es una ficción de la mente. En otras palabras, puedes retirarte de la sala de teatro de tu mente al ver que la película que se proyecta no te agrada, y es tan sencillo como eso, como un mero salirte de ahí y verlo en calidad de mera representación mental.
Ahora bien, el pasado y el futuro, si bien comparten el hecho de no ser el presente, es decir, de no ser, acusan diferencias entre sí. El pasado es susceptible de ser resignificado, pero no modificado y, en este sentido, no sólo no es, sino que tampoco es posible, sencillamente ya no existe aquello que la memoria evoca. El futuro, en cambio, es posibilidad abierta. En la medida en que es posibilidad, puedes esperar indistintamente lo peor y lo mejor (lo dispreferido y lo preferido), y en cierto modo aquí es donde se decide el uso que haces de tu albedrío. El miedo supone que uno ESCOGE, quizá no conscientemente, pero sí como acto libre, inclinarse por las posibilidades dispreferidas. ¿Por qué hacerlo? Antiguamente se decía que los dioses favorecen a los valientes y esto tiene cierto sentido, porque la valentía estriba en una cierta confianza, no en que todo va a estar bien, sino en que uno sabrá habérselas con lo que quiera que sea que la vida depare. Es una confianza en sí mismo que trae cierta ventura de suyo (de ahí la idea de que los dioses concedan sus favores). Uno/a puede escoger proyectar el futuro como un sueño, en el sentido bello del término, o como una pesadilla.
Sobre el punto 2, algo que quizá merece la pena agregar es que, si algún hecho del pasado, en el que sientes que has inferido daño, puede ser reparado sin que esto genere más daño, sino una auténtica reparación, ¿por qué no hacerlo? Reparar el daño es un acto noble, capaz de dejar auténticamente atrás las cosas y, como por obra de una especie de alquimia, convertir la cicatriz en algo hermoso.
El punto 3 es muy importante: efectivamente, eres quien eres por todas esas experiencias, ellas te forjaron, te enseñaron, etcétera.
Y en tu caso, querida Mat, el humor es siempre un antídoto y es maravilloso. Ahora haz de esa bola oaxaqueña unas buenas quesadillas e invítame a comer.