
Es interesante ver un fragmento de vida en pocas líneas; sus matices, sus altibajos: el entusiasmo, la cólera, el arrepentimiento, la fe, el bienestar, la prisa, la calma, el cansancio. ¿Qué permanece de todo esto? No sería inexacto decir que nada permanece (que todo eso es impermanente), pues ¿dónde está aquella cólera?, ¿dónde el cansancio del día 5, ya fenecido para siempre?
Y, sin embargo, valdría también decir que hay algo que en cierto modo permanece y que está en tu texto, no totalmente explícito, pero en varios lugares: el Amor. El amor a tu esposa, que te hace pedirle perdón (un acto valiente), el amor a tu mascota que te hace cuidarla, el amor a los amigos, con los que reconstruyes la fe, y también el amor a la sabiduría (eso que se llamó hace unos 2500 años philo-sophía) en el entusiasmo por iniciar un camino, en la reflexión sobre lo que hace bien y lo que daña. ¿No es esto, a fin de cuentas, lo más importante: vivir una buena vida? ¿Y no requiere eso del máximo amor y de una cierta dosis de observación atenta de lo que sucede? Pero si esto es así, incluso en los vaivenes, en las cóleras, en los cansancios y los hastíos, entonces lo tienes todo. ¿Qué faltaría si hay amor y atención?