
Sin duda, estás presente, al menos en esto que escribes. Antes de hacerlo, tenías dudas, inseguridades, me escribiste refiriéndolas, pero te has parado en la tierra, en una postura que parece la de la montaña (Tadasana), y lo has hecho no sólo con los talones, los dedos, las piernas o, en general, el cuerpo, sino también con la palabra. ¿De dónde vienen las palabras? ¿De ese yo que está presente? Pero ¿qué o quién es ese yo y qué es lo que le da la presencia que se requiere para enraizarse en la tierra, en la tierra material y en la tierra de donde brotan las palabras? ¿Es un yo el que está presente o la presencia sobreviene precisamente cuando el yo se retira?
Es muy buena la observación sobre tu perro. Confucio decía algo así como: “Si quieres gobernar a tu nación, comienza por gobernar tu comarca. Si quieres gobernar a tu comarca, comienza por gobernar tu aldea. Si quieres … aldea, comienza por tu clan. Si… clan, comienza por tu familia. Si… familia, comienza por gobernarte a ti mismo“. Así, pues: “Si quieres gobernar a tu perro, comienza por gobernarte a ti misma”. 🙂
Qué bello azar el del día 4. Has sido partícipe de un momento de felicidad y el hecho de que no conozcas a las personas no empaña un ápice la dicha que te produce la felicidad de estas personas. Es un buen ejemplo del potencial del amor que tenemos, más allá de si nos toca o no nos toca algo; más allá de si, para retomar las primeras líneas, nuestro yo tiene algo que ver o no. En budismo esto se llama metta (también aparece en los sutras de Patanjali): amor benevolente, amor incondicionado. ¡Cómo no sentir plenitud!