
Algo que encuentro particularmente interesante es que, si bien insistes una y otra vez en la idea de no ser como tu madre, no queda claro por qué, cuáles son los aspectos de ella que desearías no reproducir. Y el hecho de que no aparezcan, sino que el retrato de tu madre sea, al contrario -al menos así yo lo siento- casi un encomio de ella, de su tesón, de su generosidad ilimitada, de su compasión por tu papá, etcétera, dejan ver, creo, el profundo amor que le guardas. No hay aspereza, no hay reprobación, más bien se deja leer admiración y gratitud, como tú misma señalas hacia el final.
Es una historia preciosa, está muy bien contada, las pinceladas que das permiten ver el cuadro de cómo es tu mamá.
Algo importante a señalar es que, cuando queremos ser lo contrario de nuestros padres, estamos todavía presos bajo su influjo, no menos que si somos lo que ellos quieren que seamos. En este último caso es obvio, y las personas que inconscientemente viven bajo el deseo de sus padres terminan, tarde o temprano, agotadas, deprimidas. Pero el hecho de contrariar este deseo supone, todavía, estar inscritos bajo el deseo de los padres (sea a favor o en contra) y esto es tanto como decir que aquí no aparece todavía el deseo propio, o para decirlo en términos más ilustrativos, todavía vivimos bajo un guión que otros escribieron, no bajo el nuestro. Entiendo que seguramente tienes claro todo esto y que lo que buscas es desmontar los condicionamientos, hacerlos conscientes, pero, como en algunos lugares hablas de trabajar mucho (lo que implica una LUCHA) “para no parecerme a ella”, me parece oportuno señalarlo. Idealmente, uno no debería luchar para parecerse ni para oponerse; quizá el problema consista en luchar en alguna de estas direcciones, incluso en luchar sin más, porque esto es lo que fatiga e impide la libre expresión, la manifestación espontánea, de quién es uno mismo. Pero es cierto que, a veces, eventualmente, es necesario pasar primero por un antagonismo para alcanzar luego la libertad.