
Yo diría que tienes bastante bien identificados los espectros: son los monstruos que te asedian. Si notas, un denominador común que aparece en los distintos textos que has escrito es la cama: la pesadilla con tu padre y el monstruo escaleras abajo inicia en la cama donde duermes; de niña, el monstruo se ocultaba bajo la cama, presto a tironearte del brazo derecho; por otro lado, las relaciones sexuales a menudo tienen lugar en la cama, y el agotamiento, no pocas veces, nos deja postrados también en la cama.
De niña tenías aquel juego con tu hermano, que era un modo de poder confrontar el monstruo que, con toda seguridad, ya estaba instalado en tu inconsciente y no se ha ido de allí desde entonces. Por eso regresa en tus sueños. En este último, tu padre aparece como agresor.
Creo que hay preguntas importantes aquí. Es un tema sumamente delicado, examínalo con cuidado, Laura.
¿Te sucedió algo monstruoso, cuando eras niña, en alguna cama? ¿Algo de orden sexual? ¿Algo relativo a tu cuerpo y tu integridad?
Son preguntas privadas, íntimas, no tienes por qué contestarlas por este medio y creo que no es aconsejable que lo hagas. Si quieres compartirlas conmigo, mejor escríbeme por correo.
Cuando el cuerpo se ha endurecido (Wilhelm Reich le llamaba, como tú, la coraza) y hay nudos crónicos, es porque, de niños, sufrimos algo eventualmente traumático y esa respuesta se “congeló” en nuestro cuerpo. El yoga y la meditación son herramientas invaluables y no dudo de que te puedan proporcionar alivio, pero me parece que harías bien en investigar todo esto que has escrito con tanta lucidez y valentía con una persona competente que te pueda acompañar para llegar al origen de ese asunto y liberarlo. Yo estoy totalmente disponible por correo, pero me refiero a un proceso de mayor aliento.