
En la escritura surgen el sinsentido, la frustración, la oscuridad, la soledad, pero en sueños las emociones son más calmas. Jung hizo alguna observación sobre esto. Podría suceder lo contrario: experimentas la vigilia con calma y cierto gozo, pero tus sueños son de pesadilla. Por aquella antigua ley heraclítea de la eneantidromia, que rige también el Libro de las Mutaciones (I Ching), sueño y vigilia con como Yin y Yang: cuando uno se polariza en una dirección, el otro tiende a la dirección exactamente contraria, hasta que se llega a un punto de máxima polarización y entonces todo se da vuelta: como tú en el pozo.
Claro que es pensable una calma completa en todos los órdenes, pero eso supone trascender toda dualidad. Escribir es un buen medio para internarse en el inconsciente y comenzar a darle voz a esa oscuridad, de manera consciente, atenta, comprehensiva, sin la menor traza de rechazo o represión. Deja que los recuerdos caminen delante de ti, déjalos desfilar libremente sobre tu lienzo. Entonces, de a poco, el ir y venir al pasado ya no será necesario y tu lápiz ya no se arrastrará sin sentido.