
Es una pregunta muy pertinente, Hugo. Confío en que, a lo largo del curso, esto se vaya aclarando por completo para ti, pero, por el momento, vaya esta breve respuesta. Las perturbaciones tienen que ver, para los estoicos, con depositar el VALOR (los bienes y los males) en una esfera que está más allá de nuestro dominio. En este sentido, si considero que mis bienes tienen que ver, pongamos, con cierto tipo de placeres (sensuales o “intelectuales”, como podría ser el placer que pudiera dar la buena reputación), puesto que esto excede mi dominio, es decir, puesto que, por más que haga todo lo que esté en mis manos, mi reputación puede ser manchada por alguien (sea por envidia, confusión, chisme o lo que fuere), entonces, al poner el valor ahí me condeno a sufrir. Lo mismo puede verse con los placeres sensuales. Si deposito un gran valor en cierto tipo de placeres, como, pongamos, los placeres eróticos, esto será fácilmente causa de frustración, en parte porque para obtenerlos preciso de la voluntad de otras personas (lo que no depende de mí), en parte porque, una vez saciados hasta la hartura, encontraré que ahí no había un auténtico bien, algo duradero y fundamental, sino sensaciones pasajeras.
El asunto es más complejo que esto y, de hecho, hay un curso aquí, en esta plataforma, dedicado enteramente al placer y el deseo (EL USO DEL PLACER Y EL DESEO EN ESTOICOS Y EPICÚREOS), pero creo que por el momento puedes tener una idea general de cómo lo piensan los estoicos. En muy breves palabras, el gran problema con el placer es que suscita apego (y es el apego el que hace sufrir) y, por lo tanto, se puede convertir muy fácilmente en dolor. De ahí que ellos no conciban el placer como un sinónimo de la felicidad. Una buena pregunta es, sin embargo, si hay algún tipo de placer que sea, por así decir, inmune a convertirse en su contrario, el dolor. Epicuro, por ejemplo (él no era estoico) considera que sí, y que ésos placeres (contemplativos y morales, fundamentalmente) son la verdadera fuente de la felicidad.