
¿Qué se puede concluir a partir de lo que escribes en el Día 4? Allí describes en detalle un inventario de emociones, disposiciones, estados mentales contradictorios que se debaten entre sí. Podemos, claro, aceptar que los seres humanos somos ambivalente, que amamos y odiamos, pero el efecto de estar oscilando entre polos opuestos es un desgaste fenomenal y cunde, además, la sensación de que no hay nada firme, nada sólido, ningún fundamento, pues lo que en un momento se aparece como verdadero, un instante después es destronado por su antagonista. Es muy duro vivir así.
Investiguemos, entonces. ¿Por qué sucede esto?
Si notas, el hecho de que sientas tanto que eres un rey como un gusano (menos que un gusano) es posible únicamente porque CREES, o más específicamente, asientes, validas, das por buena la creencia de que eres un rey, en un momento, y la creencia de que eres menos que un gusano, un poco antes o un poco después. Pero ¿es verdadera alguna de estas dos creencias? Examinemos otras: que eres sobresaliente y que eres del montón. Puede ser que, en algún aspecto, en alguna ocasión, sobresalgas con respecto a algunas personas y que en otro aspecto y otras circunstancias seas de un cierto “montón”. Las dos son eventualmente verdaderas, pero sólo en aspectos muy específicos. Uno quizá puede ser rey en su propia casa, donde se conduce a sus anchas y sentirse así, y hay algo de cierto en esto, pero no es rey en todo tiempo y todo lugar.
Lo que quiero señalar con estos ejemplos y estas relativizaciones es que esas creencias y los estados mentales que originan sólo tienen capacidad persuasiva sobre ti porque tú las validas. O, como dirían los estoicos, asientes a ellas de manera inmediata. Al validarlo todo, al asentir a todo lo que se te presenta, que la gente es amable y es odiosa, que tú eres lo máximo y lo mínimo, te ves cautivo en una especie de montaña rusa. Cuando relativizas la validez de tus propias creencias, cuando incluso no las das por buenas sino que, en cierto modo, sólo las ves como apariciones que vienen a tentarte con sus promesas, y estás, como se dice en el zen, “un paso atrás” de ellas, todo esto pierde poder sobre ti.¿Es verdad que eres lo máximo? No. ¿Es verdad que eres lo mínimo? No. ¿Es verdad que la gente es odiosa? No, pero sí es verdad que algunas personas pueden alguna vez hacer algunas cosas odiosas. Y lo contrario también. De modo que, una parte importante del problema radica en sustantivar excesivamente las cosas. No es que tú o las personas o el mundo SON ASÍ. A lo más, como decían los escépticos o pirrónicos, simplemente sucede que en un momento, y sólo en un momento, a ti y sólo a ti, te PARECE que algo es de cierto modo.
Tú dirás: ¿cómo pisar firme en esta renuncia al saber? Pues ya ves que el supuesto saber no está siendo particularmente robusto y útil. Si aprendes a moverte en el no-saber, que es quizá la situación más real -pues qué sabemos, qué podemos predecir realmente, quién habría dicho que, pongamos, hoy estaríamos encerrados detrás de cubrebocas, etcétera-, si sabes que no sabes y eso te permite tomar distancia de todas estas representaciones, también de la culpa que puede sobrevenir en un momento de placidez, o de una idea personal del deber ser, si desarrollas el hábito, casi la dieta mental de no comer todo lo que la mente arroja, verás cómo las emociones se apaciguan muy claramente y sobreviene una profunda tranquilidad.
Un modo de hacer esto es, precisamente, escribiendo. Examinando por escrito todas esas creencias contradictorias y desmontándolas una a una, pues precisas recordarte una y otra vez que no todo lo que se te aparece es verdadero, y forjar así un hábito opuesto al que traes hasta ahora, en el que mayormente asientes a todo lo que se te presenta.