
Es un texto sumamente lúcido y hay una introspección profunda en quien esto escribe. Por supuesto que los espectros tienen una cierta realidad, el problema es identificarse con ellos a tal punto que uno olvida el carácter espectral de estas formas, hábitos, automatismos.
Creo comprender la cuestión del deber, el aspecto en que ese modo estructurado de ser puede proporcionar una ayuda invaluable, orden, método, una cierta habilidad para desenvolverse en la vida práctica, y el aspecto en que se vuelve una limitación. Y es que el deber tiene que ver con la deuda: uno debe. ¿Qué espectro está incluso detrás del deber? ¿Hay alguna clase de deuda? ¿Hay que demostrarle algo a alguien? Y por supuesto, un hijo pone o puede poner en juego otra lógica, de un orden muy superior, donde no hay deuda porque no hay transacción y no hay transacción porque en el hallazgo del amor se revela lo gratuito.
Jung observaba que, cuando una tendencia de la vida consciente es muy pronunciada, inconscientemente se desarrolla una tendencia opuesta, de magnitud semejante; le llamó a esto con un nombre heraclíteo: eneantidromia, lit., “correr en contra”. ¿No será que perder el rumbo por un momento es la manifestación de un profundo deseo que quiere liberarse del rigor y las deudas, y entregarse a una especie de espontaneidad libre de rigideces, incluso si el intento es fallido?
Escribir es también un modo de desautomatizar y eventualmente perder el control (de un modo seguro) si uno permite que la pluma se deje ir. Y me parece que aquí lo has hecho maravillosamente bien.