Estimado Gabriel,
Tus palabras son luz que ilumina algo ya develado pero aún ensombrecido, otra luz, pues, que hace ver aún más de lo que ya se ha visto. Pienso en la metáfora del lago: es preciso, si no arrojar a los espectros allí para deshacerse de estos, al menos sí sacarlos y llevarlos hasta la orilla, pero no es suficiente esto, si uno se queda viendo únicamente a su criatura, sino que además hace falta ver su reflejo en el lago; a veces uno ve más cuando otea un reflejo, pues la distancia y la exacta simetría permiten ver lo que la cercanía y el hábito no conceden. Y así me han venido tus comentarios, como el reflejo preciso que me hace, quizá ya no sólo ver a mis espectros, sino además entender un poco más (de ellos, de mí).
Por otra parte, las reflexiones de Pirrón y de Dogen me vienen muy bien para seguir examinando los mecanismos intrínsecos de estas entidades (algo así como los falaces juicios desde los que asientan su trono) a la vez que las alternativas para des-realizarlos, y por supuesto, tu comentario sobre el último espectro también despierta mi atención y provoca que, precisamente, lejos de compadecerme sin más por la criatura, la comprenda pero también le exija su parte de responsabilidad.
En fin, que tus comentarios han ayudado bastante, ¡muchas gracias! Gracias también por tus palabras iniciales, me alegra haber podido realizar el ejercicio de develamiento sin perder en la parte estilística de la escritura.
¡Saludos y abrazo!