
Me es difícil comprender si Séjour eres tú o si estás hablando de otra persona. Pero entiendo, o creo entender, que has asociado la idea de fundar un espacio (de escritura) con la experiencia de esa niña en el patio, con su cultivo de las flores y plantas, y cómo, además de haber sido una fuente de contemplación y alegría, se vuelve también un refugio ante los reveses de la vida.
El punto central, si entiendo bien, es la retirada intempestiva de la Tía Nena, que se había vuelto, al parecer, un soporte para la niña. Pero, por el fuerte efecto que tiene eso, da la impresión de que pasó algo más. Antes de eso, era el patio; después de eso, sigue siendo el patio. Y sin embargo, la niña habitaba con alegría aquel espacio, mientras que la mujer se siente taciturna en tu escritura. ¿Ha sido suficiente ese patio para restañar la herida? ¿Ese ese patio, ese jardín, un soporte que se basta a sí? ¿O hace falta algo más todavía? Y si lo último, ¿qué? ¿Cómo restituir el fundamento que nos sostiene después de un doloroso abandono?
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Esta respuesta fue modificada hace 1 año, 9 meses por
Gabriel Schutz.