
Quizá la constatación de que no tienes mayor idea de tus ancestros puede funcionar como un estímulo para averiguar más o, cuando menos, reconstruir con la imaginación los grandes trozos biográficos que ignoras a partir de la poca información que has escuchado. Yo hice algo así con mi abuelo materno, tiempo atrás. Había tenido relación con él, pero siempre distante, y el día siguiente a su muerte, impulsado por la curiosidad de intentar comprender a ese hombre alemán, severo y amargo, me puse a escribir sobre él. Desde que lo hice, pude comprenderlo de un modo inaudito y mi relación con él cambió para siempre. No sé bien qué sucedió, algo al estilo de lo que pasa con las constelaciones familiares, me refiero al método terapéutico. En fin, que puede ser una buena idea investigar un poco hacia atrás e intentar llenar las lagunas dejándote sentir, como si fueses un medio para que esa memoria ancestral emerja. Puede ser buena idea profundizar en tus abuelos maternos, en tu abuela, de la que no dices aquí gran cosa, pues hay un linaje de mujeres que se transmite a lo largo de las generaciones; también, desde luego, un linaje de hombres, pero tal vez te ayude a comprender mejor a tu madre el poder irte un paso más atrás de ella.
Me parece muy provechoso que puedas admitir que te reconoces en ciertos rasgos de carácter de tu mamá, porque eso te permite verlos con mayor distancia y desmarcarte de ellos. Si la percatación es clara y cabal, entonces comprendes que eso no es tuyo, sino de tu madre, y lo dejas de lado (tiras el espectro al lago). Por otra parte, es interesante que, gracias al afán de control de tu madre, tus hijos se beneficien de no tener una madre controladora. Nuestro papel como padres es intentar, en la medida de nuestras posibilidades, romper con ciertas herencias inconscientes, venidas a veces de muy lejos, otras veces simplemente de nuestros propios padres, porque al hacerlo cumplimos con el profundo mandato humano de intentar dejar las cosas mejores de como las hemos recibido. Y si eso es un sacrificio, lo es fundamentalmente en el sentido originario de la palabra, como sacrum fare, como un volvernos sagrados. Entonces sí, te sacrificas por detener la cadena y así te vuelves sagrada.
Detrás del afán de control siempre hay miedo. Lo contrario del miedo es la fe; no la seguridad aparente, tampoco ese rebeldía que en el fondo, quizá, no daba voz a un deseo genuino, sino a una mera oposición al deseo de otros (tus abuelos). La fe, como una especie de confianza y aceptación de lo que la vida traiga, no necesita controlar nada y por eso es gozosa y serena.
Bravo por la valentía de escribir esto. Que no sea motivo de tristeza, sino de crecimiento.