
Es natural buscar reconocimiento; no lo es cuando esa búsqueda es el motor mismo de lo que hacemos. El contrapunto que estableces es certero: excelencia / reconocimiento. Si la fuente del valor está fundamentalmente del lado del reconocimiento, si incluso la excelencia de una obra tiene por fin primordial ser reconocida, no hay base; si, en cambio, la excelencia en lo que hacemos es una fuente de valor primordial y el reconocimiento, una especie de plus, podemos encontrar satisfacción, reposo, haya o no reconocimiento. La satisfacción, que bien identificas, es distinta en uno y otro caso. La satisfacción basada en el reconocimiento suele ser más eufórica y más pasajera; la satisfacción basada en un autorreconocimiento de haber hecho las cosas con la mayor dedicación, delicadeza, etc., es más sobria, pero notablemente más profunda y duradera. Esto vale lo mismo para un trabajo, una obra artística o para el trato con alguien.
Investiga si hay algo en común entre las personas cuyo reconocimiento te inquieta. ¿Son figuras de autoridad para ti? ¿Se juega un reconocimiento de qué aspecto: tu inteligencia, ciertas virtudes del carácter, tu hombría? Esto puede darte algunas claves.
Las emociones, especialmente cuando son intensas, y tú lo ves con claridad, no son buenas consejeras para tomar decisiones. ¿Cómo lidiar con ellas? Observas con agudeza que, cuando son desagradables, las rechazas, y cuando son agradables, las persigues. En los dos casos, el efecto es adverso. Y esto es así porque las emociones son estados mudables, efímeros, que van vienen, surgen, cesan, cambian. Buscar apoyarse en una emoción es como querer encontrar tierra firme en arenas movedizas: sólo te hundirás.
Cuando llega la emoción, es importante desarrollar un reflejo de ECUANIMIDAD, es decir, darle el espacio para que se manifieste, pero con una disposición de observación, sin rechazarla ni perseguirla. Si lo haces, si le das el espacio y logras mantener una disposición ecuánime (en el zen se habla de “dar un paso atrás”), la emoción por sí sola acabará disolviéndose sin arrastrarte con ella. Esto es todo un entrenamiento. Puedes, en todo caso, intentar reconocer cuáles son las emociones que más te arrebatan y prepararte en la mañana, con un breve ejercicio de anticipación, como hacían los estoicos, de tal modo de estar listo para dar ese paso atrás cuando sobrevengan emociones ante las que eres susceptible. Al hacer esto, cultivas una cierta lucidez que te protege de caer en las ilusiones que tejen los estados pasionales.