
Es sumamente interesante el modo como has estructurado este texto, bellamente escrito. Quizá la pregunta más acuciante es por qué darle el peso del último texto a una experiencia de pasado. ¿Por qué, en lugar de comenzar por ese pasado, que tú has vivido como infierno, y terminar con los pajarillos y el descanso justificado y merecido, ir en la dirección contraria y pasar de un amanecer apacible al recuerdo de una ventana tortuosa? Claro, entiendo que ese orden podría tener que ver con “atravesar la resistencia” en primer lugar y llegar a lo que es más significativo al final. Pero pregúntatelo tú: ¿por qué ordenar de ese modo la secuencia?
La parte de los conejos es deslumbrante y lo anterior, relativo a flores, aves, tinacos está muy bien, pero quisiera concentrarme en el último pasaje, que es el más significativo. ¿Tiene sentido la frase de Sartre? ¿Es así: el infierno son los otros? Personalmente, y sin tener bien el contexto, sino apenas la referencia de ese pasaje, que es muy conocido, me ha parecido siempre de las frases más falsa y desafortunadas, pues elude la cuestión central que tiene que ver con la responsabilidad sobre los propios estados mentales. Infierno, purgatorio, paraíso, no son realmente topografías ni están fuera de uno, sino que designan calidades de estados mentales. Para estar en el infierno no hace falta otro: odiar es el infierno, estar con el cuerpo y la mente tomados por la ira es el infierno, y aunque uno puede odiar algo o a alguien, es UNO QUIEN ODIA, en virtud de una determinada interpretación de los eventos. Esto, pues, depende enteramente de uno mismo. Como bien dice Séneca en varios lugares, pueden golpearme, pero no necesariamente recibo daño. Alguien puede agredirte, insultarte, lo que fuere. ¿Quién se disminuye con eso: tú o la persona que se comporta de ese modo? Por lo tanto, la cuestión del infierno no tiene que ver con los otros como cosas externas, sino con el modo como percibimos a los otros, el modo como interpretamos lo que dicen o hacen. Si eres susceptible a sentirte injusta y dolosamente dañada, vivirás en el infierno. Pero no hay por qué interpretar las cosas así.
Por otro lado, en una disputa, del tipo que fuere, sacará uno provecho si revisa minuciosamente su parte, no la del otro. Está bien entender en qué lugar se ha puesto el otro, pero lo que realmente es provechoso para uno mismo no es responsabilizar de todo a la otra persona, porque eso es sencillamente falso cuando hay pleitos (para que haya guerra hacen falta dos y, antes de retirarte, tú habrás tenido ahí tu parte) y porque, al no observar con detenimiento TU INFIERNO y lo que éste pueda haber proyectado como para co-conducir, co-alimentar el pleito, permaneces sin ver qué es lo que de ti se engancha, qué parte tuya es también violenta, en qué contribuyes al conflicto. Poder ver esto requiere valor, pero la recompensa es dulce, porque es el modo que tenemos de poder crecer y ese crecimiento es el que lleva al auténtico bienestar, que, lo mismo que el infierno, no procede fundamentalmente de los otros, sino de uno mismo.