
Como si el ascenso a la azotea quisiera prolongarse en el vuelo de las aves; como si la visión de ese vasto horizonte ilimitado, por encima de las pequeñas obras humanas (casas, calles, etc.), extendiera también el horizonte existencial, ampliara la escala con la que juzgamos nuestros asuntos y, a la luz de esa “escala cósmica”, como decían los estoicos, nuestras tribulaciones se revelaran nimias. También el hecho de ocuparse de otros seres, de alimentarlos y estar atentos a sus necesidades, empequeñece nuestra autoimportancia y, al hacerlo, nos libera. ¿No es un constatación de la mayor relevancia advertir el bienestar que genera, por sí mismo, ser una fuente de bienestar para otros? Todo en tu texto tiene que ver con una especie de desasimiento del “yo” (ego), sea por disolverse en la inmensidad, sea por estar ocupado en beneficiar a otros. Estos son ejercicios espirituales fundamentales, que reconocen formas muy concretas, tanto en el budismo, como en la filosofía estoica, como, seguramente, en todas las tradiciones primordiales. Es magnífico que lo estés haciendo a diario y que ésta sea tu ventana.