
Ternura. Hojas tiernas, carne tierna. La ternura parece ser una especie de blandura que place. Y es muy exacta la palabra en el contexto de este linaje tan duro, tan cerrado, de personas tan aisladas. La ternura, en cambio, invita a la manducación, al beso, a la caricia, es decir, al contacto. ¿Cómo se vuelve una persona tierna? Tal vez lo primero es que todo ser humano tiene una naturaleza originariamente tierna, amorosa; es la dureza de las experiencias la que lo cierra, pero la ternura sigue allí, debajo del dolor y las costras. No hay un lugar al que llegar, algo que conquistar, sino, al contrario, se trata de un desasimiento, de dejar de identificarse con el dolor y las costras. Y para eso es preciso ser más grandes que el pequeño yo herido. Cuidarlo sin sentir lástima, apapacharlo sin victimizarse. Marco Aurelio dijo en algún lugar algo así como: Que tu venganza sea no ser como ellos. Es decir, suspender el comercio de intereses, tú me dañas, yo te daño, tú me quieres, yo te quiero. Esto no es el Amor. En el Amor no hay interés (inter res, lo que está en medio), no hay transacción ni cálculo. Se trata de estar por encima de eso (a nuestro tiempo, en la medida en que podamos), de abrazar el dolor y elevarse por encima. De lo contrario, se perpetúan los linajes de rencor. Cortar un solo linaje de odio es, en cierto modo, salvar el mundo.