
Un modelo interesante que me recuerda a un estilo de ejercicios espirituales, más o menos presente en distintas tradiciones, y que tiene que ver con considerar cómo habría resuelto una figura modélica cierta situación, cierto problema. ¿Qué habría hecho o dicho Sócrates en tal circunstancia? “Mirar con los ojos el maestro”. No es que tú estés aquí poniendo a tu abuelo en calidad de maestro, pero se percibe algo del estilo.
Lo que, sin embargo, me parece más relevante del texto es uno de los aspectos en los que más te identificas con él: el carácter huraño y reservado, la falta de intimidad. ¿Qué hay detrás de esto y por qué es importante considerarlo? Por supuesto, un exceso de intimidad, intimar, revelarse, exponerse ante quien no corresponde, es lo que podríamos llamar impudicia, porque hay algo sagrado en la intimidad y, por lo tanto, al ser ésta expuesta, sonsacada de su ámbito, es como si se profanara. Lo vemos todos los días, de las formas más variadas e inconcebibles, en las redes sociales. Cosas que, hasta hace no mucho, habrían sido protegidas púdicamente, por ser consideradas íntimas, ahora pasan al dominio de la ostención más vulgar. Lo que se come, lo que se lee, los pies tocándose con los de la pareja con un fondo playero, las plegarias, cualquier cosa es impúdicamente exhibida. Pero si el exceso es problemático, el defecto también puede serlo. La posibilidad de intimar en las circunstancias que corresponde, por los motivos correctos, ante las personas justas, en el momento oportuno, etcétera, etcétera, es fundamental, porque nos hace sentir conectados, en lugar de aislados, y el bienestar fundamental tiene que ver, precisamente con eso: con sentirnos profundamente conectados con todo. Dogen, un maestro zen, habla de la realización espiritual (el Nirvana) como una “intimidad con todas las cosas”. En ese sentido, es importante observar qué sucede con la posibilidad de intimar con otras personas y qué obstruye esta posibilidad. ¿Cuál es el miedo que está detrás de esta parquedad? ¿Puedes reconocerlo? ¿Puedes adivinar su origen?