
Intentaré responder a tus inquietudes, enlazando algunas de las cosas que has escrito.
De un lado, aparece la polaridad entre una soledad deseada y una soledad aterradora; también aparece la polaridad entre un corazón que es arrastrado (o mecido), en todo caso que está a merced del viento, o bien en fluencia (con-fluencia) con el agua. Algo de esto me parece adivinar en la inquietud relativa al momento presente. Morar en el instante es, en sí mismo, un acto, supone actividad en un sentido sutil, pero muy contundente. Un gran maestro del siglo XX, Krishnamurti, solía repetir: “Ver es actuar”. Se refería a ver claro, ver con perfecta lucidez. Eso es, en sí mismo, una actividad de alta calidad mental. Da igual si, desde el punto de vista motriz, corporal, hay actividad o no y cuál sea ésta: la mente está perfectamente enfocada en lo que está sucediendo. Enfocada quiere decir, unificada, sin dispersión, sin distracción. El malestar que refieres, asociado a la divagación, obedece, no a estar desocupado en un sentido exterior, sino a que la mente no está clara, concentrada. Es un estado peculiar que se desarrolla con cierto entrenamiento. El budismo, la meditación, el cultivo de samadhi, apunta a ello.
En la concentración, no hay soledad, porque estmaos integrados con lo que sucede y nada falta (fluimos con, pero esto no es exactamente lo mismo que estar a marced-de). En la no concentración, estamos anhelando algo o con la expectativa de que un mal pueda sobrevenir, es decir, con miedo. Es interesante la observación que haces sobre la naturaleza. Ciertamente, en medio de ella, nos sentimos otra vez integrados, presentes: nada falta, estamos cobijados. Y nos sabemos un granito de arena, pero no separados de la playa vasta: somos el grano, pero también la playa. La ola y el océano. Impermantes, siempre cambiantes, siempre frescos.
Cuando la inmersión en el instante es total, el tiempo queda abolido y, entonces, en otra dualidad que sugieres, el instante coincide con la eternidad. Esto se deja sentir muy claro en algunos haikus (poemas breves de origen japonés, de raíz zen).
Muy buen comienzo, David. Reflexivo, sensible, curioso. Sigo para ti.