Abandonando la ira

[Jorge Meléndez]

Me faltan palabras para describir cómo ha sido esta experiencia. Debido a mi carácter colérico, siempre he tenido una lucha interna cada que siento que perderé el control, la mayoría de las veces consigo recuperar la paz tratando de concientizar las consecuencias que tienen mis acciones cuando me encuentro así de obcecado. Tristemente, este dominio artificial estuvo disponible una vez que acumulé una cantidad considerable de acciones negativas. El paso del tiempo tampoco ayudó, pues las personas responden, equivocadamente, con más temor que respeto, a la violencia. Entonces, mi cabeza asoció que si no podías crear empatía ni entendimiento a través del dialogo y la razón, siempre quedaba la alternativa de la fuerza. Un estado furtivo en el que compré la idea de yo contra el mundo.
Desvincular de mí la ira, ha sido, es y supongo será uno de los retos más grandes de mi vida. Utilizo las herramientas del curso para anticiparme, evaluar y aprender de las situaciones cotidianas. Sin embargo, crecí durante años bajo una doctrina que, hasta hace poco me enteré, era relativamente peripatética. Cada que me sentía sin fuerzas o ganas, el enojo me motivaba como un combustible ardiente que exigía un esfuerzo que iba más allá de la resistencia. Incluso cuando una enfermedad rondaba las cercanías, la simple afirmación de que no me podía enfermar bastaba para que no me sintiera mal después.
Estos días he podido contemplar un mundo distinto, a pesar de que es el mismo de toda la vida. Tampoco puedo decir que nací de nuevo, pero se siente como si fuera capaz de entender mejor al mundo y, por lo tanto, creo que estoy en balance con él y ya no en su contra. Todos los días trabajo en mi diario en la mañana y en la noche, confirmo los aciertos y trato de analizar aquellas actitudes o acciones que no fueron beneficiosas para todos. Soy consciente de que aún me queda mucho camino por recorrer, pero tengo la certeza de que voy por la senda correcta y cuento con los instrumentos necesarios para lidiar con cualquier imprevisto. Sólo me queda decir gracias. En verdad, muchas gracias, Gabriel.

[Gabriel Schutz]

Me alegra mucho leer estas líneas. Efectivamente, hay una relación entre la ira y la autoafirmación, porque, detrás de la ira, hay una fuerza que tiene que ver con poner límites y afirmarse, es solo que la ira lo hace desde un lugar a menudo torpe. Señalo esto únicamente para que este cambio que estás viviendo y que parece ser tan positivo, no te reste el brío o la afirmación que declaras tener ante ciertas adversidades, como el advenimento de una enfermedad o un reto que implica persistencia. No creo que esto te reste nada, pero por las dudas me parece oportuno decirlo. Enhorabuena, Jorge, en verdad me alegra muchísimo leer que el proceso del curso te esté resultando tan provechoso.

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