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  • #14295
    BonifaciaBonifacia
    Participante

    ALBA Y CREPÚSCULO
    Primavera

    “Fulano, primera autoridad civil del municipio Baruta, estado Miranda, hace constar que hoy 28/9/1966 le ha sido presentada una niña hembra por: Carmen Laya, veinte años, soltera, de oficio del hogar, natural de Zaraza, Guárico, domiciliada en Baruta, quien manifestó que la niña que presenta nació en La Maternidad, Parroquia Sán Juán [sic] Caracas, el día 5/5/1966 a las cinco de la mañana, que tiene por nombre “Silvia Josefina” y es su hija. Los testigos presenciales Fulano y Sutano, mayores…, obreros…”.
    Aquí empieza la construcción de la mujer que soy. En la distancia veo a mamá de veinte años con su muchacha a cuestas, su primera hija, va y la presenta…sola, soltera, pero arrejuntada (todavía mamá y papá no se habían casado) pero ya ella estaba atada a Santiago, estaban “atados para siempre”, como el categórico “juntos para siempre” de Benedetti. Seguro, de ahí se va a su hogar, a construir ese mundo, no planeado, tal vez soñado. Así, cada año. 1967: Marisol. 1969: Lisbeth. 1970: Carlos. 1971: el Negro. 1973, La Niña. Cuando nacieron estos últimos, mamá ya era casada y seguía siendo de oficio del hogar… papá taxista. Crecí en un hogar lleno de matices: amor, tristeza, llanto, alegría, celebración, estrechez económica, viajes al campo que nos hicieron ricos en historias, risas, besos, picardías y amores clandestinos… pasiones desbordadas.
    Adolescencia y juventud fueron fabulosas. Desde niña he sido una mujer apasionada. Mi vida está atravesada por el amor… Desde que era una niña me recuerdo enamorada y cada acto de mi vida está vinculado a un amor. A mi abuela materna, Hortensia. Un largo, largo, muy largo período de mi vida a mi tía Fina, fue mi amiga y mi confidente; cuando yo era una niña y ella una mujer joven inmensamente hermosa yo la amaba como una ídola, como una diva. Mi madre fue mi gran amor, lo sigue siendo, ya más sosegado, antes lo sufría… de niña lloraba mucho al pensar que se pudiera morir. Siempre fui afín al sufrimiento de mi madre, a todas sus limitaciones. El amor por mis hermanos me acompaña como la fuerza más grande que pueda tener, a pesar de que estamos muy lejos unos de otros. El amor por mi padre fue distinto, fue una construcción consciente, voluntaria; tuve que verlo en perspectiva para poderlo amar y valorar.
    Otoño
    Primavera larga, después salté a un otoño raro. Creo que entre los treinta y los cuarenta o cincuenta. Fue una etapa de búsqueda incesante hasta encontrar mi sitio. Después que terminé la carrera, empecé a sentir asco cada vez que hacía cualquier estado financiero. Me iba bien, trabajaba por mi cuenta y ganaba buen dinero, pero odiaba el trabajo. Comencé a peregrinar. Me fui a México y cuidé de mi sobrino Alejandro. Trabajé de taxista, Venezuela. Me vine a España. Conocí a Pascual con quien me relacioné afectivamente (a todas estas ya había tenido mil amores con sus respectivos mil desamores). Me fue mal en España, hasta tocar el inframundo. Regresé a Venezuela y conocí el budismo. Fue como volver a nacer.
    Verano
    Lo primero que me pasó, fue matricularme a la maestría en gerencia ambiental. Como cuando Alicia entró en el país de las maravillas, yo entré a un mundo nuevo, mágico, auténtico, mío. Se abrió no un mundo, una galaxia para mí. Me tocó aprender a leer críticamente, a escribir, a conocer otros mundos, a ver de cerca otras formas de vivir, tal vez me reencontré con el mundo de mi infancia y, mientras más caminaba, más grande e inexplorable se volvía… pero al mismo tiempo era cómodo, querible, apasionante… fui recogiendo mi poder, mi fuerza, construyendo mi libertad, mi jardín vital. En medio de este mundo dos amores: Carlos y Pascual. Pascual desde hace diez años tiene Alzheimer y desde hace cinco años he tenido que venirme a vivir definitivamente a España para cuidarlo; me acompaña cada día de mi vida, él no sabe quién soy yo, pero yo sí sé quién es él. Carlos estuvo diez años en mi vida y un día se fue a comprar el pan y se perdió en el camino. Ahora ha regresado como un amigo más.
    Invierno
    En 2016 conocí la literatura como un camino vital, comencé a escribir. Ahora me concibo como una narradora. Como una mujer que a través de la escritura ha liberado su mundo. Como una mujer que narra para liberarse. Como una mujer que quiere ayudar a otras mujeres a liberarse con una narrativa libre y espontánea, a liberarse de sí mismas, de los juicios, de las etiquetas impuestas y autoimpuestas.

    Silencioso cataclismo, nuestro encuentro
    Te invité a mi palacio ávida de besos y de orgasmos y me ahogué en tu sequedad.
    ¡Vaya tsunami!
    En terapia intensiva me exilié.
    Un fantasma en mi exilio me auxilió. Un fantasma disfrazado de letras y colores.
    Salí de la UCI cantando y bailé el vals de los regresos.
    Cuando llegué a palacio, colgué mi abrigo y me quedé descalza…
    Poco a poco, me fui quitando todo hasta quedar desnuda.
    El espejo del fondo me devolvió la imagen de una niña llorosa. Cogí el abrigo y la cubrí.
    Seguí hasta mi habitación; sentada en la orilla de la cama, una joven taciturna se curaba sus heridas y cantaba un jondo lamento. Me acerqué y la ayudé a quitarse las vendas. Limpié con ternura su piel ajada, ella sonrió.
    Salí de la habitación y subí al ala derecha de palacio. Al final de la escalera, una mujer adulta gemía cubriéndose el rostro. La abracé y seguí caminando, necesitaba respirar otro aire y me fui a la terraza.
    Cuando llegué, me encandiló la luz. Una anciana estaba dibujando sobre una mesa repleta de acuarelas y colores. El rostro de la anciana era luz tenue y apacible, la ayudaba una joven radiante; una mujer adulta tocaba el piano y una niña, tumbada en una hamaca, hacia de modelo.

    PD. Querido Gabriel. Gracias por este espacio tan bueno. Me ha costado muchísimo, demasiado tal vez, enfrentarme a mi vida, reducirla a 1000 palabras, pasarle por encima a cada palabra y sentirla, ha sido una experiencia gigante en expansión vital. Lo he logrado y me siento feliz. ¡Gracias!

    #14304
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Querida Bonifacia:

    Es precioso esto que has escrito. El poema final es realmente una joyita.

    Algo que me ha gustado mucho de tu forma de cursar este taller es que, por ejemplo, en lugar de hacer primavera-verano-otoño, tú haces primavera-otoño-verano; no das por hecho el orden, abres el espacio para que de allí, y no de una consigna prestablecida, surja el orden. Eso es fundamental para escribir: dejar que la escritura hable por sí misma. Sólo intenta que esa fuente libérrima no se desborde completamente (más adelante diré algo más sobre esto) y que la rebeldía no te juegue en contra; no ha sido el caso aquí, desde luego.

    Me ha impresionado mucho tu relato de las cuatro estaciones; la intensidad que hay en todo, la multiplicidad de experiencias, de oficios, de escenarios, países y personajes a tu alrededor. Todo es copioso, como si hubiera una especie de fecundidad incesante. Quizá tu desafío es un poco lo contrario de lo habitual. Muchas personas, en su escritura y en su vida, no logran conectar con esa fecundidad, tienen la creatividad sofocada. Tú, al parecer, no tienes ese problema, pero quizá, tanto en tu vida como en tu escritura, te ves orillada a tener que estar podando tanta fronda. Lo has hecho muy bien, si es que yo puedo decir algo así (no debería), y esa pasión, esa femeninda pasión, se siente en todos tus textos. Éste, en particular, es quizá el más logrado, el más equilibrado, el que transmite en pocas líneas, de manera contundente, la totalidad de una vida.

    Te felicito por todo el taller que has hecho y por este texto en particular. Fue un placer poder acompañarte y te agradezco mucho por la generosidad que has tenido conmigo en todo sentido, también fuera de esta plataforma.

    Quisiera pedirte, si no es molestia, que dejes un review, un comentario sobre el curso. En la última lección se dice cómo hacerlo. Es muy sencillo, sólo hay que tener cuidado con las estrellitas azules, porque con sólo pasarles el mouse por encima se modifica su cantidad. Si dejas el review, asegúrate de que la cantidad de estrellitas sea la que quieres, antes de enviarlo.

    Te envío un fuerte abrazo, ¡a seguir escribiendo y explorando!

    #14305
    BonifaciaBonifacia
    Participante

    Wuo, Gabriel. ¡Gracias!
    Una aclaración: lo de primavera-otoño-verano, no es rebeldía por romper el orden, pero siento que así han sido mis etapas vitales, ese período de búsqueda incesante lo veo en la distancia como un otoño (eso por el imaginario que nos han hecho construir). Yo desde que vivo en España que he podido conocer las 4 estaciones en su cabalidad, prefiero el otoño, el invierno (me gusta que los días sean cortos y las noches largas, como las de mis abuelos) y la primavera.
    Me quedé con esta duda: “(más adelante diré algo más sobre esto)” de lo que escribiste en el segundo párrafo.
    Otra duda: ¿Después que escriba mi valoración sobre el curso yo no podré acceder a los foros? Es que todavía no he bajado el material…
    Nos seguiremos viendo porque me matricularé a los otros dos cursos que me quedan, pero lo haré uno a uno.
    Y ahora quiero darte un regalo. El primer poema que leí cuando era una niña/adolescente fue “Vuelta a la patria” de Pérez Bonalde, un poeta venezolano. Cuando lo leí en aquella época tan lejana, nunca me imaginé que tantos años después entendería esa nostalgia del inmigrante (salvando las distancias por sus dolores y los míos) pero en esa época empaticé mucho con su nostalgia…
    VUELTA A LA PATRIA

    I
    ¡Tierra! grita en la proa el navegante
    y confusa y distante,
    una línea indecisa
    entre brumas y ondas se divisa.
    Poco a poco del seno
    destacándose va del horizonte,
    sobre el éter sereno
    la cumbre azul de un monte;
    y así como el bajel se va acercando,
    va extendiéndose el cerro
    y unas formas extrañas va tomando;
    formas que he visto cuando
    soñaba con la dicha en mi destierro.

    Ya la vista columbra
    las riberas bordadas de palmeras,
    y una brisa cargada con la esencia
    de violetas silvestres y azahares,
    en mi memoria alumbra
    el recuerdo feliz de mi inocencia,
    cuando pobre de años y pesares
    y rico de ilusiones y alegría,
    bajo las palmas retozar solía
    oyendo el arrullar de las palomas,
    bebiendo luz y respirando aromas

    Hay algo en esos rayos brilladores
    que juegan por la atmósfera azulada,
    que me hablan de ternuras y de amores
    de una dicha pasada
    y el viento al suspirar entre las cuerdas,
    parece que me dice “¿no te acuerdas?”…

    Ese cielo, ese mar, esos cocales,
    ese monte que dora
    el sol de las regiones tropicales…
    ¡Luz! ¡Luz al fin! –los reconozco ahora:
    son ellos, son los mismos de mi infancia,
    y esas playas que al sol del mediodía
    brillan a la distancia,
    ¡Oh inefable alegría!
    son las riberas de la patria mía!.

    Ya muerde el fondo de la mar hirviente
    del ancla el férreo diente;
    ya se acercan los botes desplegando
    al aire puro y blando
    la enseña tricolor del pueblo mío
    ¡a tierra! ¡a tierra! o la emoción me ahoga,
    o se adueña de mí el desvarío!

    Llevado en alas de mi ardiente anhelo,
    me lanzo presuroso al barquichuelo
    que a las riberas del hogar me invita.
    Todo es grata armonía; los suspiros
    de la onda de zafir que el remo agita;
    de las marinas aves
    los caprichosos giros;
    y las notas suaves, y el timbre lisonjero,
    y la magia que toma
    hasta en labios del tosco marinero
    el dulce son de mi nativo idioma.

    ¡Volad, volad veloces,
    ondas, aves y voces!
    Id a la tierra donde el alma tengo
    y decidle que vengo
    a reposar, cansado caminante,
    del hogar a la sombra un solo instante;
    decidle que en mi anhelo, en mi delirio
    por llegar a la orilla, el pecho siente
    dulcísimo martirio;
    decidle, en fin que mientras estuvo ausente
    ni un día, ni un instante la he olvidado,
    y llevadle este beso que os confío,
    tributo alentado
    que desde el fondo de mi ser le envío.

    ¡Boga, boga, remero; así… llegamos!
    ¡Oh emoción hasta ahora no sentida!
    ¡ya piso el santo suelo en que probamos
    El almíbar primero de la vida!

    Tras ese monte azul cuya alta cumbre
    lanza reto de orgullo
    al zafir de los cielos,
    está el pueblo gentil donde al arrullo
    del maternal amor rasgué los velos
    que me ocultaban la primera lumbre.

    ¡En marcha, en marcha, postillón, agita
    el látigo inclemente!
    y a más andar, el carro diligente
    por la orilla del mar se precipita.

    No hay peña ni ensenada que en mi mente
    no venga a despertar una memoria,
    ni hay ola que en la arena humedecida
    no escriba con espuma alguna historia
    de los alegres tiempos de mi vida,
    Todo me habla de sueños y cantares,
    de paz, de amor y de tranquilos bienes,
    y el aura fugitiva de los mares
    que viene, leda, a acariciar mis sienes,
    me susurra al oído
    con misterioso acento: “Bienvenido”.

    Allá van los humildes pescadores
    las redes a tender sobre la arena;
    dichosos que no sienten los dolores
    ni la punzante pena
    de los que lejos de la patria lloran;
    infelices que ignoran
    la insondable alegría
    de los que tristes del hogar se fueron
    y luego ansiosos, al hogar volvieron.

    Son los mismos que un día,
    siendo niño admiraba yo en la playa,
    pensando, en mi inocencia
    que era la humana ciencia,
    la ciencia de pescar con la atarraya.

    Bien os recuerdo, humildes pescadores,
    aunque no a mí vosotros, que en la ausencia
    los años me han cambiado y los dolores.

    Ya ocultándose va tras un recodo
    que hace el camino, el mar, hasta que todo
    al fin desaparece.
    Ya no hay más que montañas y horizontes,
    y el pecho se estremece
    al respirar cargado de recuerdos,
    el aire puro de los patrios montes.

    De los frescos y límpidos raudales
    el murmullo apacible;
    de mis canoras aves tropicales
    el melodioso trino que resbala
    por las ondas del éter invisible;
    los perfumados hálitos que exhala
    el cáliz áureo y blando
    de las humildes flores del barranco;
    todo a soñar convida,
    y con suave empeño
    se apodera del alma enternecida
    la indefinible vaguedad de un sueño.

    Y rueda el coche, y detrás de él las horas
    deslízanse ligeras
    sin yo sentir, que el pensamiento mío
    viaja por el país de las quimeras
    y sólo hallan mis ojos sin mirada
    los incoloros senos del vacío…

    De pronto, al descender de una hondonada,
    “¡Caracas, allí está!” dice el auriga,
    y súbito el espíritu despierta
    ante la dicha cierta
    de ver la tierra amiga.

    Caracas, allí está; sus techos rojos,
    su blanca torre, sus azules lomas
    y sus bandas de tímidas palomas
    hacen nublar de lágrimas mis ojos.

    Caracas, allí está; vedla tendida
    a las faldas del Ávila empinado,
    odalisca rendida
    a los pies del sultán enamorado.

    Hay fiesta en el espacio y la campiña,
    fiesta de paz y amores:
    acarician los vientos la montaña;
    del bosque los alados trovadores
    su dulce canturía
    dejan oír en la alameda umbría;
    los menudos insectos en las flores
    a los dorados pistilos se abrazan;
    besa el aura amorosa al manso Guaire,
    y con los rayos de la luz se enlazan
    los impalpables átomos del aire.
    ¡Apura, apura, postillón, Agita
    el látigo inclemente!
    ¡Al hogar, al hogar, que ya palpita
    por él mi corazón… ¡mas, no –detente!
    ¡Oh infinita aflicción! ¡Oh desdichado
    de mí, que en mi soñar hube olvidado
    que ya no tengo hogar!… Para, cochero,
    tomemos cada cual nuestro camino;
    tú, al techo lisonjero
    donde te aguarda la madre, el ser divino
    que es de la vida centro y alegría,
    y yo … yo al cementerio
    donde tengo la mía.

    ¡Oh insondable misterio
    que trueca el gozo en lágrimas ardientes!
    ¿En dónde está, Señor, esa tu santa
    infinita bondad, que así consientes
    junto a tanto placer, tristeza tanta?

    ————————

    II

    Madre, aquí estoy; de mi destierro vengo
    a darte con el alma el mudo abrazo
    que no te pude dar en tu agonía;
    a desahogar en tu glacial regazo
    la pena aguda que en el pecho tengo
    y a darte cuenta de la ausencia mía.

    Madre, aquí estoy; en alas del destino
    me alejé de tu lado una mañana
    en pos de la fortuna
    que para ti soñé desde la cuna;
    mas, ¡oh suerte inhumana!
    Hoy vuelvo, fatigado peregrino,
    y sólo traigo que ofrecerte pueda
    esta flor amarilla del camino
    y este resto de llanto que me queda.

    Bien recuerdo aquel día,
    que el tiempo en mi memoria no ha borrado;
    era de Marzo una mañana fría
    y cerraba los cielos el nublado.
    Tú en el lecho aún estabas,
    triste y enferma y sumergida en duelo,
    que con alma de madre contemplabas
    el hondo desconsuelo
    de verme separar de tu regazo.
    Llegó la hora despiadada y fiera,
    y con el pecho herido
    por dolor hasta entonces no sentido,
    fui a darte, madre, mi postrer abrazo
    y a recibir tu bendición postrera.

    ¡Quién entonces pensara
    que aquella voz angelical en mi oído
    nunca más resonara!
    Tú, dulce madre, tú, cuando infelice,
    dijiste al estrecharme contra el pecho:
    “Tengo un presentimiento que me dice
    que no he de verte más bajo este techo”.

    Con supremo esfuerzo desliguéme
    de los amantes lazos
    que me formaban en redor tus brazos,
    y fuera me lancé como quien teme
    morir de sentimiento…
    ¡Oh terrible momento!
    Yo fuerte me juzgaba,
    mas, cuando fuera me encontré y aislado,
    el vértigo sentí de pajarillo
    que en la jaula criado,
    se ve de pronto en la extensión perdido
    de las etéreas salas,
    sin saber dónde encontrará otro nido
    ni a dónde, torpes, dirigir sus alas.

    Desató el sollozar el nudo estrecho
    que ahogaba el corazón en su quebranto,
    y se deshizo en llanto
    la tempestad que me agitaba el pecho.
    Después, la nave me llevó a los mares,
    y llegamos al fin, un triste día
    a una tierra muy lejos de la mía,
    donde en vez de perfumes y cantares,
    en vez de cielo azul y verdes palmas,
    hallé nieblas y ábregos, y un frío
    que helaba los espacios y las almas.

    Mucho, madre, sufrí con pecho fuerte,
    mas suavizaba el sufrimiento impío
    la esperanza de verte
    un tiempo no lejano al lado mío.
    ¡Ay del mortal que ciego
    confía su ventura a la esperanza!…
    La ley universal cumplióse luego,
    y vi en el alma presta,
    la mía disiparse
    cual mira en lontananza
    torcer el rumbo en dirección opuesta
    el náufrago al bajel que vio acercarse.

    Bien recuerdo aquel día
    que el tiempo en mi memoria no ha borrado
    era de Marzo otra mañana fría
    y los cielos cerraban otro nublado.

    Triste, enfermo y sin calma,
    en ti pensaba yo cuando me dieron
    la noticia fatal que hirió mi alma,
    lo que sentí decirlo no sabría…
    sólo sé que mis lágrimas corrieron
    como corren ahora, madre mía.

    Después al mundo me lancé, agitado,
    y atravesé océanos y torrentes,
    y recorrí cien pueblos diferentes;
    tenue vapor del huracán llevado,
    alga sin rumbo que la mar flagela,
    viento que pasa, pájaro que vuela.

    Mucho, madre. He adquirido
    mucha experiencia y muchos desengaños,
    y también he perdido
    toda la fe de mis primeros años.

    ¡Feliz quien como tú ya en esta vida
    no tiene que luchar contra la suerte
    y puede reposar en la seguida,
    inalterable calma de la muerte;
    sin ver ni padecer el mal eterno
    que nos hiere doquier con saña cruda,
    ni llevar en el pecho el frío interno
    de la indomable duda!.

    ¡Feliz quien como tú, con altiveza
    reclinó para siempre la cabeza
    sobre los lauros del deber cumplido,
    cual la reclina, por la muerte herido,
    tras el combate rudo
    risueño, el gladiador sobre su escudo!.

    Esa, madre, es tu gloria
    y la alta recompensa de tu historia,
    que el premio solo del deber sagrado
    que impone el cristianismo
    está en el hecho mismo
    de haberlo practicado.

    Madre, voy a partir: mas parto en calma
    y sin decirte adiós, que eternamente
    me habrás de acompañar en esta vida;
    tú has muerto para el mundo indiferente,
    mas nunca morirás, madre del alma,
    para el hijo infeliz que no te olvida.

    Y fuera el paso muevo,
    y desde su alto y celestial palacio,
    su brillo siempre nuevo
    derrama el sol cerúleo espacio…

    Ya lejos de los tumultos me encuentro,
    ya me retiro solitario y triste;
    mas ¡ay! ¿a dónde voy? si ya no existe
    de hogar y madre el venturoso centro? …
    ¿a dónde —¡a la corriente de la vida,
    a luchar con las ondas brazo a brazo,
    hasta caer en su mortal regazo
    con alma en paz y con la frente erguida!

    Gabriel, gracias por tus aportes generosos y empáticos.
    Nos vemos para “dominar” la ira… y luego el placer 😊

    #14306
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    ¡Muchísimas gracias por el poema! Lo leeré con calma. Años atrás estuve en Colombia, en un encuentro de escritores, y participó un poeta venezolano brillante; era el más veterano de todos los que estábamos ahí, se llamaba Juan Calzadilla. Tengo un libro de él titulado Bicéfalo. Tremendo poeta.

    En relación a tus dudas. Por supuesto que el acceso sigue abierto y no se clausura cuando escribas el review, para nada.

    Y lo que decía que iba a desarrollar más adelante se refiere a eso que mencioné luego como tener que podar o cuidar que la fecundidad no te desborde (me refiero aquí, específicamente, claro, a la escritura).

    Qué lindo que sigamos en contacto. Va un fuerte abrazo.

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