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  • #15754
    Gustavo HernándezGustavo Hernández
    Participante

    Para el espectro de la convención:

    Recuerdo que tu opresión comenzaba apenas despertaba y terminaba cuando ya cerraba el negocio, agotado, molesto incluso, porque me hacías creer que tenía que dar más, que no era suficiente, que estaba siendo perezoso. No te importaba si estaba durmiendo bien o no, si disfrutaba lo que hacía o no, sino que había que mantenerte contento cumpliendo un rol social. Pero yo sabía que estaba hecho para algo más y eso a ti te disgustaba, puesto que yo no era para ti más que un papel platónico: cumplir con abnegación y a ciegas con lo que me tocó, solo limitado a mi función en la ciudad; sin embargo yo sabía que estaba destinado para algo más grande. La ciudad no es más que una pequeña porción de tierra; la tierra un punto; el Cosmos enorme.
    Me deshice de tu prejuicio, esa cadena que me ataba a ti, una cadena siempre tensa pero que cuyo vigor no nacía de ti sino de la fuerza que yo le infundada por mi opinión.
    Hoy te recuerdo con gratitud. No me siento orgulloso de que hayas estado en mi vida, pero entiendo que yo no te elegí, al menos no racionalmente, sino que naciste de la crianza familiar y de la programación social. Ahora sigo cumpliendo mi papel, pero primero como hombre, luego como ciudadano. A veces soy torpe cumpliendo lo segundo, mas te garantizo que me esfuerzo por lo primero, porque ¿de qué sirve cualquier cargo si no se es primero una buena persona? Por cumplir un papel muchas veces olvidamos ser humanos, siendo que esto se nos concedió por naturaleza, lo otro por convención.
    A veces tu sombra me sigue. Al ser una versión debilitada de ti, su poder es atemperado. Las tornas han cambiado: el cobarde ya no soy yo. Pasaron muchos años para que llegar este momento. Estoy contento porque fue alrededor de mis 30 y no en la vejez.

    No me gustaba la idea de tener que ser un hombre de familia, ni tener que mantener una serie de normas que no me decían nada —y aun ahora no me dicen nada—. Creo que me he pasado la vida arrojando espectros al lago, y el precio de hacer esto es la marginación social. El primer espectro que arrojé en la adolescencia fue la religión. ¿Cómo lo vio mi familia? Mal. Rechace el espectro del núcleo familiar: mal. Rechacé ceñirme a las normas del trabajo: mal. Tal parece que para no ser señalado, caricaturizado, denostado o descalificado, hay que quedarse con sus espectros, viviendo a su sombra, siendo complacientes y condescendientes con la sociedad, siendo simulacros que siguen el guión de la simulación.

    ¿Qué puedo escribir para el espectro de hoy? No se me ocurre nada más. Tendría que ser algo que tenga que ver con el automatismo. Si se me dificulta verlo, ¿implica esto un egoísmo mío, o bien una incapacidad para mirar hacia mi interior, o es que estoy demasiado gobernado por ellos que se dificulta extraerlos para arrojarlos al lago? Me gusta pensar que, más que no lograr sustraerlos, los he ido sacando paulatinamente a lo largo de mi vida. Desde luego, siento que peco de engreído; siento que al interpretarme como alguien ya logrado —o al menos como alguien que ya ha hecho algún progreso—, o estoy siendo arrogante, o no quiero mirar hacia el abismo.

    #15755
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Es indudable que la presión social está llena de espectros que nos meten en las venas desde la cuna y es igualmente indudable que desasirse de toda esa hojarasca es un paso decisivo hacia la libertad. En este sentido, el hecho de que hayas logrado, conscientemente, quitarte de encima los espectros de la productividad, de la religión, etc., y hayas podido enfrentar las consecuencias es un mérito significativo.

    Sólo quisiera señalar que no hay real disociación entre ser un buen hombre y un buen ciudadano, si entendemos la condición de ciudadanía en un sentido amplio y profundo, que no se restringe a las normas, sino que ve la comunidad como el espacio natural para el despliegue de las virtudes. No son cosas separadas y la no-separación es clave para desasirse del espectro raíz, que es la ilusión de un yo separado de lo otro.

    Es importante que al final hayas indicado el riesgo de ese espectro altivo. Mientras leía, pensaba que el espectro que se dejaba ver en tu escritura era precisamente el del orgullo, y no está mal si esto te alienta y estás consciente de ello.

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