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  • #11815
    azul7verde
    Participante

    El temazcal

    Personajes:
    Alexis
    Beto
    Celeste
    Diego
    Eréndira

    Eréndira

    Fue mi primera y última vez en un temazcal.
    Esa noche era casi el fin de un viaje: una semana de ruta, de comida pesada, de frío inesperado… estaba exhausta. Celeste quiso regalar una visita a un temazcal a Beto. Diego y yo sólo los acompañaríamos y los esperaríamos afuera. A nosotros no nos gusta; nos sofocamos.
    Llegamos a una casita en medio del Tepozteco. Nos recibió Alexis, con su pareja y su hijo.
    Le dijimos que ni Diego ni yo entraríamos, pero Alexis nos invitó a pasar, a sentarnos en la sala, a escuchar la explicación del temazcal, a participar en los ejercicios de preparación,
    siempre insistiendo en que entráramos. Y nosotros continuábamos negando.
    Repentinamente Diego cambió de opinión.
    Pero yo no. Nunca. No.
    Cuando todos se fueron a cambiar, Diego me pidió que entrara también, para que no me quedara fuera de la experiencia.
    Pensé que nada grave pasaría, me dije que podría salir en cualquier momento.

    Entramos. La atmósfera tibia me gustó hasta que Alexis arrojó más agua hirviendo. No podía soportarlo. Me dio una bandeja con agua tibia para mojarme la cara. Vi que Beto disfrutaba el calor, que a Diego no parecía molestarle y que Celeste sufría tanto como yo, pero no salía. Tampoco quise salir, porque estaba al otro extremo de la puerta, porque no quería levantarme, quería quedarme lo más pegada al suelo, cerrar los ojos y que todo terminara lo antes posible.

    Días después me sentí enferma, como con gripa. Fui al médico; luego, al hospital. Me internaron. Análisis. Cirugías. Medicamentos, reposo, dieta. Seguí el tratamiento al pie de la letra. Me sentí mal con Celeste y Beto. Pensaba que debían pensar que fue su culpa, así que sólo les decía las noticias buenas: que iba bien, que ya no sentía la molestia de no caminar, que no tenía antojo de comida, sólo que tenía frío, porque, pues, el frío es fácil de resolver.
    Pensaba, a veces, en el temazcal, en que volvería a ese momento para no cambiar mi respuesta y nunca entrar. Pero me dije que dejara de pensar en ello si quería salir adelante.

    Diego

    Unos días después del temazcal le dije a mi familia que había sido una gran experiencia, y que si acaso quisieran probar les daría el contacto de Alexis porque no había nadie mejor para realizar la ceremonia.

    Aquella noche, pensé que Alexis sabía muchísimo de todos los temas: medicina, nutrición, los astros, Tepoztlán, filosofía, religión. Poco a poco me fue convenciendo de que era una persona competente, que sería seguro. Le dije a Eréndira que no se quedara fuera, que sería una experiencia interesante.

    Dentro, la estructura era fantástica, hecha por Alexis. Vi a Beto disfrutar del vapor y que Eréndira y Celeste la pasaban mal, pero no salían. Sí era muy fuerte el calor, pero sólo era calor.

    Al salir, Alexis nos ofreció fruta, té. Me sentí como después de un maratón, recuperando energías. Seguimos discutiendo hasta que me recordaron que era tardísimo. Regresamos a nuestro alojamiento. Tuvimos, todos, un sueño pesado y profundo.

    Semanas después, las visitas al hospital, dos intervenciones, decenas de análisis, tratamos de reparar el pasado.
    Me sentí mal con Eréndira porque fui yo quien le pedí que entrara, sin pensar que sería demasiado fuerte para ella.
    Me sentí mal con Celeste y Beto. No quería que se sintieran culpables, así que les decía que no estaba cansado por pasar noches en el hospital; que Eréndira no tenía hambre, que se cuidaba, que sólo tenía fatiga y frío.

    Celeste

    Los momentos cuando mi instinto me sacudió:
    1. Alexis dejó de hablar del pasado prehispánico del temazcal y empezó a hablar de esoterismo barato. Pensé que no podía tener credibilidad.
    2. Cada vez que Alexis insistía a Diego y Eréndira de entrar al temazcal, a pesar de que dejaban claro que no lo harían. Quise decirle que ya dejara de insistir.
    3. Cuando Diego aceptó. No comprendí por qué se dejaba impresionar por palabras fáciles y vacías. Luego me dije que, al ser una persona deportiva, sabría reconocer las señales de su cuerpo.
    4. Cuando regresé de los vestidores, vi que Alexis había llevado ropa extra y Eréndira me dijo que Diego le había pedido que entrara con nosotros. Me tranquilicé diciéndome que si era demasiado fuerte, podría salirse, podríamos salirnos.
    5. Dentro. El calor era demasiado fuerte, pensé que debí insistir en que Eréndira saliera, pero vi que no pedía salir.

    Sentí culpa. Fue mi idea. Ignoré los gritos de advertencia. Pude haber cambiado el resultado.
    Vi la culpa en todos. En todas direcciones. Y nadie decía nada; todos ayudaban a su forma. Vi el regalo de Beto cubierto de remordimiento. Vi que Eréndira y Diego me ocultaron cosas, les seguí el juego y me alegré, verdaderamente, cuando me contaban el lado positivo del tratamiento, de las mejorías.

    Beto

    1. Era el único que ya había hecho un temazcal y que disfruta de los vapores/saunas.
    2. Quería repetir la experiencia y profundizar en el tema.
    3. El temazcal, en medio del tepozteco, me hizo sentir fuera del caos del mundo.
    4. Alexis nos dijo que el temazcal es un ritual de renacimiento, de dejar los lastres atrás y de construir la mejor versión de nosotros. Los ejercicios me sirvieron para hacer catarsis, recordar dolores de mi pasado, detectar qué me falta para sentirme mejor en mi día a día.
    5. Cuando Diego quiso entrar, pensé que sería interesante para él, como atleta, para reconocer las reacciones del cuerpo cuando sale de su zona de confort.
    6. Eréndira habría sido más fiel a ella misma si hubiera mantenido su negativa a entrar al temazcal.
    7. Dentro, me sentí fantástico, pero frenado para pedir más calor porque los demás no lo soportaban tan bien como yo. A pesar de ello, decidieron no salir.
    8. Mientras Eréndira estuvo en el hospital y bajo tratamiento, me di cuenta de que ella y Diego habían ocultado detalles de lo que decían los doctores, de lo que estaban viviendo, como si sintieran culpa o pena admitir ciertas verdades.
    9. Vi la tristeza de Celeste por no poder ayudar y por sentirse privada de la verdad.
    10. Cuando pienso en el temazcal siento remordimiento porque fui yo quien quiso ir.

    #11816
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Leí el texto con mucho interés. Hay como un velo, una textura opaca, empezando por el hecho de que la relación entre el temazcal y la internación hospitalaria no es clara; no es totalmente claro que haya un nexo causal, ni es claro el diagnóstico, ni mucho menos la cirugía. Desde una perspectiva más “temazcalera”, que sólo, quizá, Alexis podría defender (convenciendo acaso a Diego y a Beto), el misterioso vínculo entre el temazcal y el malestar que derivó en cirugía, podría explicarse de manera menos sombría: gracias al temazcal, algo que estaba fuertemente alojado en el cuerpo (que es, a fin de cuentas, el inconsciente) se movió y pugnó por manifestarse; de otro modo, quién sabe qué consecuencias habría tenido cargar con eso. Claro que esto puede ser, perfectamente, una interpretación “foreverista” y barata (tipo Alexis, diría Celeste).

    Bueno, pero más allá de lo anterior, el texto me pareció muy interesante, muy logrado, porque revela perspectivas muy diferentes con respecto a un mismo evento y eso es en sí mismo un logro. Todos parecen coincidir, en mayor o menor medida, en la culpa, es curioso. La máxima responsable de todo esto es, por supuesto, Eréndira, porque fue ella quien debió haber sido firme en su negación. ¡Pero ella siente culpa porque los otros podrían sentir culpa por ella! Qué retorcida es la “lógica” de la culpa. ¿Hubo culpables?

    Entiendo la numeración, el punteo, en el caso de Celeste, porque está presentado de ese modo, pero ¿se justifica en el caso de Beto?

    Algo que me llama la atención de Eréndira: ella fantasea con la posibilidad de haberse negado. Eso dice bastante de Eréndira. Su atención está puesta en lo que falló y, dado que es imposible modificar el pasado (al menos en el sentido fuerte del término, los hechos del pasado), toda esa atención, toda esa energía mental, es completamente estéril. Quien quiera que sea Eréndira: en lugar de ver aquel evento como algo catastófrico que debió haber evitado, ¿nunca se dijo a sí misma que quizá fue ella quien no supo atravesar el temazcal, quien lo vivió de la peor manera posible, y que tal vez el resultado de esa disposición tan cerrada fue la posterior enfermedad? ¿No sería una alternativa para Eréndira fantasear, ya no con la posibilidad de haberlo evitado, sino con la posibilidad de ir a otro temazcal, quizá en mejores manos, pero sobre todo, con una disposición radicalmente distinta, de modo que ese “trauma” pueda ser rebatido por una experiencia mejor?

    Sabes, yo fui a Huatla de Jiménez, el pueblo de María Sabina, a comer hongos de manera ritual hace algunos años. La compañía era, la verdad, inmejorable, y la ceremonia fue muy buena, en el sentido de que había mucho contención. Pero la primera vez que lo hice fue tan raro, tan extraño, que me quedé con la sensación de que no había captado bien de qué se trataba (aunque, al mismo tiempo, había captado sólo aquello que estaba preparado para captar en ese momento). Y por eso decidí ir una segunda vez. No es que la primera hubiera sido “mala”, pero me dejó con un sabor de insuficiencia y comprendí que yo mismo había estado muy cerrado. Y estaba bien, era lo que podía dar, hasta donde podía llegar. Pero fue muy bueno ir una segunda vez. No sé si esto aplique a Eréndira.

    Como dije, me gusta la diversidad de personajes que construiste. Me gusta ese atleta crédulo y entusiasta, el escepticismo riguroso de Celeste, una cierta nobleza en Beto y algo mucho más complejo, incluso en la forma de la escritura, en Eréndira. Supongo que un gran aprendizaje para ella fue, en adelante, no dudar en decir que no.

    Sigo por aquí por si quieres continuarla…

    #11838
    azul7verde
    Participante

    Qué curioso, una de las frases que se fue en el corte para las 1000 palabras fue: “Pensé que si no hubiéramos entrado al temazcal, quizás habríamos dado tiempo a avanzar en silencio a otra enfermedad”, precisamente tratando de rescatar el lado menos sombrío, como dices. Me da mucho para reflexionar que, aunque no lo incluí en el texto final, hayas escrito al respecto.
    Aún más interesante es lo que dices de Eréndira, pues ella dice saber que es estéril pensar en modificar el pasado. Pero lo que dices de, en lugar de modificar el pasado, cambiar la actitud con la que se vivió el evento. Es bien fuerte.
    Muchas gracias por tus observaciones.

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