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  • #15027

    Dia 1: (…) ahora ya es de noche. Desde la ventana de mi estudio puedo ver el edificio que tengo delante de mí. (…) En la ventana se refleja la luz de mi techo lo cual me impide ver con mayor claridad. (…) En este momento decido apagar la luz del techo, quiero ver qué más puedo ver. Es increíble el cambio. Veo con mucha más claridad el exterior. Veo hasta los árboles que antes solo eran sombras oscuras.
    Veo el interior de los pisos de enfrente ya que todos tiene alguna luz encendida. (…)
    Es interesante ver cómo cambia lo que vemos si hay más o menos luz, ahora hay colores que antes no veía.
    La oscuridad puede ser hermosa, pero me produce más hermosura que haya algo de luz y poder ver o imaginar que hay en ese espacio que antes era sombra, ahora hay verdades y a veces imaginación. Podría imaginarme lo que hacen los vecinos, pero lo dejaré para otro momento. También me gustaría escribir a la luz del día y descubrir todo aquello que en este momento no puedo ver.
    Dia2: Hoy vuelve a ser de noche cuando me pongo a mirar por la ventana. Me gusta mucho mirar las luces de las casas. Sobretodo de las casas que se ven al fondo, en la montaña.
    Me gusta imaginar quien vive dentro, que hacen, cómo la tienen decorada, …
    Mirar las ventanas de las casas es una cosa que me fascina. Cuando voy en autobús, en tren o andando me gusta mirar.
    Una luz en la oscuridad me invita a mirar, a observar y muchas veces a imaginar.
    Día 3: (…) De día puedo ver los detalles que me pasan desapercibidos por la noche. Veo las plantas que hoy en los balcones de las vecinas de enfrente. La del segundo tiene cuatro macetas y parecen que están bien. En cambio, el de abajo suyo tiene una maceta y desde aquí la veo seca.
    Puedo ver la copa de mi olivo, el cual ha crecido bastante. Es de color verde apagado, quizás como el día de hoy que está todo gris.
    En este preciso momento parece que todo esté parado. No oigo nada, sólo hay silencio y me extraña porque es por la tarde. Supongo que este silencio acompaña al día gris, al día frio de invierno, donde la gente prefiere quedarse en casa y estar calentita.
    Día 4: Día de lluvia. Veo caer la lluvia desde donde estoy y me surgen emociones duales. Por una parte, la belleza de ver caer la lluvia, y por otra el miedo a lo que esta lluvia pueda hacer. Todo y que la lluvia es vida, también puede ser muerte.
    Veo una capa fina de agua, pero muy fuerte, movimiento incesante, ruido constante y si abro la ventana me saluda el frío.
    No veo ningún pajarito, hoy están todos escondidos, me pregunto si saldrán a buscar comida.
    El día está gris y tengo sensación de soledad. Los días grises y lluviosos me hacen sentir triste. No sé por qué conecto con esta tristeza, porque este paisaje me hace sentir sola, triste, con ganas de recogerme, de meterme en la cama, calentita y no salir, solo soñar.
    Día 5: (…) Me gustaría que nevara, que esta lluvia se convirtiera en nieve y ver un paisaje nuevo, blanco, diferente, igual pero diferente.
    ¡Qué curioso! Cuando pienso en lo que es igual y diferente a la vez. Cómo cuando te despiertas y ves lo mismo que el día anterior, pero sabes que hoy será diferente.
    Un mundo por descubrir, en el mundo de cada día. Porque, aunque todo sea igual, a la vez es distinto. Son mis emociones, mis sentimientos, mi actitud, mi manera de estar hoy que hará que lo igual de cada día sea distinto.
    Descubro que soy yo la que tiene las llaves o mejor dicho las gafas para verlo todo distinto, para sentirlo, para hacer el cambio. Veo más allá de lo que miro. Veo más allá de lo que observo y me maravillo del nuevo comienzo, del nuevo día que está ante mí.

    #15041
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Aquí sí estás tú, mucho más presente, más atenta y despierta, y eso se percibe con claridad. Aquí no hay miedo, porque en la atención, cuando se está despierto/a, el miedo no tiene lugar. Entonces surge el mundo, con todos sus matices.

    Algo que aparece muy enfatizado son las dualidades: la oscuridad y la luz, la vida y la muerte, la identidad (o igualdad) y el cambio. A veces la luz impide ver y hace falta oscurecer. ¿Qué dice esto sobre nuestra vida? ¿No sucede precisamente que a veces, por estar tan ocupados en lo diurno, lo productivo, la acción, no vemos lo nocturno, lo inconsciente, lo que tiene que ver con el ser, más que con el hacer? Quizá los días grises son una ocasión para esto, porque en ellos tampoco hay una luz restallante, sino tenue.

    Lo mismo con la vida y la muerte: nacer es ya morir, y morir es renacer. Este día que estamos viviendo, está muriendo, nunca más regresará y no quedará de él nada. Lo mismo con este preciso instante. Pero gracias a que muere, es posible el instante nuevo que ya está surgiendo; gracias a que muere el día en la noche, renace al cabo, de la noche, el día que sigue. No hay luz sin oscuridad ni oscuridad sin luz. No hay vida sin muerte ni muerte sin vida. El interjuego de estas polaridades teje los cambios. Estrictamente hablando, no es sólo que tus emociones, sentimientos, actitud y demás han cambiado, es que la luz que entra por tu ventana no es exactamente igual, ni la fina capa de polvo que se ha acumulado desde la última vez que viste la mesa, ni tu cuerpo es el mismo, millones de células se han regenerado. ¿Qué permanece? ¿Dónde está la identidad última? Y volviendo a temas de tu texto anterior, ¿qué sería, entonces, el yo, si todo está cambiando todo el tiempo?

    #15045

    Muy interesante todo lo que dices Gabriel, especialmentela última pregunta, la voy a reflexionar. Gracias

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