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Gabriel Schutz.
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marzo 20, 2021 a las 9:03 am #15258
Simón Pérez
ParticipanteLeyendo el ágora, una de mis compañeras de curso transitaba la pandemia entre el pasado y el futuro. Yo, conciente o inconscientemente, me considero desde siempre incapaz de pensar en el futuro, y el pasado no es algo que sea importante en mi pensamiento. Siendo un tipo del presente, debería estar más ligero, pero mis representaciones me lo hacen pesado.
Con la movilidad reducida de la cuarentena estoy inmerso en un proyecto que tiene una meta bien definida, una meta postcovid. El éxito permitirá a la familia iniciar vida tranquila en el primer mundo, lo cual no es poca cosa en el imaginario familiar. La gestación del proyecto me lleva a tratar con muchos colegas distantes y cercanos de los cuales espero que hagan varias y grandes cosas. Siendo ya un tipo pasados los 50, se supone que aunque “no pueda ver bien las letras, puedo ver de lejos a un pendejo”. Es decir, que a unos pocos indicios dados, ya tenga reprenstaciones de mi propia cosecha como “fulano ya no le interesa”, “ciclano no cree en el proyecto”, “solo le interesa ganar fama sin trabajar”, es decir, alarmas. Preveer las acciones negativas de los demás suponía la ventaja de tener “la experiencia” a mi edad. Desde la perspectiva de los estoicos, la cual he decidido adoptar mientras me resulta funcional, esas alarmas se llaman representaciones, crean ansiedad, y deben ser confrontadas.
Mis antídotos no son tan universales, pero sí funcionales. Antídoto 1: inclusión, todos pueden aportar algo a mi proyecto, lo mucho o lo poco me puede ayudar. Antídoto 2: equidad, según el interés de cada colega, así será la expectativa que me hago de su participación. Antídoto 3, tiempo, muy reciente, un año, he aprendido que la inacción, dejar que los sucesos sucedan, acomoda las piezas del juego de forma tal que el proyecto avanza. He barajado un posible Antídoto 4, motivación, pero la decisión maestra me dice que no depende de mí una mayor motivación del otro. No sabría decir, en este caso, si ya hice mi mejor esfuerzo para motivar y mostrar las bondades del proyecto a los participantes.
Hasta esta tarea, las prácticas estoicas son un antídoto contra las tendencias humanas a las representaciones. Veré qué nos tiene preparado Gabriel la siguiente semana.
marzo 23, 2021 a las 8:37 am #15262Gabriel Schutz
SuperadministradorHola, Simón. Me da gusto volver a leerte.
En relación a las alarmas, por supuesto que tiene sentido confiar en el instinto, en la intuición, y no desecharla. El problema es qué hacer con esas alarmas, en lugar de desarrollar juicios que van más allá de ellas.
Creo que has hecho un buen trabajo consciente en este sentido y que los antídotos que te has trazado permiten, en principio, articular los golpes de la intuición con respuestas que propicien, tanto un ambiente laboral constructivo, como una mente capaz de permanecer activa y templada.
En cuanto a la motivación, dices bien: no depende de nosotros que los otros estén o no motivados. Lo que podemos hacer es exhortar, invitar, buscar contagiar nuestro propio entusiasmo; que esto tenga o no efecto, ya no es cosa nuestra y conviene, por lo mismo, dejar ir cualquier expectativa en este sentido.
Yo no diría que el estoicismo es antihumano, al contrario, diría que busca sacar lo mejor de la humanidad, despertar nuestro mayor potencial. Quizá seamos nosotros, esta humanidad que hoy vive tan mal, la que no honra sus mayores posibilidades, la que aún no aprende a amar.
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