- Este debate tiene 3 respuestas, 2 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 2 años, 10 meses por
Gabriel Schutz.
-
AutorEntradas
-
mayo 3, 2020 a las 8:02 pm #12841
almazuela
ParticipanteV.
Es casi de noche, su hora preferida. Están comenzando su ritual. Hablan en voz queda, como si estuvieran practicando los parlamentos de su performance. No alcanzo a distinguir del todo sus palabras. Escucho el sonido del encendedor una y otra vez, y una cordillera de tosidos. Después cada uno toma su papel, su doloroso papel. El silencio absorto de mi padre. El monólogo de mi madre. Repito una y otra vez en mi cabeza: “Habla, papá. Habla, papá. ¡Respóndele, maldita sea, se va matar en frente de ti!”. Llanto y gritos. ¿Cómo puede llorar tanto? ¿Cómo puede llorar tanto por él? Quiero ir a abrazarla, pero cuando está así acostumbra echarme de su lado. No quiere que nadie más, que no sea mi padre, le hable o busque abrazarla. Alguien comienza a cambiarse de ropa. El sonido de las llaves. Parece que alguno está a punto de marcharse. Estoy temblando, creo que ha llegado el momento de unirme al ritual. De pronto se abre la puerta del cuarto, es mi madre. Se cambió de ropa. Suéter negro y pantalón rojo. Lleva puesta esa maldita ropa que usa las noches en que quiere morir. Finjo estar dormida cuando cuando entra. Quiero abrazarla, pero también tengo miedo. Se mete a mi cama echa llanto y con el rostro distorsionado de desesperación. Siento sus lágrimas caer sobre mí. Me abraza, me toma fuerte, muy fuerte, mientras me pregunta si yo la quiero tanto como ella me quiere a mí. Mientras me pregunta si yo la voy defender. Tengo, quizás, siete años. Puedo espantar a las mariposas negras que tanto miedo le causan, pero no puedo defenderla del silencio de mi padre. No puedo defenderla de sí misma. Aunque lo crea, aunque lo intente, no puedo. No debo. Mientras tanto mi padre sigue fumando y tosiendo. Aprovecha para encender el televisor y mirar fijamente hacia cualquier lado, menos a la pantalla.
G.
Es casi de noche, probablemente V. se ha dormido ya. Tenemos que hablar, J. El dinero no alcanza. ¿Qué haces con él? ¿Tienes a otra mujer u otra vez le están llevando dinero a tu madre? ¡Tienes que dejar de regalar lo que no tienes! Quizás yo no te importo porque no llevo tu sangre, pero tus hijos sí. ¿Te vas a quedar callado otra vez? ¡Deja de fumar y habla! ¡Tú me estás llevando a la tumba! ¡Quieres que me muera, reconócelo! ¡Pero eres tan cobarde que prefieres que me suicide a matarme tú a mí! Me prometiste que tendríamos otra vida, me prometiste muchas cosas y abusaste de que yo era una niña de 16 años. ¿Qué iba a saber yo de la vida cuando decidí irme contigo? Pude tener una vida mejor, una vida para mí sin vivir ofrendando la de otros. Te odio tanto que voy a amargarte la vida todo como pueda. Vas a cargar eternamente con la culpa de mi muerte. ¡Esta vez sí me voy a ir! ¿Sigues sin decir nada? Bien, pues, a ver qué opina tu hija de que estás dejando que me marche.
V., hijita, me voy a ir de la casa, pero antes quiero me digas si tú sí me quieres. No puedo contener el llanto, me aferro a ti. Me aferro a la posibilidad de que alguien se aferre a mí. Tú siempre me detienes cada que me quiero marchar, cada que me quiero morir. Por favor, defiéndeme. J. ya encendió la televisión. Me llevó hasta este punto solo porque quería ver la maldita televisión sin que nadie lo interrumpa.
J.
Es casi de noche y V. está dormida, seguramente G. va a querer que hablemos. Otra vez los mismos reclamos. ¡Me tiene cansado! ¡Sólo la he engañado una vez! ¿No se da cuenta de que trabajo hasta el cansancio y todo lo que saco es para la casa? No podría tener “otra mujer”, ni “otra familia”. ¡Con esta me basta y me sobra, me tienen agotado! Ojalá no hubiera deseado tanto tener una familia para no repetir la misma miseria de la mía. G. siente envidia y no lo reconoce. Siente envidia de que yo me lleve bien con mi madre porque a ella la ha olvidado su madre. Solo nos tiene a nosotros. ¿Por qué no se calla? ¿Por qué no se cansa de llorar? No puedo escuchar ni mis pensamientos. No sé qué decirle. Cualquier palabra que pronuncio en usada en mi contra. Siempre que trato de huir es en vano porque corre atrás de mí. Debería tener más dignidad y dejar que me marche lejos de aquí. ¡Estoy harto! Me está retando. Si respondo, lo haré con golpes. ¿Cree que no me atrevo a golpearla? ¿Ya lo olvidó las veces que lo he hecho antes? Prefiero no decir nada. Prefiero no hacerlo. Que ella se encargue del trabajo sucio de esta casa, mientras tanto me fumaré la cajetilla entera de cigarros hasta convertirme en ceniza. Se está cambiando de ropa. ¡Otra vez esa ropa! Ya va a despertar a V., si es que acaso sigue dormida. ¿Por qué esta vez no ha venido a tratar de detener a su madre? No tengo palabras, pero tampoco puedo sostenerme en mi silencio. Encenderé el televisor. No quiero escucharla a ella. No escucharme a mí. Quiero perderme en el ruido de la televisión.
mayo 4, 2020 a las 7:53 pm #12848Gabriel Schutz
SuperadministradorEs muy valiente que hayas escrito sobre esto, que lo compartas aquí, conmigo. En verdad lo aprecio. No sé el grado de dificultad que hayas experimentado para ponerte en la piel de tus padres, pero algo interesante del texto es que presenta un cierto equilibrio entre los “personajes”. Quiero decir con esto que se dejan ver las razones que cada quien tiene para pensar lo que piensa y hacer lo que hace (o no hacer lo que no hace). En ese sentido, desde el punto de vista del propósito que persigue este ejercicio, tu texto está muy logrado. ¿Te permitió esto comprender algo más de tus papás?
Ningún niño o niña debería ser el escudo de ningún padre/madre, es un peso inmenso. Pero te tocó, lo has llevado y eso es parte de lo que te ha hecho quien eres. Puedo entender un poco mejor ese lastre que ha aparecido en textos anteriores. ¿Cómo te ha resultado escribir éste? ¿Qué has experimentado? Me alegra atestiguar que estás con tan buena disposición para elaborar lo que te ha tocado vivir.
Sobra decir que tienes una obvia vena literaria (me encantó lo de “cordillera de tosidos”).
Por aquí sigo.
Pd. Vi tu otro texto sobre el sonido del arándano en el foro de estoicismo. Sin duda, escuchar a un arándano es uno de los hits del ejercicio 🙂
mayo 7, 2020 a las 4:48 pm #12866almazuela
ParticipanteCuando era niña e incluso estando más grande (cuando aún vivía con ellos) dediqué tiempo a escribir lo que mis padres decían o lo que hacían. Inicialmente comencé a hacerlo sin ningún motivo, después lo “justifiqué” al creer que plasmar en un papel sus palabras eliminaba la posibilidad de que ellas se ad-hiriera a mí. En realidad, con el paso del tiempo solo fortalecí su ad-herencia en mi memoria. En fin… Por fortuna ya pasaron esos tiempos.
Actualmente trato de pensarlos en una dimensión más justa, como dos personas desplazándose a través de normativas de género, de clase… presas de sí mismas y, a la vez, sin muchas intenciones de indagar en lo que sienten. He buscado distancias también más justas: no puedo estar muy cerca y tampoco tan lejos. Esa tensión se manifiesta de diferente modo, a veces los recuerdo bonito, pero también a veces los recuerdo como aquello que temo repetir en mi vida. Bueno, como bien sabes, todo eso ya lo he ido escribiendo por aquí.
Ahora estoy algo dudosa respecto al siguiente ejercicio. No sé a quién escribir. No conozco mucho de las familias de mis padres, incluso tampoco ellos saben tanto de sus raíces. Encuentro más bien que las historias de sus familias están llenas de misterios y de silencios. Haré todavía un esfuerzo por evocar a alguien que haya conocido más (como a algún tío o tía), pero si no lo logro ¿hay posibilidad de tratar de hacer el ejercicio tomando como referencia a mis padres o hermanos?
Por último, es un hallazgo para mí que encuentres vena literaria en algunos de estos textos. Me empuja, en primer lugar, a continuar escribiendo y, en segundo lugar, a buscar algún taller donde puede experimentar el mundo del ensayo literario, por ejemplo.
Como siempre, gracias mil veces por tus palabras, Gabriel.
mayo 7, 2020 a las 6:58 pm #12868Gabriel Schutz
SuperadministradorMe alegra mucho poder contribuir en ese entusiasmo que traes con la escritura. Nada que agradecer, es un placer.
En relación al ejercicio que sigue, una posibilidad es, precisamente, llenar esos misterios y silencios de que están hechas tus historias familiares con la escritura. Cuando murió mi último abuelo, hace ya algunos años, yo me di cuenta de que casi no lo había conocido y me puse a escribir sobre él “para conocerlo”, confiando en que el flujo de la escritura me permitiría, precisamente, llenar lagunas. Tengo la impresión de haberlo conocido de manera mucho más profunda a partir de ese texto y es curioso, pero desde entonces, de alguna manera lo siento más cerca.
Esto que te digo es, por supuesto, sólo una posibilidad si te sientes cómoda e interesada en explorarla. Si no, claro, puedes hacer el ejercicio con tus padres; creo que con los hermanos perdería fuerza, pero no sé, tú tienes la última palabra; si te sientes inclinada a hacerlo de ese modo, adelante, no lo dudes.
Que estés bien, Almazuela, hasta pronto.
-
AutorEntradas
Debes estar registrado para responder a este debate. Login here