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  • #15707

    “el único modo de acercar la hora en que nuestra humanidad despierte
    es poder reconocer su existencia como algo que no somos nosotros mismos”
    G. Shutz

    (Desde el…) Espectro-Abuelo

    Erguido con la cabeza alta y ceñudo, el Abuelo mantenía su mirada distante. Jamás alcancé sus ojos de frente… Una vez, cuando le pregunté a mi Mamá, ¿en qué podía trabajar? Ella me contó que el abuelo no quería que las mujeres trabajaran fuera de casa, y las juzgaba… por ejemplo, a las secretarias “por estar abiertas” a las órdenes de sus jefes, “quién sabe qué harán” para que no las corran sus jefes. Y las maestras, tienen que obedecer a los inspectores para conseguir el reconocimiento… Las enfermeras, sin duda “tocan y sirven” a los pacientes… y también a los médicos.

    En aquel entonces, mi Tía Elena se atrevió a estudiar Farmacia y fue Maestra en el Colegio Alemán. Desde entonces fue considerada “puta”, incluso por las mujeres que se subordinaron a las órdenes del abuelo, y la excluyeron de la comunicación familiar. Entre ellas murmuraban “ya sabes como son las Elenas”… Y yo me sentía confundida: ¿cómo son…?

    (Sobre el…) Espectro-Mujer Santa

    La mujer “Santa” llena de temor, es obediente más allá de los mandamientos, de cualquier necedad autoritaria. Dispuesta a esperar con fe la promesa de salvación. Obligada a servir a otros a través de la ayuda inmediata, en cualquier ocasión que se presente.

    La mujer santa está siempre en casa, sirviendo, atendiendo los mandamientos y esperando la promesa de salvación. Y aunque se perciba a sí misma insuficiente, debe donarse a sí misma de forma sincera, intensa, perseverante y acogedora. Debe atender los mandamientos y tener fe, a pesar de las tribulaciones, la fe en Dios le otorgará un corazón para comprender la vida sin sentido.

    La mujer-santa es fiel y sumisa con la autoridad ya sea en familia o en comunidad, incapaz de pensar, dispuesta a servir y amar hasta la muerte. Lo que distingue a la “Santa” de las mujeres que juzgaba el abuelo es que aquellas podían cambiar de jefe y de trabajo. Y las mujeres-santas no salen de su comunidad.

    (Con el espectro) Madre-Muerte

    “¡Dios mío, ya recógeme!… cuando la buscan los hijos contesta “No hay Mamá, ya se fue de este mundo”. “El mundo es un asco, preferible estar con Dios siempre!”. “Hay que buscar la vida eterna. No se me antoja nada de este mundo. No deseo nada. No quiero nada, no quiero ver crecer nada, no quiero que me molesten con risas ni con llanto, ¡estoy harta!. ¡Pídele a Dios que me lleve!

    “Tu hermanito se murió ¡qué bueno, ya está con Dios!” es mejor no pensar, no hablar, lo único que no podemos dejar de hacer, para estar con Dios, debemos obedecer.

    Espectro- Niña Rota

    Jugaba a no caerse en pedazos. Fantaseó mil modos de ponerse de pie… en silencio. Llegó a arrastrarse hasta los pies de los adultos creyendo que estaban de pie. Nunca advirtió sus bastones, sus muletas, las sillas de rueda… incluso los tapetes donde permanecían tirados mientras intentaban aparentar que estaban erguidos. Muchos de esos adultos siguen de rodillas, a la altura de los enanos.

    Espectro – Mujer Monstruo

    Ella desea amar y sentirse amada pero, muchas veces consigue lo contrario.
    Ella prefiere expresar lo que ve sin velos, sin adornar la vista ni los oídos. Entonces, su verdad dicha provoca espanto, y a quien más le comparte y cuida sale corriendo.
    Ella no cultiva el engaño pero su sinceridad le ha cerrado muchas puertas.
    Ella no se ha dado cuenta que cuando se da a conocer, proyecta sus espectros, en un vaivén contradictorio: puta y santa, viva y muerta, rota y reparada, deshecha e íntegra. Una cosa disforme que cuida la vida, tal como se da en la Tierra. De ese modo, ella reconoce su propia belleza personal y pretende conservarla sin artificios ni estrategias.

    Va y viene de los mundos con alegrías y dolores. Su nombre comprende la

    Esperanza de ser
    Libre para
    Entrar o salir de lo
    Normal y lo
    Asombroso.

    Ella está buscando ser y sentirse libre, pero reconoce que también busca ser contenida. Ahora, observa a la niña que jugaba y era feliz, antes de sentirse rota, antes de temer la muerte…

    #15713
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Es un trabajo muy valiente, Elena.

    Cuestionemos entonces lo infundado de estos espectros. El de la mujer sumisa, instigado por el abuelo, se cae un poco por sí mismo. Pero la santidad, la abnegación, el servicio, no tienen por qué estar asociados ni a ser mujer ni a la misoginia del abuelo. Si la abnegación es genuina, ella misma es su recompensa y no echa nada en falta. En eso consiste el sentido mismo de sacrificarse por algo o alguien: sacrum fare, volverse sagrado. No tiene por qué ser algo mojigato. Cuando hay comprensión de la naturaleza del amor, que es lo contrario de toda tendencia egoica; cuando empieza a vislumbrarse la falsedad de la frontera entre el yo y lo otro, por ver que el yo es un cúmulo de condicionamientos y nada más; cuando adivinamos que, además de la ola, somos el océano, entonces el dolor de los otros es nuestro dolor y la alegría de los otros, nuestra alegría, y nos volvemos en cierto modo conscientes de que el sufrimiento es uno y que eso nos hace iguales a los demás y que es nuestra humana tarea aliviarlo. Cuando esta comprensión es inexistente o débil, al abnegarnos, pensamos en nosotros, en lo que nos parece una injusticia o una pérdida de energía, tiempo, lo que fuere. Es importante tener claridad sobre el sentido del sacrificio. Quizá esto arroje alguna luz sobre el espectro de la santa.

    En cuanto a la dicotomía entre Dios y el mundo, ¿es así? ¿No amamos a Dios mucho más cuando amamos su creación? ¿No está Dios en la flor y en la brizna de pasto y en los ojos de los animales y en el rostro de cada persona?

    Es cierto: criarse entre adultos rotos vuelve titánica la tarea de levantarnos sobre nuestros pies cuando nos toca ser adultos. ¿Con qué modelo? ¿Con qué sostén? Quizá ahí es donde entra la fe. Jung solía intentar llevar a sus pacientes a ese lugar donde todo se desfonda y preguntar: ¿qué te sostiene cuando nada te sostiene?

    Monstruo: lo que se muestra. ¿Pero es esto equivalente a sinceridad? ¿No es superior a esto el no lastimar, sin por eso traicionarnos a nosotros mismos? ¿Hay que decirlo todo y decirlo siempre? ¿Es la franqueza irrestricta un valor supremo o esto puede ser lisa y llana crueldad? Más importante aún: ¿cuál es el monstruo que desata al monstruo? ¿Cuándo se desencadena? ¿Ante quién o quiénes? ¿En qué precisas condiciones? En todos los mitos, también en los cuentos infantiles, vencer al monstruo es integrarlo, volverlo un aliado. Como Perseo con la Medusa, a la que decapita, para integrarla en su escudo y servirse de sus poderes ante sus enemigos. O como en los cuentos infantiles, donde se ve que el monstruo que asedia al niño o la niña aterrados, no es más que una proyección de ese mismo terror, y se revela al final que el tan temible monstruo no es más que una criatura dolida y frágil necesitada de amor. Asumir esta vulnerabilidad, asumirla cabalmente, hace que el monstruo eventualmente se entregue.

    ¡Un abrazo a la distancia!

    #15714

    ¡Me quedo tus preguntas para seguir reflexionando!
    Definitivamente, yo encuentro a Dios en la naturaleza, en las miradas y acciones de algunas personas.
    Y su presencia me invita a aprender de ustedes,

    ¡Abrazo!

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