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Viendo 4 entradas - de la 1 a la 4 (de un total de 4)
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  • #12914
    jesuseqz
    Participante

    Empezaría por decir el ansioso, no se si llamarlo así, no me incomoda, me obliga, creo que no me incomoda por que estoy tan esclavizado que actuó sin chistar, en la jerarquía espectral es el amo, me hace hacer cosas y no hacerlas y creo que muchas de las cosas en las que soy bueno lo soy por que de alguna manera me han ayudado a desesclavizarme un poco. A este amo no le gusta que tenga costras, ni un vello mas ancho que el otro que desentone, situaciones que con el tiempo he aprendido a controlar, después de varias cicatrices, pero en el momento que bajo la guardia, adiós costras. El mismo me hace no hacer las cosas cuando las condiciones no son perfectas, considera basura algo que tiene un rayón y es perfectamente usable y me hace dejar de habalarle a una mujer porque hubo algún deperfecto en nuestra relación.
    El otro espectro es el orgullo, el que me hace creer que merezco más que los demás sin tener que trabajar, el que me hace no practicar por que igual me va a salir, el que me dice que no necesito ir al gimnasio, que aguanto unos kilos más, no tengo que estudiar por que puedo aprenderlo rápido, que no tengo que ahorrar por que no se me va a acabar el dinero, aunque a veces me topo con la realidad, el orgullo me impide aprender.

    El miedo aparece cuando el orgullo no está, hace que me inquiete por las cosas que descuido, si el orgullo no está para tomar decisiones el miedo toma su lugar.

    #12931
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    El ansioso busca la perfección (la idea prestablecida que él tiene sobre la perfección) y rechaza la imperfección. ¿Qué persigue al buscar esa perfección? ¿Qué lo mueve a rechazar y alejarse de la imperfección?

    Una posibilidad es responder: «Lo mueven la excelencia, la belleza, la virtud». Esto es quizá lo que respondería el segundo personaje, el orgulloso, el que tiene la convicción de que el sólo hecho de sea él quien haga las cosas les garantiza un desenlace afortunado. ¿No son el perfeccionista y el orgulloso, a fin de cuentas, dos caras de lo mismo? Hay que tener cierto orgullo para creerse un agente de la perfección y cierto perfeccionismo acreditado ante los ojos de uno mismo para confiar en que uno, por el sólo hecho de ser uno, saldrá airoso en todo, de todo.

    Entonces viene el antagonista y pone en duda todo esto. «¿Podrás honrar también esta vez la perfección?». El orgulloso–perfeccionista contesta rotundamente que sí, pero el tiempo le juega en contra, porque la perfección es fatigosa (mental y físicamente fatigosa, pues hay resistencia a lo que es, y esto hace que se disipe energía), y así el miedo puede volver una y otra vez a deslizar la misma pregunta suspicaz: «¿Podrás también esta vez?».

    Quizá ese personaje disfrazado de miedo sea sabio; quizá debajo del miedo se esconda una posibilidad importante: la posibilidad de reconciliarse con el ser de las cosas, en lugar de querer mantenerlas bajo el control de un modelo rígido. Quizá, eso que está debajo del miedo, realmente viene a inquirir: «¿Y qué si las cosas no salen rápidamente, fácilmente, si las cosas no van bien esta vez?». Es una excelente pregunta. ¿Qué con eso? ¿Qué pasa con esos otros dos personajes que son en el fondo casi el mismo cuando las cosas no son como esperaban o confiaban que fueran? ¿Qué revela de ellos, de sus fundamentos? ¿Qué de las cosas?

    #13113
    jesuseqz
    Participante

    Hola Gabriel, espero que te encuentres muy bien, perdón por tardar en responder, he estado distraído estás últimas semanas pero te leí desde que me contestaste y he tenido en mente un par de cosas que me comentaste.

    El ansioso no busca la perfección creo, pero se altera fácilmente y actúa para dejar de estar alterado, aveces se altera por algo que no quiere hacer, se aleja de lo indeseado de una manera muy poco sana y con muy poca lucidez, sin problemas soporta que haga algo que no me importa de manera mediocre, o el mismo provoca que lo haga e manera mediocre por que no le importa.

    Al orgullo más que con un perfeccionismo acreditado lo relaciono con una ilusión de buena suerte, tengo esta idea de que la suerte suele estar de mi lado, a veces creo que tiene mucho que ver con mi padre que estuvo en rehabilitación por ludopatía, esa actitud de que todo va a salir bien tranquilizando a todos.

    El miedo es el que aparece cuando baja la euforia, cuando pasa la emoción de estrenar las cosas en las que gaste el dinero que no tenía que gastar, o cuando le dije a una persona cosas que no le tenía que decir, es el que se percata de las consecuencias y como mencionas para muchas cosas el más sabio, he tratado, desde el curso de estoicismo, cambiar al miedo por precaución, de lo que me doy cuenta es que la precaución no es una sensación o por lo menos yo no la siento, y por lo tanto a comparación de los espectros termina siendo muy débil, no me nace sin que exista el miedo.

    #13153
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Hola, Chucho.

    Qué bueno que decidiste continuar el diálogo. Yo no me quedé totalmente satisfecho con la respuesta que te di, me costaba elaborar algo y fue lo que pude hacer, por eso aprecio que lo hayas cuestionado y refinado.

    En relación al miedo vs. precaución, es cierto lo que dices, la precaución, como tal, no se siente, a diferencia del miedo. Lo que se siente cuando uno ha actuado con precaución y sin miedo no es un “sentimiento” o una “sensación” de precaución como tal, sino lisa y llanamente tranquilidad, aplomo, satisfacción con uno mismo por haber tomado todos los recaudos y por haber analizado el asunto, habiendo concluido que, después de todo, ese mal por venir no es un auténtico mal. Es una sensación palpable, pero no de “precaución”, sino de esos otros atributos que mencioné antes.

    Por último, sobre esa sensación de buena suerte, hay una parte de eso que es muy positiva, una especie de confianza en el porvenir. Se dice desde la antigüedad que a los valientes los acompaña la fortuna, pero esto no quiere decir sino que la valentía misma implica esa disposición de “llegado el caso sabré arreglármelas”. Claro que esto no es una confianza en la buena suerte o la buena fortuna y quizá aquí radique la diferencia con el espectro ilusoriamente optimista: él cree que la fortuna le será propicia; el valiente cree que él mismo será propicio para sí. Pero, una vez aclarado esto, si logras, por así decir, alquimizar ese espectro y tomar de él la confianza, el optimismo, sólo que transformándola de tal modo que esa buena suerte radique en tu buena disposición, en una confianza de que sabrás arreglártelas llegado el caso, puedes lograr que todo eso juegue a tu favor. No parece sencillo, pero quizá hay aquí un camino a explorar. En todo caso, ése sería el ejercicio estoico, ¿no es así? Confiar en lo que depende de ti. Si logras estar atento a la emergencia de ese espectro y, cada vez que surge, recordar esto, recordarte que es en ti, en tu propia excelencia, en lo que puedes confiar y abrigar optimismo, te habrás hecho amigo del monstruo y, como en el mito de la Medusa (o Gorgona), lo que antes era una amenaza, ahora será un aliado.

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