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María Belén Rodríguez González.
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junio 18, 2020 a las 12:07 am #13404
María Belén Rodríguez González
Participante“Si me cuentas mi vida/ Lo niego todo”
J. Sabina.
PRIMAVERA.
Fui la primogénita entre cuatro hermanos varones. La primera nieta en ambas familias, me críe como hermana de mis tíos porque mis padres se hacían cargo de ellos en su orfandad, crecí en la casa de mi abuela que murió de parto, pero yo convertí a su fantasma en un halo protector que siempre me acompaña. La muerte marcó mi niñez aún más cuando nos mudamos a esa casa frente al cementerio y a mí me asignaron ese cuarto con una ventana al camposanto, desde el primer día encontré un extraño consuelo en sentarme en las noches frente a ese crucerío blanco que resplandecía en las noches de luna llena, al quedarme en silencio, absorta en la contemplación de la impermanencia y la fugacidad de la vida. En esa contemplación y acompañada de libros, pasé mi adolescencia. A los 15 años mi padre me regaló “El socialismo y el hombre nuevo” del “Che” Guevara, y me propuse firmemente hacer la revolución, me enrolé un brazo democrático de un movimiento armado, entrenaba con toda devoción para ir a la guerrilla, hacia mítines relámpagos, hasta que apresaron a nuestro dirigente y tuvimos de deshacer el movimiento, a los 18 me fui a trabajar como promotora rural para el gobierno, y volví transformada, entendí que la revolución podría hacerse desde cualquier trinchera.
VERANO.
Me enrolé en la normalidad, estudié letras hispánicas, me casé con mi mejor amigo para salir de casa, y tuve con él a Atémoc, mi primer hijo a los 23. Conseguí un trabajo en el IMSS y me dejé seducir por la comodidad de un trabajo burocrático, me fue bien, tuve suerte para ser acogida por directivos, políticos y sindicalistas como colaboradora, me hice de una carrera, haciendo discursos, informes, campañas, etc; una especie de Cyrano de la administración pública y la política. Me divorcié, y me volví a casar a los 26 con un compañero de trabajo y juntos hicimos una buena carrera institucional y 2 hijos más, a Ehecatl y a Tláloc. Tuvimos una buena vida, cumpliendo todos los requisitos que la sociedad prescribe, estudié otras dos licenciaturas, una maestría, ocupé puestos directivos, y vivía para cumplir con excepcional eficiencia mis roles de madre, esposa, ejecutiva, estudiante, hija, hermana.
OTOÑO.
A los 41 murió mi madre, y en sus días de agonía, me enfrenté nuevamente a la muerte, la ví morir aterrada, y decidí que yo no moriría así. A los 43 murió mi abuela. Sus muertes me enfrentaron a mi vida, y me dí cuenta que no era esa la forma en que quería seguir viviendo, y comencé a buscarme a mí, tenía todo lo que se suponía debía tener, pero me sentía perdida y vacía. Supe que tenía un alma, y que ella tenía un hambre insaciable de manifestarse, porque mi racionalidad y pragmatismo, la habían dejado de lado siempre; y me enfrenté a ella en la total oscuridad; busqué la luz en todas partes, cábala, tarot, descodificación, meditación, budismo, otro divorcio, crisis depresivas, trastornos de ansiedad, relaciones tóxicas, astrología, otra carrera, psicoanálisis, terapia transpersonal, etc. Casi 7 años duró esa búsqueda, hasta que poco a poco mi alma encontró su Dharma en el silencio de mí misma, en la aceptación de la vida como es, toda mi búsqueda me llevó en una espiral hacia el centro de mí, y dejé de buscar y comencé a observar a estar, a ser. Los 50 me encontraron (los cumpliré este sábado) observando dentro de mí, sin planes, sin expectativas. Acepté y viví con plenitud mis roles en la vida, madre, maestra, asesora, amiga, etc, hija, pero sabiendo que eso no soy yo. De todo lo que recabé en mi búsqueda me he quedado con lo que me resultó útil para mi autoconocimiento y autoaceptación.
INVIERNO.
He vivido en paz conmigo misma, cuido mi cuerpo, acepto su deterioro y aprendo a disfrutar la quietud de las noches largas del invierno. Vivo dedicada al Dharma budista, me preparo para morir cada día, con agradecimiento por la preciosa existencia humana que se me ha dado.
A veces enfermo, a veces me siento vieja, a veces estoy triste, he despedido a mi padre, a algunos buenos amigos, a familiares, y en cada pérdida, aprecio lo que recibí.
Los Paramitas son los pilares de mi vida. Estoy agradecida por cada año por cada estación, aun en esos dedicados al trabajo, porque me permitieron estabilidad económica para esta vejez en paz.
He dejado de buscar, y he aprendido a sorprenderme con devoción con lo que ya está frente a mí: una sonrisa, la explosión lila de las jacarandas en primavera, la despedida de un amigo, el llamado de mis nietos, el gris que se apodera de mis ojos, quizás la muerte misma que se avisa en un dolor, no lo sé, todo puede suceder y es la vida misma.junio 19, 2020 a las 9:25 am #13424Gabriel Schutz
SuperadministradorQué hermoso broche. Una vida vivida con pasión, con búsqueda, llena de giros y renovaciones. Mientras leía, me impresionaba, no sólo las muchas cosas interesantes que has hecho, desde tus tempranas contemplaciones del cementerio en luna llena hasta entrenarte para guerrillera, sino la profusión de verbos, de acciones en cascada, una detrás de otra, hice esto y luego aquello y más adelante eso otro, y me preguntaba, en las dos primeras estaciones, cuando la acción iba a dar lugar a un ritmo más sosegado. Eso surge en el otoño, como es natural. Jung decía que hasta los 40 años uno/a está concentrado en construirse a sí mismo, mientras que a partir de los 40 las preocupaciones cambian de rumbo y se concentran en el legado que va a dejar a otros, en las acciones comunitarias. En ti, la vocación comunitaria despuntó tempranamente, bajo la influencia socialista de tu papá, pero es justo a los 41, con la impronta de las muertes de dos personas tan queridas por ti, que empiezas a ralentecer esa vida volcada a la acción, para comenzar a darle lugar a la contemplación (lugar que seguramente ya tenía en cierta medida, por ejemplo en aquellas noches contemplando el crucerío blanco). Es decir, da la impresión de que has vivido hasta ahora el curso de las estaciones de un modo armónico entre acción y contemplación.
Te felicito de todo corazón, por el texto, por esa búsqueda inclaudicable ¡y por tu cumpleaños que es mañana! ¡Muchas felicidades, Belén!
Espero que hayas disfrutado del taller. Que la vocación por las letras hispánicas haya encontrado aquí un complemento en la escritura y que sigas escribiendo, pues lo haces muy bien y se nota que lo disfrutas.
Si el taller te gustó y te nace hacerlo, quisiera pedirte si puedes dejar un review. En la última lección se dice cómo hacerlo. A la página le cae bien tener comentarios de los participantes, pues todavía es un sitio joven. Si decides dejar tu comentario, ten cuidado con las estrellitas azules de la calificación, porque la cantidad varía si uno/a les pasa el mouse encima; asegúrate de que sea la cantidad de estrellas con que quieres calificar el curso.
También quiero invitarte al otro taller que doy en este sitio, de FILOSOFÍA ESTOICA APLICADA. Si estás metida en budismo, creo que lo encontrarás muy provechoso, porque es tremendamente similar en muchísimos aspectos (y en el curso yo hago alusiones constantes al budismo), quizá desde una perspectiva más cognitiva y con ejercicios basados fudamentalmente en escribir (este taller surgió después de haber dado durante varios años el de filosofía estoica, bajo la consigna de llevar esa idea de escribir como espacio de autoobservación a otros lugares).
Te deseo lo mejor, Belén, que te la pases de maravilla mañana y que los 50 te traigan muchas satisfacciones. Fue un gran placer acompañarte.
junio 21, 2020 a las 12:42 am #13443María Belén Rodríguez González
ParticipanteMuchas gracias por tu acompañamiento Gabriel, disfruté cada ejercicio, me encantó hacer este en la víspera de mi cumpleaños, me ayudó a hacer una restrospectiva y valorar mi vida.
Claro que haré la evaluación y seguiré en el curso de estoicismo.Gracias
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