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Gabriel Schutz.
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febrero 1, 2021 a las 12:52 pm #15117
diegorssanchez
ParticipanteDía 1: Al cabo de un rato me pongo a analizar mis escritos y mis esfuerzos y otra vez me carcome la idea de que lo que hago no está al nivel de lo que otros hacen. Me revienta el pecho sentirme así, pero no logro hacer nada, ni siquiera levantar un brazo que pesa como plomo, para intentar cambiar esto. ¿Qué habita en mí pecho? ¿por qué no logro acallar esta tonta voz a pesar de que todo mundo me dice que lo haga? ¿Ese zumbido que está taladrando mi cerebro, mis ilusiones y fuerzas no se va jamás?
Día 2: Entre centenares de platos apilados que me pongo a lavar para analizar mi día, aparece en medio de esta noche cálida un reflejo en la ventana de la cocina que no alcanzo a describir bien, pero su voz me hace recuerdo de los profundos sentimientos de superioridad que a veces siento sobre mi concuñado, quien a mi parecer lleva una vida muy materialista y yo en cambio me creo ese cuento de super sabio que solo anhela tener desapego total a las cosas, pero a la hora de la verdad me encuentro a mí mismo rebuscado en internet cosas que no necesito, pero que creo que necesito.
Día 3: Mi rabia de pasar tiempo con la familia de mi esposa me hace pensar que cada vez más soy un ser solitario que disfruta de su soledad. Pero esta tarde tan sentimental y alegre que pasé en familia es como un soplo de alivio que huele a frescura y que le da tranquilidad a mi ser. Ahora, frente a la hoja en blanco que me servirá de espejo para descubrirme a mí mismo vienen esas voces que me dicen que no soy un ser agradable, tan egoísta que solo piensa en sí mismo. ¡Qué pena me doy!
Día 4: Cuando pensaba que tenía dominado mi carácter, cuando sentía que las sesiones de meditación habían hecho de mí una nueva persona, vuelve a salir ese Diego sulfúrico ante cualquier tontería, ese Diego que luego de desfogarse contra los que más ama se da cuenta de lo insensible que se ha vuelto. ¡Ay de mí que soy presa de mis instintos de prevalecer a base de gritos y juicios!
Día 5: Hoy te miro desde lo alto, veo que eres un ser minúsculo con quehaceres cotidianos y burdos, esforzándote por vivir lo que ustedes los humanos llaman “una vida sin sobresaltos”. Pero cuando intentas hacer un esfuerzo por salir de esta rutina aletargante e intentas avanzar hacia tus estúpidos sueños infantiles diciéndote que esta vez sí lo lograrás, es entonces que me apresuro a callar esa tonta voz y te recuerdo que ya tienes 40 años sobre tu escuálido hombro y que las personas con la mitad de años que tú hacen mejores cosas en menor tiempo ¿Qué vas a hacer ahora? ¡Te tengo en mis manos!
febrero 3, 2021 a las 11:08 am #15129Gabriel Schutz
SuperadministradorHay un espectro que planea sobre los cinco días, con todas sus variaciones y modulaciones vocales, y es el espectro del juez, un juez severo, inflexible y, por lo mismo, posiblemente injusto. El juez dice: no eres lo bastante, los demás son mejores. A veces dice que eres más que aquel otro, como una especie de premio consuelo, y cuando saboreas el bálsamo de esa presunta superioridad que podría compensar tanta dureza, siquiera por un momento, el juez se retracta y dispara otra vez: ¡no, no eres mejor! Luego el juez decreta que hay en ti egoísmo, desagrado, y aparece otra voz, no la del juez, una voz que quisiera rebelarse, pero se ovilla y se conmisera de sí y el juez permanece ileso. Entonces, naturalmente harto de sentirte juzgado, aparece la cólera.
Tu trabajo es muy valioso, Diego, no sólo está muy bien escrito, es además cuidadoso, honesto, valiente. La trampa que alcanzo a ver es una especie de círculo tal que, todo intento por salir de él, sólo te regresa. Creo haber estado ahí, si es que interpreto bien lo que dices. Intenté yo mismo escribirlo, en una novela que eventualmente publicaré en unos meses. El pasaje dice:
“Había luchado contra su propia irritación, perdiendo la batalla una y otra vez, hasta que ya sólo le quedó irritarse de su propia irritación. Así anduvo durante años, resignado a estar bajo el yugo de esos afectos retorcidos: enojarse por estar enojado, entristecerse de estar triste, estar cansado de estar cansado. Había extraviado los orígenes de su malestar y no sabía ya por qué estaba así. Parecía imposible salirse de esos sentimientos, en los que no aparecían ya nada o nadie a quien echarle la culpa, salvo a sí mismo. Se odiaba. Y odiaba odiarse”.
Yo le llamaba a esto, para mí, “afectos de segundo grado” (odiar odiarse) y me costó darme cuenta de que ahí no había salida. Juzgar al juez que te juzga no parece ser una solución al asunto. ¿De dónde viene esa severidad inflexible? ¿Quién te juzgo tan duramente? Quizá lo mejor es hacer una especie de dieta y simplemente no luchar con esos juicios, no buscar refutarlos, mucho menos asentir a ellos. Sólo observarlos, precisamente sin darles crédito. Como si te pusieran un platillo enfrente y decidieras no tomarlo.
febrero 3, 2021 a las 3:23 pm #15130diegorssanchez
ParticipanteHola querido Gabriel, muchas gracias por leerme y por el aliento que me das con tus palabras. Me gustaría mucho leer este libro que pronto sacarás, avísame y espero que puedas subirlo en digital ya que a Bolivia no llegan muchos títulos
Sobre lo que me dices al final trato de asemejarlo con algunas prácticas de meditación mindfulness que estoy empezando a hacer. La instructora siempre dice: Si tu mente comienza a deambular por ahí con varios pensamientos no te resistas a ellos, basta con observarlos y cuando te des cuenta trata luego de retomar el control a través de tu respiración. ¿Es algo así lo que me aconsejas que haga con este “juez”?
febrero 5, 2021 a las 9:03 am #15152Gabriel Schutz
SuperadministradorHola, Diego. Me alegra que la respuesta te haya resultado alentadora. ¡No sabías que vivías en Bolivia! Gracias por tu interés en mi libro; creo que se hará, también, una versión en formato Epub.
En relación a lo que te decía al final, sí, se parece a esto que refieres. En la meditación tradicional budista (de donde procede el Mindfulness), el ejercicio básico de samatta (literalmente, detener) es precisamente el que indicas: una vez que uno se da cuenta de que la mente se ha distraído, se regresa a la forma, para el caso, a la atención en la respiración. En el caso del juez, no se trata de hacer de cuenta que no está ahí, sino de observar que surge, consignar sumariamente este surgimiento (“mente juzgando”) y soltarlo. No hay nada que conversar con “él”, sólo se trata de observar con ecuanimidad y dejarlo ir. La idea es que ya no te identifiques con ese tipo de pensamientos, o en la metáfora de la dieta, que no los alimentes. Eso acaba por debilitarlos y, eventualmente, extinguirlos.
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