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Gabriel Schutz.
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marzo 7, 2022 a las 9:17 am #15722
Román Ochoa
Participante– Qué identificado me siento con la figura del mozo de café. Es como suelo actuar a menudo en mi trabajo. Siempre intentando hacer lo posible para que mis acciones salgan a la perfección. Con mucho esmero, busco no fallar para que mi trabajo sea reconocido como bueno y espero siempre las palabras de aprobación de los compañeros.
Espero que digan cosas como: !Qué bien lo hiciste¡ !Te rifas¡ !Que chingón salió¡
El hecho de que disfrute ver un trabajo bien realizado y me guste mi oficio son los principales motivos para poner concentración y empeño, pero también está presente la parte de esperar reconocimiento.Lo mismo me pasa cuando realizo actividades más creativas, me encuentro con un campo tan abierto que me da miedo transitarlo, necesito que alguien observe los pasos que voy dando para que me diga si voy por buen camino, que me diga si lo hice bien y me de guía con su aprobación.
Tal vez experimentar y hacer una obra de arte es como recorrer un pastizal más alto que uno mismo, donde para guiarte nececitas mucho de la propia intuición acompañada por el propio conocimiento e imaginación. Si agarras un camino y te lleva donde no te ha gustado, vuelves y creas otro camino o cambias la dirección. Hasta que decidas parar porque el recorrido te gustó o encuentras algo que a ti te parece valioso. En ambos casos, he notado que un buen indicador es que uno se sienta satisfecho.
Aún con que sienta satisfacción, a veces busco que el otro me reafirme que lo que encontré de verdad es valioso.
¿A qué se debe esa constante necesidad de que haya una aprobación externa?
¿Acaso hay mucho miedo e inseguridad en mí?
¿Será miedo al fracaso?
– He notado que soy muy impulsivo al momento de tomar decisiones, cuando hay una emoción muy intensa en medio. A veces me arrepiento de haber hecho o dicho algo cuando estas emociones intensas han estado presentes.
Analizando un poco el proceso de tomar decisiones con emociones intensas, veo que las acciones que he tomado están muy encaminadas a querer cambiar esa emoción o a conservarla. Por ejemplo, cuando estoy triste intento aminorarla y si me siento feliz intento conservarla. Después de haber accionado, casi inmediatamente o al día siguiente, me reprocho por haber tomado la decisión que elegí. Siento como si hubiera estado borracho y no actuara conscientemente.
¿Las emociones pueden ser espectros?
En veces las emociones son como conductoras de la mente, cuando hay una presente va dirigiendo los pensamientos y va formando un camino hacia donde ella quiere desembocar. Por ejemplo, la angustia lleva a preocuparte más y más, y lleva a la mente a imaginar el peor escenario posible respecto aquello que lo tiene angustiado a uno. También pasa con emociones que podemos llamar “positivas” como estar feliz. Esta emoción de igual manera nos lleva a imaginar escenarios en los cuales se siga manteniendo presente a ella misma y las acciones que uno haga pueden estar guiadas por ella.
marzo 11, 2022 a las 10:57 am #15725Gabriel Schutz
SuperadministradorEs natural buscar reconocimiento; no lo es cuando esa búsqueda es el motor mismo de lo que hacemos. El contrapunto que estableces es certero: excelencia / reconocimiento. Si la fuente del valor está fundamentalmente del lado del reconocimiento, si incluso la excelencia de una obra tiene por fin primordial ser reconocida, no hay base; si, en cambio, la excelencia en lo que hacemos es una fuente de valor primordial y el reconocimiento, una especie de plus, podemos encontrar satisfacción, reposo, haya o no reconocimiento. La satisfacción, que bien identificas, es distinta en uno y otro caso. La satisfacción basada en el reconocimiento suele ser más eufórica y más pasajera; la satisfacción basada en un autorreconocimiento de haber hecho las cosas con la mayor dedicación, delicadeza, etc., es más sobria, pero notablemente más profunda y duradera. Esto vale lo mismo para un trabajo, una obra artística o para el trato con alguien.
Investiga si hay algo en común entre las personas cuyo reconocimiento te inquieta. ¿Son figuras de autoridad para ti? ¿Se juega un reconocimiento de qué aspecto: tu inteligencia, ciertas virtudes del carácter, tu hombría? Esto puede darte algunas claves.
Las emociones, especialmente cuando son intensas, y tú lo ves con claridad, no son buenas consejeras para tomar decisiones. ¿Cómo lidiar con ellas? Observas con agudeza que, cuando son desagradables, las rechazas, y cuando son agradables, las persigues. En los dos casos, el efecto es adverso. Y esto es así porque las emociones son estados mudables, efímeros, que van vienen, surgen, cesan, cambian. Buscar apoyarse en una emoción es como querer encontrar tierra firme en arenas movedizas: sólo te hundirás.
Cuando llega la emoción, es importante desarrollar un reflejo de ECUANIMIDAD, es decir, darle el espacio para que se manifieste, pero con una disposición de observación, sin rechazarla ni perseguirla. Si lo haces, si le das el espacio y logras mantener una disposición ecuánime (en el zen se habla de “dar un paso atrás”), la emoción por sí sola acabará disolviéndose sin arrastrarte con ella. Esto es todo un entrenamiento. Puedes, en todo caso, intentar reconocer cuáles son las emociones que más te arrebatan y prepararte en la mañana, con un breve ejercicio de anticipación, como hacían los estoicos, de tal modo de estar listo para dar ese paso atrás cuando sobrevengan emociones ante las que eres susceptible. Al hacer esto, cultivas una cierta lucidez que te protege de caer en las ilusiones que tejen los estados pasionales.
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