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  • #15764
    Gustavo HernándezGustavo Hernández
    Participante

    Diego:
    Me gustaría estar con Marisol; se lo he expresado ya, pero también comprendo las circunstancias que nos envuelven. Ella vive en Tlaxcala y yo en la ciudad de México. Desde el principio ella fue honesta conmigo al mencionar que es madre de dos niños: Pablito y Dulce
    Me gustaría una relación donde una mujer no quiera tener hijos, pero no encuentro ninguna. ¿Por qué, entonces, quiero estar con Marisol? Porque me gusta su manera de pensar. Hay tantas afinidades que la crianza no me resulta problemática. Me parece que el problema es que ella no quiere soltar el pasado. No obstante, no puedo reprocharle nada, pues no puedo simplemente dejar todo e ir tras ella. Mi padre me legó un local con negocio y departamento bajo la reserva de que lo conserve: no puedo venderlo, pues mi padre quiere que tenga un patrimonio, además de qué él piensa en su vejez: no quiere que abandone la ciudad.
    Podría simplemente declinar la propuesta, pero no tengo dinero ni donde vivir; con el negocio renaciendo conmigo como su administrador, apenas empiezo a sacar las cuentas. No sé hacer otra cosa. Viajar a un pueblo desconocido no me causa sorpresa, sino cambiar de vida sin saber hacer otra cosa. Aprender lleva tiempo, y yo no tengo dinero para sobrevivir mientras aprendo.
    Además, por mucha atracción que haya… ¿Qué sucedería si la cosa no funciona como creemos que funcionará? Marisol se quedará en su casa, ¿y yo?

    Marisol:
    Le he contado a Diego no sólo sobre mis niños, sino también sobre su papá, Pablo, quien viene a verlos una vez cada año, si le apetece. Le he contado que Pablo me amenazó con quitarme a los niños si sabe que estoy con otro hombre, y yo no quiero que eso suceda por cómo nos trataba antes de que yo me separara de él.
    A Pablo le gustaba emborracharme para tener relaciones conmigo, incluso después del nacimiento de Pablito, hasta que una vez Pablo se excedió: llevó a otra mujer a la casa e hizo que nos besáramos. No pude contener el llanto como tampoco pude contenerme después. La última ocasión que llevó a esa mujer a la casa, no aguanté más y quise golpearlo, pero él, aprovechando mi falta de lucidez y equilibrio a causa del alcohol, me arrojó al suelo, fue por Pablito recién nacido y lo trajo llorando: lo traía cogido por los tobillos, bocabajo y desnudo, como si fuera un pollo muerto. Me gritó: «¡¿Por qué no puede ser como ella?!» Se refería a la otra mujer, a su amante. Luego, fue a un lugar donde había estiércol, lo cogió con una cubeta, entró de nuevo en la habitación donde yo todavía ya hacía en el suelo.
    Diego me ha ofrecido vivir con él en la ciudad, lo cual me asusta. Soy una maestra de preescolar a la que le gusta vivir entre la naturaleza. Provengo de la Sierra Norte de Puebla, por lo que ni siquiera imagino la vida en ciudad; siempre he vivido en pueblo.
    ¿Qué sucedería si mis episodios lacrimógenos terminan por fastidiar a Diego, quien algún día me echaría a mí y a mis niños en una ciudad desconocida y sin dinero?
    Con frecuencia quiero suicidarme y no lo hago porque mis niños terminarían con su padre o con mi hermano. Pero mi hermano es un pedófilo que nos violó a mi hermana y a mi cuando éramos muy pequeñas. Esto marcó tanto a mi hermana que por eso se suicidó. No puedo imaginarme a mis hijitos en manos de cualquiera de ellos.
    Me da miedo llegar a la vejez sola.
    No quiero decir más. Por ahora los colores me abandonan. La habitación se pone gris. Tengo ganas de llorar. Se cierne sobre mi otra noche de depresión.

    Marco:
    Marisol ha querido formar una familia conmigo pero la diferencia de edad me lo dificulta: ella tiene 36 y yo tengo 23. La conocí hace siete años. Yo perdí la castidad con ella cuando yo tenía 16. Creo que ella quería tener una familia conmigo, pero en ese entonces no sabía cómo planteármelo siendo yo todavía un adolescente. Luego, con el paso del tiempo yo fui fijándome en mujeres de mi edad, dándome cuenta de que Marisol para mí era sólo una amiga.

    Dulce:
    Le pregunto a Marco si le puedo decir papá, pero él dice que sólo puede ser mi amigo.

    Pablito:
    Si mi mamá no hace que Diego venga, habremos perdido a otro papá. La veo feliz y triste, como si supiera que esa felicidad no es para ella.

    Frida:
    ¡Ah! ¿Ahora Diego si quiere tener hijos? ¿Y por qué conmigo no? Déjame decirte algo: la gente cambia. No lo digo yo, ¿sabes quien lo dijo? Diego. Y creo que no lo dijo él, sino que se parafraseo a un tal Heráclito o vete a saber tú a quién. El punto es que, cuando estábamos juntos hace ocho años, ninguno de los dos quería tener hijos, hasta que yo me sentí atraída por los niños. ¿Acaso no tengo derecho a cambiar yo también? Pero él no lo vio así, de modo que entendí que la vida que yo quería no podía continuar con él. Ahora me vienes tú con que Diego ya quiere mantener dos niños que no son suyos. A mí me decía que yo era el amor de su vida, y sí, lo era tanto como él lo era para mí, pero la gente cambia, ¿no? Nadie es dueño de sus circunstancias sino que reacciona a lo que le sucede. Yo reaccioné a la maternidad.
    En fin, tengo una hija de seis años y soy casada. No creas que me escandalizo porque todavía me importe, sino porque me parece ridículo que Diego ahora pretenda una familia disfuncional, siendo que el mismo rechazaba la familia disfuncional porque él proviene de una.
    Y, por Dios, me estás diciendo que ni siquiera conoce en persona a la tipa, ¡son novios por Internet! Eso es como casarse en la kermés del día del niño.

    #15766
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Has logrado compenetrarte con cada punto de vista y eso producen el efecto que busca este ejercicio y que no es otro que la comprensión, por parte del lector, de la legitimidad de cada una de esas perspectivas. Sospecho que la de ese hombre infame, el padre del pequeño Pablo, sería difícil de legitimar y que por eso no tiene siquiera lugar aquí.

    Es interesante cómo has articulado los textos y cómo, según probaste en el ejercicio anterior, tu talento para los remates brilla también aquí, donde uno viene a enterarse en la última línea que todo este drama (o parte de él) deriva de una relación por internet.

    Quizá Diego debería preguntarse con mayor profundidad qué le atrae de Marisol, siendo que es una potencial suicida. Tengo la impresión de que, parte de ese atractivo, es la ilusión de salvarla, con todo lo que esto implica en términos simbólicos (¿salvar qué o a quién, realmente, en un estrato inconsciente: a su propia familia, a su madre, a sí mismo?). Pero, como sabemos, nadie puede salvar a nadie y detrás de la ilusión mesiánica de convertirse en salvador hay bastante que indagar.

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