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Gabriel Schutz.
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julio 19, 2020 a las 3:52 pm #13874
Israel Colin
ParticipanteDecidí nombrar esta tarea con ese dicho popular por lo siguiente. Mis abuelos tuvieron por muchos años una funeraria y durante toda mi vida vimos la muerte como un negocio. Acompañaba a mi abuelo a recoger los muertos, íbamos a la UNAM y veía cómo utilizaba huesos, cráneos, etc, como si fueran meras piezas de un carro, en fin había una total “indiferencia” a otros significados sobre la muerte. Incluso, recuerdo que una Navidad mi abuelo mato a un pavo y todos los nietos decíamos “Nooo, no lo mates” y él con esa “frialdad” que lo caracterizaba nos decía “No pasa nada, de todos modos se iba a morir algún día”. Hasta que un día empezó a enfermar el abuelo. Se vendió la funeraria y la muerte tomó una forma digámoslo así, menos “impersonal”. Ahora si había miedo, ahora si era importante el NO morirse, ahora si la vida era algo a lo que uno se aferra. Una ocasión, platicando con mi abuelo en el hospital mientras lo preparaban para una cirugía importante, me contó que él abría sido un hombre muy afortunado. Sin tener estudios había logrado tener muchas cosas, una familia, una esposa, hijos, etc., y además no había sido forzosamente un buen hombre y que su principal miedo a morir hoy día era que en vida nunca lo alcanzó el famosísimo KARMA, jamás “pagó” ni una de sus “fechorías” y que le atormenta a la idea (totalmente judeocristiana) de llegar a rendir cuentas y que ahora si tuviese que pasar el resto de sus “No días” en el infierno siendo torturado por diablos como lo marca no se si la Biblia o la Divina Comedia.
Con base en lo anterior y tomando como referencia el título de mi tarea, creo que antes de tener pensamientos estoicos, la muerte es más una situación que mientras pase en otros lados, otras familia, otros países, casi que la entendemos. Ah, pero si eso sucede dentro de mi círculo cercano y peor aún en mí mismo, toda esta falsa ecuanimidad se esfuma por completo.
Por último, y para no salirme del ámbito familiar, hace unas semanas platicaba con mi madre sobre aquellas cosas que aprendí en mi familia y en casa y aquellas que JAMÁS, PERO VERDADERAMENTE JAMÁS alguien siquiera tocó durante mi niñez, infancia y adolescencia. Un ejemplo fue el deporte, otro las artes y uno más la muerte. En casa, esos temas eran totalmente empíricos, uno sabía que las personas, animales y plantas se morian y tan tan… No pasaba mas. Incluso tengo un recuerdo de algo bueno, porque ir a visitar a familiares al panteón en casa era representativo de un día de campo. Un pícnic en la tumba de la bisabuela. Nadie lloraba, todos reían. Hoy tanto mis abuelos como mi madre, mis tíos, mi familia en general huyen a la idea de tener que enterrar a alguno.
El negocio de la muerte se acabó y se llevó consigo aquella idea de que todos nos vamos a morir. Como el pavo.
Un abrazo Gabriel.
julio 21, 2020 a las 9:30 am #13926Gabriel Schutz
SuperadministradorWow, qué interesante, Israel. ¡Tienes material para un buen cuento o novela! Aquí ya has esbozado una buena crónica.
Una breve aclaración. La idea de que hay una especie de justicia retributiva, en ésta o en otra vida, no es sólo judeo-cristiana; el karma, como bien mencionas, supone esa idea, si bien en ese caso la retribución no deriva de un Dios personal, sino de un proceso distinto.
En relación a la impersonalidad de la muerte en la medida en que se vea como algo lejano, no hay duda de que la cercanía o lejanía pueden afectar la percepción, pero tampoco hay duda de que somos mortales, tengamos experiencias cercanas o lejanas, y de que, en algún lugar, sabemos que nosotros y las personas que amamos van a morir. El relato de tu tus abuelos y tu madre es elocuente, pero, desde mi punto de vista, no habla tanto del paso de una conciencia distante y ecuánime a una dramática, sino de una falta de conciencia, quizá una negación (“eso les pasa a los otros”, “eso sólo es materia de un negocio”), a una súbita y, por lo tanto, deficiente, toma de conciencia. Es decir, precisamente porque no hubo una maduración, una preparación concienzuda sobre la muerte, cuando ésta sobrevino, la reacción fue tan medrosa. Por lo tanto, yo creo que no había antes ecuanimidad, sino simple y llana inconsciencia. De ahí que tu historia, tremendamente interesante, me parezca, más que una objeción al hecho de premeditar la muerte, una confirmación de su sentido y utilidad.
Un abrazo de vuelta y gracias por compartir esta historia.
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