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    Santiago
    Ayer murió mi abuela Maruchi. He llorado mucho. No sé por qué, pero me entiendo muy bien con los grandes. Mi abuela vivía en su mundo. Como yo soy el único nieto que maneja, con frecuencia me llamaba los sábados para que la llevara a toda clase de recorridos: si ir a comprar dos botones, si llevar la ropa a la tintorería, pasar por el supermercado porque ya se quedó sin jugo, ir a la farmacia. Eran recorridos de los sábados por la mañana. Yo los disfrutaba. Un día me pidió que la fuera a recoger porque había visto que las plantas de mi casa estaban tristes. Fuimos a comprar algún líquido y un atomizador. Llegamos a mi casa. Se puso unos guantes de plástico, preparó la mezcla y roció todas las plantas. Orgullosa de su tarea que duró aproximadamente diez minutos, me dijo: “quedaron muy bien. Llévame a mi casa”. ¡La amo!
    Llegamos a la agencia funeraria y ya estaban ahí mis tíos y primos de Puebla. Los sentí lejanos, como si no pertenecieran a este espacio. Mi abuela también era su abuela, pero desde que ella se enfermó ya casi no vinieron a verla.

    Pedro
    Ayer murió mi abuela. Ayer también regresamos de Guatemala. Mi tío Santiago nos estaba esperando en el aeropuerto, cosa rara, porque nadie nunca había ido a recogernos después de un viaje. Ya en el coche me enteré de que mi abuela había muerto esa misma mañana. Por eso mi mamá está tan triste. Sólo se quedaba viendo a través de la ventana con sus anteojos oscuros. Una vez le pregunté a mi mamá porque iba tan seguido a ver a mi abuela. A mí eso no me caía bien. Me contestó que la abuela estaba muy enferma y por eso ella la visitaba tan seguido. Mi mamá era quien la llevaba a toda clase de doctores.
    Mi abuela nos enseñó a jugar continental. Para entretenerla íbamos por las tardes a jugar. Dejamos de hacerlo cuando ya no pudo sostener las cartas.
    Llegamos a la agencia funeraria y ya había mucha gente. Es la primera vez que voy a un lugar así. Mucha gente se acercaba a abrazarnos; a muchas no las conocía. Yo sólo quería estar cerca de mi mamá. Un rato fui a sentarme con mis primos de Puebla. No nos vemos muy seguido, pero eran de las pocas personas que conocía. Estoy muy triste y mi mamá también.

    María José
    Ayer murió mi abuela Maruchi. Cuando le hablaron a mi papá por teléfono, oí que decía: “no me diga, no lo puedo creer”. Colgó y se soltó a llorar. Como pudo nos dijo que empacáramos porque nos íbamos a México. Como vivimos en Puebla, no veíamos mucho a mi abuela. Mi papá vive con ella, porque trabaja allá y todos los fines de semana se viene a la casa. Y el lunes, de madrugada, se regresa a México.
    Mi abuela me caía bien, aunque la verdad no la traté mucho. Un par de comidas al año y el festejo de Navidad, pero no el día de Navidad porque ese día siempre la pasamos con mis otros abuelos.
    Sé que mi abuela tomaba clases de costura porque con cierta frecuencia me llegaban paquetitos: que si una pijama, que si un vestido. Hace tiempo que ya no me enviaba nada; mi papá nos contaba que la abuela estaba muy enferma. Se tardaron muchos meses en saber qué tenía. Él nunca nos dijo que nos iba a llevar a verla. Como pasaba toda la semana en México, lo último que quería es que nosotros fuéramos para allá. Además, un día le oí decir por teléfono a una de sus hermanas que quería ahorrarnos, me supongo que a mi hermano y a mí, el ver a su mamá tan mal. Supe que ya no podía tragar y por eso le pusieron una sonda directa al estómago; supe también que poco a poco dejó de hablar y entonces se comunicaba a través de un IPAD. Y como mi papá se pasa toda la semana en México pues tampoco es que supiera mucho más.
    Fuimos los primeros en llegar a la funeraria. La sala se fue llenando poco a poco de mucha gente que no conocía. ¡Qué extraño es todo esto! Mi abuela ahí en una caja de madera, todas las personas tristes, silenciosas. Pedro se acercó a estar con nosotros. Me cae bien mi primo, aunque casi nunca lo veo.

    María
    Ayer murió mi abuela. La única que me quedaba porque la abuela Tita ya había muerto desde hacía años. Yo era más cercana a mi abuela Maruchi que a mi abuela Tita. Siento que la abuela Tita prefería a mi hermano Santiago. Cuando nos hablaron y dijeron que mi abuela había muerto, nos fuimos rápidamente a su departamento. La encontré en su cama, como dormida, y ahí sin más me acurruqué al lado de ella, no sé por cuánto tiempo. Mi mamá no me quiso molestar, pero luego me dijo que estuve más de una hora al lado de mi abuela. Como ella tomaba clases de costura siempre me estaba haciendo ropa: pijamas, blusitas, faldas; algunas de ellas no me gustaban porque me hacían ver “chiquita” y ya no lo soy tanto. Me encanta entrar al vestidor de mi abuela a probarme sus zapatos, sus vestidos. Algún día vi la caja donde guardaba sus aretes, pulsera y collares y me quedé impresionada. Al ver mi cara, me dijo: “algún día esto será tuyo”.
    Cuando llegamos a la funeraria, ya había algunas personas. A lo lejos, vi a mis primos de Puebla. Pedro estaba con ellos. Se acercó y nos abrazamos. Él y yo nos llevamos muy bien. Poco a poco fui saludando y abrazando a todos los tíos, tías, amigos y amigas de mi abuela que se acercaban a saludarme. No sé porqué me siento muy triste. Sé que voy a extrañar mucho a mi abuela.

    #14047
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Me parece interesante que, en lugar de haber escogido una situación conflictiva del pasado, como sugería en principio el ejercicio, decidieras en cambio escoger una situación, triste sí, pero no conflictiva, y honrar así, a través de múltiples miradas, la memoria de una persona que has amado. Esto dice algo de ti.

    El texto está muy logrado. Es como un mosaico de anécdotas y acotaciones sobre la abuela Maruchi que se va completando a medida que se agregan las miradas. Algunas son muy entrañables, en particular, la del comienzo, cuando ella se encarga de las plantas y, una vez consumada la tarea, pide que la lleven a su casa. Es interesante la escritura a partir de múltiples primeras personas, precisamente por eso, porque permite variaciones subjetivas, vívidas, sobre un mismo asunto.

    En este caso, además, hay un uso inteligente y oportuno de la repetición, como si fuese un estribillo en el comienzo de cada testimonio. Yo habría titulado, incluso, con ese estribillo: Ayer murió mi abuela.

    También es interesante que se deslicen hebras narrativas secundarias, digamos, como el distanciamiento de los primos de Puebla y que esto (que podría ser, quizá, la parte propiamente conflictiva) acuse perspectivas múltiples: una cierta condena desde un lado, una justificación clara desde otro, etc.

    En fin, que es un texto entrañable, logrado y generoso en relación a la memoria que evoca.

    #14073

    Muchas gracias Gabriel por tu comentario. Por alguna extraña razón no me llegó la respuesta en mi correo. Debo de confesar que lo escribí justo el día del aniversario de la muerte de la abuela Maruchi, ya seis años. Fue con un pequeñísimo homenaje a mi madre.

    #14074
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    De nada, Pilar. Es un gusto leerte. No sé por qué no te haya llegado la notificación al correo. En todo caso, fíjate siempre si abajo, donde dice “Avisarme de las respuestas posteriores por correo electrónico”, la casilla está marcada y ten en cuenta que, desde que subes un escrito, yo puedo tardar entre dos y tres días en responder, a veces menos, pero nunca más (salvo que pasar algo muy raro). De modo que, aun cuando no te llegue una notificación después de tres días de haber publicado, lo más probable es que te haya respondido.

    Qué lindo homenaje a tu abuela y a tu mamá.

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