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Gabriel Schutz.
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septiembre 6, 2021 a las 1:56 pm #15522
Marcela Acle
ParticipantePrimavera
Tengo gratos recuerdos de mi infancia, por ejemplo, cuando jugábamos a las “cebollitas” con mi mamá o a las muñecas de recortar o al campamento. La escuela fue un lugar aterrorizante el primer día, mi entrada al kínder la recuerdo hasta el día de hoy, (lo mismo la universidad); después se convirtieron en espacios donde hice grandes amigos que aún conservo.
En este periodo, se generó un problema que aún arrastro conmigo: la falta de autoestima. De seis hermanos yo fui la cuarta, así que ni era de los “grandes”, ni de las chicas. Me perdí en un mundo de feroz competencia entre mis hermanos, quienes siempre lucharon por ser el primero en el afecto de mi mamá (ella estimulaba esa “lucha fratricida”). Mi papá fue más parejo, pero la debilidad por su único hijo varón lo perdía. Yo asumí que no podía ganar; sin embargo, en la escuela fui exitosa tanto intelectual como socialmente. Éxito que logré sin esfuerzo.
En mi primavera se gestó en mí una paradoja. Por un lado, anhelé mayor reconocimiento de mis padres, me subestimé y aprendí a no creer en mí. Por otro, surgió una MAT capaz de hacer amistades entrañables, exitosa en sus estudios, muy divertida y con sentido del humor. Dos polos entre los que ha oscilado mi vida.
Verano
El tiempo de los enamoramientos. Procedente de escuela de monjas, mi contacto con los hombres fue nulo. Mi hermano nunca permitió que sus amigos se me acercaran. Finalmente me enamoré de un mimo que decidió irse a París a estudiar. Yo, ni tarda ni perezosa, desafié a mis padres, me titulé en tres patadas, vendí mi automóvil y me fui tras él. Cuando llegué a la Ciudad Luz me enteré de que vivía con otra mujer. Me sentí perdida en un país desconocido. Al cabo de un año y mandarlo a la chingada (tras sostener la relación con todos sus agravantes) empecé a disfrutar París (ya con beca) y aún hoy es una ciudad que recuerdo intensamente.
Mis enamoramientos siempre fueron con hombres imposibles (casados), particularmente con uno con quien sufrí porque me degradaba. Pienso que mi inconsciente tampoco me permitía dejar el nido familiar, al que regresé después de 3 años en París y que no abandoné hasta la muerte de mis padres.
También creo que la inteligencia de una mujer no es muy compatible con el macho mexicano y, entonces, ellos tienden a menospreciar (y si ese menosprecio ya lo trae uno en el ADN, se crea la situación perfecta).
En esta época descubrí algo determinante. Mis primeros trabajos me condujeron al mundo rural, al contacto con indígenas y campesinos, y fue algo que me encantó. Tanto que seguí trabajando en eso toda mi vida. Al principio poniendo toda mi creatividad en la elaboración de material didáctico, radionovelas educativas (divertidísimas gracias a un gran equipo). Fue en este verano de mi vida que descubrí mi vocación social y mis capacidades para adaptarme a situaciones complejas cuando se convive con personas de una condición social muy distinta. Descubrí un mundo y supe valorar sus aportes y potencialidades.Otoño
Una época de cosecha, tal vez la más rica de mi vida. En el trabajo ascendí a directora y viví muchas experiencias interesantes. Problemas hubo muchos, pero los solventé. Lo más gratificante fue que me hice cargo de las radiodifusoras indigenistas (20) y eso me permitió conocer lugares insospechados, disfrutar de las culturas indígenas y entrar en contacto con un montón de gente interesante relacionada con el mundo de la cultura. Además me pagaban bien (a cambio de hipotecar mi vida), pero ahorré lo más que pude y en el cambio de sexenio renuncié harta de la burocracia. Me dije que lo que quería hacer en la vida era escribir (de hecho, hubo intentos previos). Cursé una maestría en Casa Lamm donde conocí personas maravillosas (como tú, Gabriel) y otras no tanto (jeje). Escribí una novela que me gustó y también a mis lectores. Empecé un blog semanal, denominado Humores que matan, burlándome de la política nacional.
El otoño de mi vida fue rico, pero también doloroso. Sufrí la muerte de mis padres y la desintegración de la familia. Aún ahora los hermanos continuamos separados. Pero inauguré mi independencia y aprendí a vivir sola. Un gran aprendizaje.
Mi hermana y yo rescatamos la casa paterna. Mi hermano, el albacea, la quería vender en un precio irrisorio y aprovechamos la oferta. Pero se la rentamos a unos narcos y nos la clausuraron. Un año tardé en recuperarla y cuando lo hice, después de ir cuarto tras cuarto a despedirme, decidí quedarme a vivir en ella un rato. Esa casa la disfruté horrores. La pinté con colores llamativos, puse mis escasos muebles y construí un lugar acogedor.Invierno
La primera parte la pasé bien, disfruté mi enorme casa con comidas con los amigos. Tomé cursos y publiqué un librito de cuentos en internet que se perdió en el infinito de la web. Retomé los cuentos y paulatinamente los publiqué en La Pluma de Ganso, una revista dedicada a escritores desconocidos como yo. Continué con el Humores hasta que llegó AMLO y lo abandoné por cobarde, me dieron miedo las reacciones de mis escasos lectores morenistas. Empecé la novela de la abuela y vendí la casona. Las rodillas me obligaron con sus molestias. Me mudé a un departamento muy bonito.
Vino la pandemia y entonces la gente de mi edad se convirtió en vulnerable, susceptible de morirse en un dos por tres gracias al covid (¡y yo que me sentía tan joven!). Llegó el encierro y con él la falta de amigos, de abrazos, de comidas. Resistí. Hice todo por sobrevivir en esas nuevas condiciones, pero hace algunos meses caí en una gran depresión. Me refugié en casa de mi hermana porque no podía ni levantarme ni comer. Ahora estoy mejor, de vuelta en casa, con terapia, sumida en ese lugar común tan mexicano del “echándole ganas”. Lo cierto es que aún me siento en la cuerda floja. La proximidad de los 70 (en tres meses), mis malestares más las enfermedades graves y muertes de amigos cercanos me han abatido.
Sé que no soy permanente, ni lo quiero ser, pero la proximidad del dolor me asusta.septiembre 10, 2021 a las 10:03 am #15525Gabriel Schutz
SuperadministradorA tres semanas de cumplir 70 años, supongo que mirar retrospectivamente la vida como un todo, con toda esta riqueza de experiencias, ha de ser satisfactorio. Como en toda vida, hay amor y desamor, aflicción y alegría, ventura y desventura, pero destaca una cierta intrepidez, un espíritu inquieto, viajero, buscador, luchón, una gran capacidad para reinventarse y el humor, quizá tu gran refugio, tu gran instrumento alquímico, ese que te ha permitido, desde niña, transformar la tragedia en comedia. En fin, que me encantó conocer de tu vida con mayor detalle y verla así, en un cuadro sinóptico; conocía algunos episodios que me habías contado años ha, lo de las radios y las comunidades indígenas o tu apego hacia la casa de tus padres, pero desconocía casi todo lo demás. Gracias por las flores, Mat. También yo te tengo a ti por una persona maravillosa.
Te agradezco mucho haber pasado otra vez por este taller. Fue un deleite leerte. En lo que pueda apoyarte con los miedillos y las aprehensiones, cuentas conmigo.
Como siempre, te pido encarecidamente, si no es molestia y te nace, si puedes dejar un comentario del curso.
Un abrazo muy fuerte.
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