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  • #13852

    Primer día: Mi mundo es muy reducido y a la vez es todo un universo
    Segundo día: Y de repente te das cuenta que la herida sanó
    Regresar a la vida con ganas de saludar y abrazar y sobre todo dar las gracias
    Tercer día. Domingo de quietud y zozobra.
    La casa y la lectura han sido los mayores refugios en estos tiempos.
    ¿Qué será de nosotros y de los otros ante tanta incertidumbre?

    Cuarto día: Empezamos a salir, a entrar a la “nueva normalidad”. Al entrar a la cafetería nos tomaron la temperatura, pisamos un tapete “sanitizante”, nos proporcionaron gel. La mesera nos atendió con careta cubrebocas, no hay menú impreso, no han manteles, ni siquiera de individuales de papel. Todos los alimentos llegaron envueltos en plástico. Los huevos que tanto me gusta y que siempre pido cuando vamos ahí no estaban tan ricos. O el chef perdió la sazón o los frijoles -como me dijo mi hijo- los acababan de descongelar. Mi esposo pagó en efectivo, antes de que la mesera tomara los billetes, éstos fueron “santitizados”. Fuimos los únicos comensales en la cafetería. Las meseras ansiosas por volver a trabajar. ¿Cuánto tiempo viviremos así? ¿Nos contagiaremos de Covid 19 por haber ido a desayunar? ¿estamos seguros’ Muchas preguntas sin respuestas.
    Quinto día. Seguimos

    #13858
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Es interesante leer esto, tan representativo de este tiempo, como el título mismo que escogiste. Porque, si bien, el cuarto día es el más explícito en relación a la, así llamada, “nueva normalidad”, todo el texto rezuma eso: la reducción del espacio, que es, sí, un universo, pero que eventualmente oprime; los altibajos, más allá de saberse privilegiados, entre la gratitud, el hastío, la incertidumbre; la ambivalencia de todo, incluso de la propia casa, que es refugio y a veces quizá prisión…

    La breve crónica de los huevos desangelados en la cafetería aséptica y solitaria es un testimonio fiel y, a qué negarlo, triste, de este tiempo, en el que salir es a la vez una aventura excitante y una desilusión. En fin, Pilar, que me he sentido muy cercano a tu retrato de estos días.

    Escribir es también un gran refugio. Ya han quedado establecidos los cimientos. Ahora, como bien concluyes, es preciso seguir.

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