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  • #14079
    BonifaciaBonifacia
    Participante

    Ejercicios de la cuarta semana: Puntos de vista

    LA SIEMBRA DE UN JACINTO EN EL OTOÑO

    Rosalía (madre de Jacinto, Pancha y Ramón Leonidas) (2/11/1992)

    Un año que no está mi Ramón Leonidas, ni mi Pancha. Recuerdo a mi comai Esperanza: Apúrese, comai, que no tengo todo el día pa’llevarme a la muchacha. ¡Pancha, corre, ven! Apúrate que ya llegó tu madrina Esperanza a buscarte.
    Yo, con el delantal amarillo, manchado por el tizne, caminando con un paso cansado de amargura. La veo, veo a mi pequeña Pancha, como si fuera ahora mismo, la veo cuando caminó hasta el cotoperí para esconderse. ¡Pobre!, y pobre yo también… Espéreme comai, ya se la traigo, desde lo de la laguna, Agapito no la aguanta, no la queremos ni ver. ¡Pancha! Aligera, ¡MUCHACHA DEL CARAJO! Esta muchacha no sirve para nada, comai, solo sabe llorar… ya nos amargó bastante la vida. Sin Ramón Leonidas, en esta casa se acabaron las risas.
    Se acabaron…

    Miriam, la jardinera (26/12/1992)

    Antier, cuando caminaba por el bosque buscando las flores para adornar el pesebre del Niño Jesús, el de mis taitas, me puse a la sombra del cotoperí. Vi algo raro, sentí algo raro, muy raro en aquel lugar. Lloré. No fue sino ponerme a la sombra y empezar con desconsuelo. No sabía por qué lloraba, pero lloré. Quise sentarme en el suelo para descansar y vi una plantita triste, parecía que le faltaba agua. Me acerqué al jagüey, cogí agua con mis manos y la regué… no era agua lo que le faltaba.

    Agapito, el marido de Rosalía (papá de Jacinto, de Pancha y de Ramón Leonidas) (2/11/1992)

    Recuerdo aquella mañana, era el día de los muertos. Rasalía amaneció que se la llevaba el demonio. No se le podía decir nada, parecía un perro rabioso. ¿Qué le pasó a mi sombrero, Rosalía? Yo que mierda sé de tu sombrero, a mí déjame en paz… Rosalía ¿dónde está Jacinto? A mí no me preguntes por ese muchacho, me tiene obstinada, desde ayer le dije que se fuera bien temprano a buscar la leña, mira la hora que es y ná que llega, ¿pan´de se habrá ido? No sirve pa´ná ese muchacho… ¡Ya estoy harta! ¡HARTA! Tuve que pedirle la leña a la vieja María… pa qué hablarte, la retahíla con la que me salió. Cuando llegue Jacinto lo mato a palo.

    Pancha, (hija de Rosalía, hermana de Jacinto y de Ramón Leonidas) (27 años después, 2/11/2019)

    Todo sigue igual: la puerta permanece cerrada; en el mismo sitio, el mismo delantal amarillo, manchado por tizne, decolorado por el sol; la misma percha con la misma chaqueta negra colgada y las mismas enormes botas vaqueras de mi taita, pintadas por el barro y la distancia; el mismo olor a tierra fresca y dulce; las paredes un poco más descascarilladas, el suelo de tierra siempre como recién barrido, mi madre y sus manías, ¿de qué le sirvieron? Siempre esclava: de ella, de nosotras, de mi padre, de Jacinto… siempre esclava ¿de qué le sirvieron tantas manías? ¡Jacinto a buscar la leña! Pancha, no toques eso, ¡CARAJO! Te´viasobá. Y yo toco y toco y reviento, y es verdad, me soba pero lo rompo todo y me rompo yo y la rompo a ella también. Y ese maldito olor que me atormenta ¡cuánto cotoperí verde junto! ¡Por Dios! Toda la vida soñando con cotoperís, ahogada en cotoperís… como si la vida se hubiera detenido o más bien adelantado hasta el infierno. Ni los años. Ni los kilómetros ahuyentan el olor a lejanía, olor a roto. Como el hierro de los becerros, como cencerro en un eterno movimiento. No abran la puerta, no hagan ruido, que su taita está dormido, si lo despiertan: culo a la pared todo el mundo y correa, recuerdo esa cantaleta… Pancha, vigila a tu hermano, que no se vaya pa’la laguna. No mama, aquí no está Ramón Leonidas, hace rato que no lo veo. LA PREGUNTA: ¿Cómo que no está?… la veo clarito cuando corrió a la habitación a preguntarle a mi taita: ¡Agapito! ¿Está contigo Ramón Leonidas?…
    ¿Cómo puede ser que esta chaqueta conserve este olor a sudor de mi taita?, ese olor a trabajo y a familia, ese olor… ¿Cómo puede ser?

    Jacinto

    Yo llegué contento a regalarle mi tesoro. Me había levantado muy temprano en la madrugada para buscar la leña y me encontré con esos brotes tan frescos y pensé: estos se los llevo a mi mama.
    Busqué, palpé texturas lisas, rugosas, ásperas; olí romero, menta, cardamomo. Todo me parecía poco. Yo tenía que encontrar el que se pareciera a ella. Seguí buscando. Después de mucho probar y oler, me detuve un momento: sentí un olor, ese olor ¡Dios mío!, no sé qué era, me recordaba a mi mama, me veía chiquito, tomando su teta. ¡Olor a leche materna! A su regazo, a delantal con tizne, con leña. Suavecita la toqué, tanto que me hizo acordar de ella. Esta es, dije, con la seguridad del sol que alumbra mis mañanas sabaneras. Cogí la flor y la acuné.
    Caminé con cuidadito, para que no se rompiera en el camino. Siete horas fueron necesarias para recorrer el camino.
    Mientras caminaba, mi corazón galopaba en el pecho como caballo desbocao.
    Por fin llegué.
    Abrí la puerta, mi madre estaba de espaldas, no me sintió llegar. Me le acerqué con cautela, quería sorprenderla, agasajarla quería.
    —¡Doña Rosalía! —dije con voz alegre— le he traído una flor.
    —¿Una flor? Menudo estás hecho. ¿Dónde está la leña que te pedí ayer? ¡Quita de aquí, muchacho! —gritó con ese tono…
    Salí callaíto hasta la puerta. Agilé por el camino de regreso y me sembré a la sombra del cotoperí.

    #14087
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Lo que encuentro más interesante del texto es su polifonía, los distintos registros, las distintas sensibilidades, consistentes, verosímiles, singulares. Hay un muy buen trabajo con el lenguaje, con las expresiones coloquiales, y eso da un cuadro rico.

    De otro lado, no alcanzo a entender la situación que unifica todos esos puntos de vista. Entiendo bien que Jacinto, por un acto de amor a su madre, se retrasa en el encargo que le es confiado y que su madre, incapaz de apreciar el sentido amoroso de ese acto, lo regaña fuertemente. Entiendo que el padre, a raíz del denso malhumor de su esposa, también se las va a agarrar con Jacinto. Pero quedo desconcertado cuando se habla de la desaparición de Ramón Leonidas (y no de Jacinto), y de que esto se recuerde 27 años después, y tampoco consigo articular el mal presentimiento de Miriam, la jardinera, con todo esto. ¿De qué me estoy perdiendo? ¿O falta realmente algo? Me quedo con preguntas y curiosidad.

    #14090
    BonifaciaBonifacia
    Participante

    Hola, Gabriel!
    Gracias por tu lectura.
    Es una historia un poco intrincada, de la forma como está contada. En línea recta sería: La historia trágica de una familia que se desintegra por la muerte de los hijos. EL primero, Ramón Leonidas, un niño que se ahoga en la laguna mientras que su hermanita, Pancha, debería estarlo cuidando. Los padres no aguantan la pena y “regalan” a la niña Pancha a su madrina Esperanza.
    Al año de la muerte y la partida de Pancha de la casa de Rosalía, Agapito y Jacinto (el único hijo que les queda, Rosalía tiene ese humor de “perros” y reacciona en contra de todo el que se le “atraviesa”, entre ellos Jacinto que es un niño casi adolescente. Ante ese desprecio que él no siente como única vez, si no que es constante, se va triste y “se siembra a la sombra del cotoperí”, de allí que nazca una planta triste donde cada vez que alguien llega siente lo que sintió Miriam, la jardinera. Pancha regresa a “su casa” después de muchos años y rememora un poco la historia de tantos desencuentros…
    Es la sublimación de una historia de desprecio de una madre hacia su hijo… Más que puntos de vista serían puntos de percepción.
    Gabriel, gracias por tu tiempo. Estoy ahora con la próxima tarea, la cual me está costando mucho mucho mucho…

    #14092
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Ahora me queda todo claro. Es interesante, porque me pareció adivinar la posibilidad de que uno de los hijos se hubiera ahogado en el lago, pero sólo alcancé a intuirlo. Hemingway decía que un buen cuento es como un iceberg: lo mejor nunca se dice (como el iceberg, siete de cuyas ochos partes quedan sumergidas en el agua). El efecto de no decir lo más importante siempre es interesante, a veces perturbador. Algo de eso sucede en tu texto. Hemingway fue un maestro en esto y uno de mis cuentistas favoritos, Raymond Carver, lo hace de manera magistral. El problema, que es un problema al que debe enfrentarse cualquier persona que narre una historia, es si tanta implicación no pone en peligro la inteligibilidad del relato. Pero de esto se aprende algo importante y es a tener conciencia de cuánto queremos decir y cuánto callar, qué tanto explicitamos y qué tanto implicamos. Creo que es de las cosas más importantes que se aprenden cuando se intenta narrar y es parte de lo que sucede con tu relato. Tú tomaste el riesgo de intentar no decir lo más importante de manera explícita y me parece un riesgo que vale la pena asumir. Ya los lectores te dirán luego si es preciso matizar esa decisión, como quizá sea el caso aquí.

    Ánimo con lo que sigue, Bonifacia. Tómamte el tiempo que necesites, nadie te corre.

    #14095
    BonifaciaBonifacia
    Participante

    Gabriel,coincidimos en algo: Carver es mi favorito 🙂 (LA Catedral cada vez que la leo me causa la misma emoción) y Alice Munro mi favorita 😉, leí vorazmente sus cuentos y su novela.
    A ver qué me sale de esta historia entretejida de mi abuelo paterno, mi abuela materna, mi padre y yo 😬

    Saludos

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