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Gabriel Schutz.
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enero 15, 2021 a las 7:48 pm #15057
Dolly
ParticipanteAntes escuchaba constantemente lo del ejercicio de agradecer, incluso intenté hacerlo y nunca me funcionó. No me hacía sentir mejor, como la gente aseguraba, ni valoraba más mi vida. Me parecía una patraña del self-help actual, un cliché. Curiosamente, ahora empecé a caer en agradecer constantemente sin proponérmelo. Lo que más valoro es el tiempo en el que estoy en calma. Después de varios días de sufrir de un estrés de alto grado, y con ello, una ansiedad que sentía que me estaba matando; ahora pongo atención a los momentos en los que estoy en paz. Los veo con ojos nuevos, como algo novedoso y muy valioso, una ganacia. Agradezco porque no está sonando el teléfono (aunque me parece algo sospechoso), porque no me están dando órdenes encontradas que no puedo resolver, porque simplemente estoy sentada en paz comiendo, o haciendo ejercicio, o viendo alguna serie. Antes lo valoraba también, nunca lo di por hecho, sabía que era un privilegio, pero es que ahora ha tomado un cariz de más ganancia, supongo porque he estado experimentando lo impermanente que son esos momentos, y lo rápido que se pueden ir. No sé aún si los aprovecho (todavía sospecho de ellos un poco), pero al menos los aprecio enormemente.
Así mismo, cuando una situación dispreferida tiene que pasar, pienso con el mismo ahínco que será por sólo unas horas, y me intento convencer de ello. Cuando termina, siento un grado de felicidad mayor. Antes, quizás me quedaba en la sensación estresante. Ahora es un ejercicio diario analizar estos momentos, saber que llegarán a un final, pero que los tengo ahora (presente-regalo) y me parecen una enorme maravilla porque me ayudan a llevar mejor la vida, a darme cuenta que mi día no fue tan terrible como la mente me lo quiso hacer creer.
Es verdad que, aunque la muerte nunca me importó (la muerte mía, la de los demás me afecta muchísimo), ahora me da un poco de tristeza pensar qué pasaría si me muriera, porque algo dentro de mí sabe que, como no estoy en el mejor lugar, ni en el mejor momento de mi vida, y que tengo planes que no he terminado de realizar, quizás me deprimiría el saber mi muerte. No sé si esto me esté ayudando a tomar una decisión de dejarlo todo, o mejor sigo practicando el valorar esos momentos presentes, que han surgido con más fuerza, por las situaciones desagradables que me han hecho ver el contraste.
Igualmente, nunca he dejado de valorar a las personas que quiero. Pero ahora que puedo abrirme con ellas, sentirme vulnerable y de verdad saber que les importa mi situación, que sienten empatía por mí, y me escuchan con su mejor disposición; me dan mucha fuerza para continuar, y me siento afortunada de contar con ellos. Y también de saber que tengo otras opciones en la vida, que si estoy decidiendo ahora no tomarlas, es por elección y no por obligación. Todo esto gracias a los ejercicios estoicos.enero 17, 2021 a las 10:08 am #15064Gabriel Schutz
SuperadministradorQué inmensa alegría me da leer esto, Dolly. Hay constataciones y matices muy importantes en tu texto.
(1) La gratitud no se fuerza, no puedes ser forzada, porque consiste en el aprecio de lo GRATUITO, lo que es porque sí (lo que en el mundo del dinero no vale nada, pero en el mundo de la vida lo vale todo). Cuando decimos “gracias” a alguien, normalmente nos responden “de nada”. He ahí la auténtica lógica de la gratitud: aprecio y reconozco que esto que has hecho es una gracia (“gracias”), un regalo, algo que no deriva de una transacción (quid pro quo), algo que, como bien dices en algún lugar, no estaba dado, no podía darse por descontado; entonces la otra persona lo confirma, diciendo que, efectivamente, fue un acto espontáneo, no un cálculo interesado, algo que surgió así sin más, de la nada: “de nada”.
La rosa es sin porqué
Florece por qué florece(A. Silesius)
Es decir, la rosa no tiene por qué brotar y florecer, el brote es una gracia, un regalo. ¿Lo reconocemos? Tú empiezas a hacerlo y es maravilloso que así sea. (Lo de “gracias”, “de nada”, lo utilizamos en realidad en nuestras dinámicas transaccionales, pero originalmente refiere a aquello a lo que hice alusión más arriba). Lo que sucede es que la vida misma es una gracia y estos momentos de paz son propicios para darse cuenta de ello.
(2) En la atención está la clave y por eso ahora, al estar atenta a esos momentos, los aprecias y agradeces. Pero aquí hay algo más: tu sensibilidad no se dirige únicamente a lo que sucede y está ahí, sino también a lo que podría estar sucediendo y no sucede. Y este contraste, como muy bien observas, es el que propicia que puedas apreciar que no está sucediendo nada terrible. Es como cuando el zumbido del refrigerador cesa: entonces escuchamos el silencio y lo apreciamos, es decir, escuchamos el no-sonido, precisamente por obra de un contraste. Poder ampliar la atención y la sensibilidad a lo que podría suceder y no ha sucedido, al hecho de que no haya habido, pongamos, grandes contratiempos, es una perspectiva mucho más realista a la hora de evaluar lo que nos sucede, y mucho más satisfactoria.
(3) Es importante que reconozcas que, en cierto modo, no te sientes lista para morir, o en todo caso que, si te tocara morir en este tiempo, sentirías que habría faltado completar algo. En la medida en que te sientas más plena, esto ya no sucederá. Quizá morir será dispreferido, pero al mismo tiempo estarás fundamentalmente lista.
Te felicito de todo corazón, estás haciendo un gran trabajo.
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