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  • #13343
    Fanny
    Participante

    Escogí la ventana de lo que es mi recámara desde el último año, una vez descansando me percaté de la vista, puse atención a algo que ha estado ahí como 20 años pero no había visto, caray…
    Veo tres árboles, uno de ellos frutal y da pocos duraznos; veo unas palmas que dan una flor anaranjada y, lo que más me gusta es escuchar el canto de los pájaros, trato de verlos pues por sus cantos se percibe que son muchos pero no logro verlos, me gusta mucho la idea de que mi casa es un refugio para ellos y que al menos comen fruta y tienen donde dormir seguros.

    Hoy hay mucha luz del sol, la veo reflejarse en los tonos verdes de las hojas de los árboles que en un punto chocan unos con otros por el espacio en que mi mamá decidió sembrarlos. Hace unos 10 años compré un árbol que se llama cedrón-limón, me gusta mucho el té de esa hoja solo que mi mamá o quien le ayudaba a cuidar el jardín, lo sembraron casi pegado a la pared, cada vez que veo a mi pobre árbol todo encorvado me siento mal por no haber estado ahí el día que lo sembraron y tengo miedo de trasplantarlo porque generalmente mueren, ya nos pasó con una higuera, en fin. Quisiera poder tener el tiempo para cuidar mis árboles, quisiera aprender a podarlos y sé que en algún punto de mi vida lo haré. Lo más absurdo es que, antes de tener a mi hija y tener tiempo, no me importaba mucho pues mi madre se encargaba pero ahora que yo me encargo y mi hija es tan pequeña y demandante, ya no puedo y me genera cierto enojo.

    Todo depende del cristal con que se mire, sin duda en los días buenos uno ve las cosas como se siente uno y hoy, desde que abrí los ojos no fue un buen día así que veo mi ventana sin la magia de los árboles, sin sus colores brillantes, pienso en que quisiera irme a otro lugar porque me acostumbré a irme ante las dificultades pues es más fácil que permanecer mucho tiempo en los mismos lugares pues creo que eso fastidia las cosas pero ahora con mi hija no puedo irme como era la costumbre, tengo que permanecer, algo poco fácil cuando estoy en medio de un problema o un hartazgo.

    Me gustan las cortinas, son típicas de Oaxaca, mi padre nació allá así que todo lo que tenga de Oaxaca es un pedacito de mi papá, es como tenerlo presente y que él lo sepa.

    Hoy amanece lloviendo y me encantó despertar y ver desde la ventana la lluvia, me da un sentimiento de intimidad, de guardarme y seguir durmiendo já, lástima que no se puede. Si algo me gusta, es que llueva, se nutre la tierra y se nutre mi espíritu.

    #13359
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Es toda una sinfonía de estados de ánimo, donde se desdibujan (o se funden o con-funden) la ventana y tú. Como bien observas, todo depende del cristal con que se mire, y este ejercicio busca en parte eso, hacer ver cómo la ventana se vuelve el cristal con que miras.

    De todo lo que narras, comentas, reflexionas, lo que más me llama la atención es otra posible fusión: ese árbol que las circunstancias han encorvado, que temes transplantar por miedo a matarlo, y que casi parece una metáfora de lo que mencionas más adelante sobre ti misma: como si tú quisieras también transplantarte, cambiar de terruño cuando las circunstancias pesan sobre tu espalda, pero, lo mismo que el árbol, te vieras impedida de hacerlo. La diferencia entre el árbol y tú es que él ya no puede enderezarse por sus propios medios, mientras que tú estás en condiciones de hacerlo, así eso tome tiempo. Otra diferencia es que, llegado el caso, tú podrías autotransplantarte, mientras que el pobre árbol encorvado depende de que alguien lo haga por él. No es poca cosa tener albedrío.

    #13373
    Fanny
    Participante

    Me gustó tu interpretación. Es una condena estar plantados, es como si no pudiera uno modificar su destino. Mi mamá me dice que nunca venda la casa porque le tiene enorme cariño a su casa y a su pueblo, pero en mi caso, jamás me gustó estar aquí, yo lloraba y es que nací y me crié en otra ciudad (y en otras circunstancias no mejores por mi hermano) y a los 8 años mi mamá decidió cambiar el futuro. El libre albedrío de las madres impacta la vida de los hijos. Pienso en mi hija al desplantarme.
    Cuando quise embarazarme pensé que el haber llegado a éste lugar tan niña, haberme ido la mitad de mi vida de aquí y regresar, entre otras, para ser mamá, tenía sentido…era mi destino… y, bueno, es una tontería.
    Nunca pude irme totalmente porque no pude ni quise “plantarme” en otro lugar por mucho tiempo. Hoy solo pienso en la estabilidad y bienestar de mi hija, debo estar bien plantada.
    Gracias Gabriel, saludos!

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