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Gabriel Schutz.
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junio 1, 2020 a las 11:53 pm #13212
Agustin Emmanuel Espinosa Bataz
Participanteo Día 1: Llovió hace rato, queda un suave y frío viento que hace que las ramas del limón se ondeen, como si estuvieran saludando. Las nubes pasan de derecha a izquierda lentamente, con flojera. Una tiene forma de corazón, roto justo por la mitad; las partes se van separando más a medida que sopla el viento. Le siguen una tortuga, un zapato y un sombrero. Inhalo profundo y el petricor me hace sonreír y cerrar los ojos. Oigo una patrulla sonar, pero me doy cuenta de que, mientras más me enfoco, más sonidos distingo detrás de ella: varios tipos de ave, un perro ladrando, una motocicleta, la tele del vecino, el sonido de la pluma que escribe… Un ventarrón hace que la ventana casi se me cierre en la cara; supongo que indica que ya me debería meter.
o Día 2: Una nube me impide ver una estrella, pero reconozco a los otros dos “Reyes Magos” del cinturón de Orión: la única constelación que ubico de primera mano. La luna está iluminada en poco menos de la mitad de su superficie, y con eso basta: brilla fuerte. Se oye una fiesta a lo lejos, pero no distingo de dónde viene; pienso “Sana Distancia, ja, ja”. Reconozco el ritmo de una salsa, pero no así la canción exacta, así que dejo de ponerle atención. En la ciudad, hay luces por todos lados, formando multitudes de constelaciones en el suelo. Pienso que, tras cada luz de un hogar, existe al menos una persona, con todo un universo dentro de sí. Bostezo por más de cinco segundos, y es que realmente tengo sueño; mañana haré este ejercicio más temprano.
o Día 3: Halos de luz caen entre las nubes, uno de ellos baña un monumento en la avenida, como si fuera la meta de la misión de algún videojuego, y al llegar ahí, consiguieras la victoria. Un pájaro vino a ponerse en el marco de la ventana; muevo la pluma con lentitud, para no sobresaltarlo. Tras unos segundos, alza el vuelo y se funde con las ramas del limón del jardín: eso explica que algunos sonidos de ave suenen tan cercanos. Sonrío: extrañaba ver los nidos de los pájaros en mi universidad, y resulta que tenía uno aquí enfrente.
o Día 4: Taz (mi perro) está mordisqueando un hueso: le da vueltas, lo mira, lo olfatea, le da mordidas aquí y allá… Se nota que lo está disfrutando, y que en este momento no existe nada que no sea el hueso para él. En una escuela a lo lejos, cruzando la avenida, mi exnovia tuvo un recital de danza. Recuerdo que se veía hermosa, y que ese día fue la primera vez que compré flores para alguien que no fuera mi mamá. En noviembre se cumplirán diez años de aquella tarde. Hoy tengo una pareja distinta, de quien estoy enamorado de una manera indescriptible; por su parte, mi exnovia ha pasado por un par de relaciones no muy afortunadas, y de vez en cuando me llama. Lo hizo ayer en la noche, tal vez por eso estoy pensando en ella en este momento. Vuelvo al presente, y suspiro al notar que, mientras yo viajé al pasado y de regreso, Taz no ha perdido la atención sobre su hueso.
o Día 5: Anocheció hace muy poco. Lo único que se escucha son los grillos, y algún auto pasando cada cierto tiempo. En estos días he descubierto detalles del paisaje en los que no había reparado (por ejemplo: hay una gasolinera a no mucha distancia, y me parece de locos el no haber notado antes la barra de luz verde entre las demás luces de la ciudad). Antes de hacer el ejercicio, estaba oyendo una canción de tonada nostálgica, llamada “It’s raining somewhere else”. Mientras veo por la ventana, pienso que todo se ve tan calmado, que no parece que exista una pandemia, disturbios en el país vecino (y en este también), una crisis internacional, y todas las demás cosas que han venido ocurriendo. Estas semanas me han servido mucho para estar más sereno y enfocado, pero… Está lloviendo en alguna otra parte.
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Este debate fue modificado hace 3 años, 3 meses por
Agustin Emmanuel Espinosa Bataz.
junio 3, 2020 a las 10:25 am #13238Gabriel Schutz
SuperadministradorEl texto es tan sensual que se pueden sentir la lluvia y su olor, los grillos, se pueden ver las formas de las nubes, las luces de la ciudad… La prosa que aparece aquí es sumamente precisa y, aunque es también una prosa elaborada, no se siente esa elaboración, fluye con naturalidad de la percepción al pensamiento, del pensamiento al recuerdo, del recuerdo a la reflexión que suscitan Taz y su hueso. Pero lo que me parece más interesante y logrado es que, a través de la ventana, se alcanza a sentir con claridad, aunque no hable de sí, y precisamente POR NO HABLAR DE SÍ, quién es el que está ahí, observando, recordando, escuchando música. El tono contemplativo le presta la voz al mundo y sus objetos, y eso genera un poco el efecto que se siente en los haikus clásicos, donde el sujeto no aparece, pero el aparecerse de ese instante objetivo va mucho más allá de los objetos y se respira ese «eterno presente» en el que seguramente vive Taz, y que tú rozas aquí (porque, incluso, cuando hablas de tus pensamientos, los tomas un poco como si fueran esas nubes que pasan con forma de tortuga o zapato). Esa especie de calma que aparece con la lluvia y la levitación de las nubes, en el primer día, planea a lo largo del texto y me parece que, después de leerlo, uno mismo queda en calma. Detenerse y contemplar, observar y escribir, samatta y vipassana.
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Este debate fue modificado hace 3 años, 3 meses por
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