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    ALBERT
    Participante

    PRIMAVERA:
    Hedy mi hermana nació en 1934, mi hermano Wiggerl en 1936 y yo, en 1937. Mi papá trabajaba como proyectista para los Ferrocarriles Nacionales Alemanes. Desde el primer día de la segunda guerra mundial, lo enrolaron al Ejercito. Poco a poco mi mundo consciente empezaba a registrar parte del desarrollo diario.

    La vida se desarrollaba en la cocina. La costumbre alemana es que cada uno tenía su lugar y su ocupación antes y después de los alimentos. Era importante platicar de lo que pasaba a cada uno. Nuestra Mamá fomentaba con preguntas nuestra participación. Recuerdo que estas convivencias nos gustaban y, nos daban seguridad y alegría.

    Ahora comprendo los beneficios adquiridos por participar en las labores de lavar los platos, de guardar las cosas en su lugar, etc. También veo el gran regalo de nuestra Mamá, de siempre alertarnos de ver lo bello de la tierra: “Mira esta flor, sus colores”, “observa aquellas nubes que proyectan alguna figura”, hasta los cambios del clima nos hacía ver, decía que registráramos la cercanía de los Alpes, con la nieve en sus cúpulas lo cual marcaba un cambio en el clima.

    Afuera seguían los bombardeos a las ciudades. La lucha por sobrevivir cada día se ponía más difícil. La educación escolar sin programas, sin maestros y sin salones.

    Llegó el día que se oyó la voz de mi Mamá: “Ahí viene tu Papá”. Gran alegría para ella. Difícil para mí, no lo recordaba de haberlo visto. Todavía me queda muy presente cuando a la hora de estar reunidos durante las comidas, yo quería hacer una pregunta a mi papá, hacía la indagación a través de mi mamá. “Mamá, ¿qué quiere decir mi Papá?”. Claro con el tiempo poco a poco se eliminó esta barrera.

    Las dificultades económicas de la postguerra sembraban en nuestras conversaciones los sueños de emigrar. Por un lado, juntábamos información de Canadá y también de Venezuela. Grandes sueños e ilusiones.

    Terminé mis estudios prácticos y técnicos en el Instituto de Investigación y a Apicultura del Gobierno, en Marburg an der Lahn. Poco después recibí una oferta de trabajo de una empresa apícola en México. Así llegué a los 18 años en 1955 al país con mucho sol y gente amable.

    VERANO:
    “Mañana te vas con el grupo de Mauro al campo, para revisar las colmenas”, me indicaba el dueño de la empresa. Sonaba muy fácil e interesante, porque me ponía en contacto con las abejas, con las que según yo me eran familiar. Sin embargo, este comienzo implicaba un mundo inesperado.

    Simplemente estar con 10 campesinos durante el día expuesto al sol quemante sin poderme comunicar, lo cual creó un vacío dentro de mí. El acercamiento se produjo cuando algunos de ellos me ofrecieron parte de su itacate, que alivio y, que enseñanza me hizo este buen gesto. Comprendí lo más elemental: que ellos tenían, una familia o alguien que cuidaba de proveerlos de lo más elemental. Yo lo tenía antes, aunado con mucho cariño y amor. Comprendí que esto era antes.

    Mi entusiasmo por la vida y por mi salud, me permitieron crecer en ese ambiente por los próximos 25 años. No siempre las situaciones eran tan dulces como la miel. Lo que más me regaló este tiempo, fue obtener con la ayuda de muchos, mi integración a las costumbres vitales de México.

    OTOÑO
    Me sentía bien con mi esposa, una hija y dos hijos. Ellos ya en la escuela. Contar con una casa propia y tener todas las comodidades. Hasta que la adicción del alcohol, por parte de la mamá de mis hijos produjo un fin no esperado. Todo se derrumbó y terminó en divorcio.

    El juez determinó que yo tenía que proveer el sustento de los hijos y no podía cuidar de ellos. Así terminó mi ilusión de querer influir en la educación de mis hijos. Hubo grandes cambios en mis actividades. Dejé de trabajar en la apicultura y me entusiasmé en la artesanía muy selecta de varios estados de México. Ahora sí fue fácil establecer la relación con los artesanos, lo que me permitió aprender de ellos y, comprender sus motivaciones y costumbres. Para esto los visitaba en sus casas o talleres, no importaba que fuera en San Cristóbal de las Casas – Chiapas, en Pátzcuaro – Michoacán, o Tonalá – Jalisco.

    No sólo eran las labores de las compras, también era la organización de las ventas. Gracias a los colaboradores excelentes y entusiastas pude contar yo con un BIOART productivo.

    INVIERNO:
    Estar relacionando las partes de mi vida, con la estación de invierno, siento tener mis esquís de aquellos tiempos puestos y tratando de guiar mi camino a través de este manto blanco. Recuerdo las sensaciones de lograr pasar sobre las dificultades del terreno. Hoy la vida me está dando estas oportunidades de experimentar muchas acciones dentro de mis posibilidades. Comprendiendo que las irregularidades de los caminos, son ahora por las experiencias acumuladas como el Neuschnee (Nieve nueva) de aquellos inviernos.

    Cada 24 horas me regalan nuevos entendimientos a las cueles estoy abierto para adaptarme. Principalmente en prestar toda la atención a los demás para registrar mi sensibilidad de poderme comunicar con ellos.

    Durante mi vida he estado expuesto a muchas vivencias, unas muy difíciles, igual como es para las abejas juntar suficiente néctar y madurar un litro de miel.

    Otras experiencias más fáciles obtuve, gracias a los colaboradores y amigos verdaderos. Deseo que el saludo de “Hasta Mañana,” me acompañé por más tiempo con salud y entusiasmó.

    #12323
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Te felicito calurosamente por este texto, Albert, y, en general, por el proceso que hiciste en este taller, desde aquel primer texto un poco vacilante hasta este otro, redondo, maduro, muy bien escrito, capaz de dar un cuadro de tu vida en pocos trazos. Me quedan imágenes vívidas, como las reuniones de tu familia en torno a la cocina cuando tu papá estaba en el ejército, la perplejidad de reencontrarlo, el campo mexicano, el sol ardiente, la imposibilidad de comunicarte al principio, la amabilidad de los trabajadores… Lo que sigue, el otoño y el invierno, es quizá menos vívido en imágenes, adoptas allí un registro más factual; casi puede sentirse como si la paleta de los colores cambiara, como de hecho cambia en las estaciones, para llegar a esa última etapa con la sabiduría de los años, la apertura, la gratitud. En fin, que me pareció hermoso lo que escribiste y un gran ejercicio de síntesis.

    Agradezco mucho tu participación en este curso, tu puntualidad para las entregas (deutscher Pünktlichkeit), tu entusiasmo.

    Si el taller te resultó enriquecedor, quisiera pedirte que dejaras un “review”, es decir, una reseña. Para la página es importante, porque los potenciales interesados eventualmente miran los comentarios de los que ya tomaron el curso. En la última lección se dice cómo escribir la reseña; si tienes alguna dificultad, por supuesto me avisas y te apoyo.

    Que sigas bien, Albert. Encantado de leerte.

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