Las Notas

[MARIA JOSÉ ESCOBEDO NAVARRO]

LAS NOTAS

Ana.

Era un día como cualquier otro. Después de desayunar me fuí al colegio, y la tutora nos dijo que al finalizar la clase nos daría las notas del trimestre.

Cuando me las dieron pensé: bueno, no están mal, todo aprobado. Miraba a mi alrededor y escuchaba como mis compañeros y compañeras se decían las notas: – yo he sacado un notable, – yo un execelente, -yo he supendido dos, … Y yo pensaba que con aprobar estaba bien, ¿para qué quiero sacar mejor nota?

Cómo cada día, después de salir del colegio me iba con mis amigas al parque a jugar y ese día también lo hice. Después de jugar me fuí para casa, pero en vez de ir por el camino de arriba, como hacía siempre, ese día me apeteció ir por el camino de abajo.

Al salir del parque estaba la plaza dónde paraban los autobuses y esperando el autobús vi a mi tutora. La saludé y me senté a su lado. Le pregunté donde vivía y si siempre iba en autobús. Me dijo que vivía en el pueblo de al lado y que hoy iba en autobús por que se le había estropeado el coche. Me preguntó por las notas y si se las había enseñado a los papás, le dije que todavía no había ido a casa, que ahora se las enseñaría. Me preguntó si estaba contenta con lo que había sacado y yo le dije que sí, que lo tenía todo aprobado con un bien. Me preguntó si no me gustaría sacar más nota, y le dije que me daba igual. Me habló de la importancia de estudiar y de sacar mejores notas. Que estudiar era muy importante para el día de mañana, podría trabajar y elegir el trabajo que quisiera si tenía estudios. Me dijo que creía que yo era una niña muy inteligente y que podía hacer más de lo que hacía, que sólo tenía que estudiar más y prestar más atención en clase. Me dijo que confiaba en mí y que esperaba que yo le demostrara de todo lo que era capaz de hacer.

Me fuí a casa pensativa con lo que me había dicho mi profesora.

Le enseñé las notas a mi madre, pero como mi madre no sabía leer se las tuve que leer yo. Le dije que lo tenía todo aprobado. Me dijo que muy bien, que siguiera así, por que si no sirvía para estudiar tendría que trabajar. Y que trabajaría con ella limpiando en la fábrica.

Luego se las enseñé a mi padre y me dijo que bien, y empezó a explicarme que él cuando estaba en el colegio podría haber estudiado, pero como le gustaba mucho jugar al futbol, pues no lo hizo, y que luego se fué a vivir a Barcelona y ya empezó a trabajar en la fábrica.

Después de comer, en vez de ver la tele, me fuí a mi habitación y me puse a estudiar.

Profesora.

Mientras esperaba el autbús vi llegar a Ana que se paró ante mí y me saludó. Le pregunté a donde iba y me dijo que a su casa a comer, y en vez de irse se sentó a mi lado. Me preguntó donde vivía y si siempre iba en autobús. Le dije que vivía en el pueblo de al lado y que normalmente iba en coche, pero que hoy se me había roto. Estuvimos calladas unos minutos y le pregunté si ya le había enseñado las notas a sus padres, me dijo que todavia no. Le pregunté si estaba contenta con sus notas y me dijo que si. Como buena profesora que me considero, con ganas de ayudar a mis alumnos y motivarlos, le expliqué sobre la importancia de estudiar y sobre el futuro que podía tener con estudios. Le dije que la veía inteligente y que podría hacer más. ¡Y qué alumno no puede hacer más! Creo que es mi deber motivarlos, así que le dije a Ana que confiaba en ella para demostrarme lo inteligente y estudiosa que podía ser. Parece que se fué contenta por mi comentario.

Madre.

Cuando llegó Ana le dije que se lavara las manos, que tenía que comer. Me dijo que tenía las notas del cole, y pensé: con la de trabajo que tengo ¿ahora me tengo que parar a escucharla? Pero lo hice. Como yo no fuí al colegio, porque tenía que ayudar a mis padres en el campo, no sé leer ni escribir, así que le dije que me las leyera. Todo bien me dijo. Y le contesté: pues sigue así, por que si no vales para estudiar te pondrás a trabajar de limpiadora como yo. Así que estudia si no quieres ser como yo. Le puse la comida y seguí con mis tareas de casa.

Padre.

Ana siempre viene a molestarme cuando estoy descansando. Trabajo muchas horas en la fábrica, me levanto muy temprano y cuando llego a casa sólo quiero descansar. Pero Ana me dice que tiene las notas del cole, así que las cojo y las leo. Todo bien. Muy bien Ana, todo bien. Y recuerdo cuando yo estaba en el colegio y le explico que yo tambien sacaba todo bien, que podía haber estudiado una carrera, pero me gustaba mucho el futbol y por eso no estudiaba y a veces me escapaba del colegio para jugar. Cuando ya tuve 18 años me vine a Barcelona a trabajar. Porque hay que trabajar para poder comer.

[Gabriel Schutz]

Muy lindo texto, donde se deja ver el modo como los mensajes de los adultos pueden ser influencias decisivas para los niños/as. Imposible no preguntarse si Ana habría sido quien es hoy de no haberse encontrado con la tutora en la estación de autobuses. Imposible no preguntarse qué habría sido de Ana si el coche de la tutora no hubiera sufrido un desperfecto. ¡Es tan misterioso el azar! (¿O debemos llamarle providencia?).

Pienso en esto que hoy está tan en boga, la resiliencia, la posibilidad de ser en cierto modo salvado o animado, aun en un contexto hostil, si hay alguien, algo, un gesto, una palmada, una voz de aliento. Por lo que parece, de ser por los padres de Ana, el camino bien podrían haber conducido a una fábrica, sin que esto hubiera constituido un problema para ellos.

Es curioso: nunca le diría a nadie que tiene que demostrarme nada, mucho menos a mí, porque creo, firmemente creo, que la libertad tiene que ver con no sentir que uno tiene que demostrarle nada a nadie (lo de los espectros tiene que ver con esto). Pero mira qué importante fue este mensaje para la pequeña Ana. Me deja pensando y lo agradezco profundamente. Clap, clap, clap.

[Autor]

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