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  • #11478
    AngelaEstrada
    Participante

    Hola
    Día 1: desde la ventana observo a los pequeños que juegan divertidos. Me llama la atención su vitalidad. El perro que acompaña al señor guardia de seguridad se les suma brincando y aumentando la algarabía. Entregados al juego, no escuchan a sus madres les llaman para que vuelvan a sus casas ya que ellas han terminado su rutina de caminata alrededor del parque.

    Día 2: Mientras observo desde la ventana pasan los señores que recolectan la basura. Les escucho un par de frases, acto seguido sueltan ambos una carcajada. No quiero interrumpir ese momento de jocosidad y complicidad entre ellos. Desisto de salir a darles unas monedas como acostumbramos. Seguramente, ellos lo esperan, porque se detienen un momento cerca de mi puerta. Decido salir, la forma de saludar y hablar cambia completamente. Pienso en las actuaciones y las máscaras que usamos todos para cumplir los roles y las funciones, cada cual comportándose como se espera. Me molesta la desigualdad y la asimetría. Su lenguaje se inscribe en ambas. Trato de no fomentarla, pero tal vez sí lo hago y no me percato. Me molesta la idea de que así sea.

    Día 3: En la sala espero a mi familia para comer juntos. Escucho un ruido, que no identifico. Me acerco a la ventana con actitud indagatoria. Veo al señor guardia operando la cortadora de pasto. Recuerdo una conversación con él hace pocos días comentándome que desea asistir al taller de lectura y escritura, al que le había invitado, para aprender a leerle a su madre en voz alta. Me dirijo a informarle el día y hora del taller. Al ver que me aproximo, apaga la máquina. Nos saludamos, le informo. Me pregunta por el costo, le respondo que es gratuito. Nos despedimos diciendo que nos veremos en el taller. Sigue su rutina y vuelvo a la ventana.

    Día 4: Amanece y las aves que siempre llegan a mi ventana trinan con singular armonía. Como todos los días me acerco para disfrutar su canto mientras brincan ahora a la bugambilia. Una vez que beben y comen, vuelan al alambre de la calle para finalmente posarse en los árboles del parque. En ese punto me desentiendo de sus trinos ya que permanecen ahí largo tiempo. Escribo una nota en mi diario de campo para comentarla con mis exalumnos observadores de la naturaleza con quienes me reúno para compartir nuestros hallazgos. Por ejemplo: que siempre saltan a la bugambilia hasta que me acerco a la ventana, nunca antes, lo que me maravilla. pues nos separa la ventana y la cortina; también anoto que son muy precisas en la hora y que disfruto desde antes de su llegada y al retirarme de la ventana, aunque no las escucho, pero las pienso. También anoto que disfruto mucho los árboles, las aves, los perros y los conejos. Los que había siempre en mi casa paterna.

    Día 5: Me aproximo a la ventana cuando escucho una alerta en mi teléfono móvil. Ha ingresado un mensaje. Es mi amiga con quien converso con frecuencia. Desde hace más de 10 años ha quedado ciega. Me pregunta por lo que veo en ese momento. Le describo el parque. Me cuenta lo que está experimentando por la situación que vive su país. Me dice que ha escrito un poema interpretando los hechos. Lo leo y no puedo contener las lágrimas, se me hace un nudo en la garganta. Pienso que me gustaría estar ahí y abrazarla. Me dice que acaba de enterarse de acontecimientos violentos en mi país. Nos sentimos hermanadas por la incertidumbre y el clima de violencia, aunque por distintas causas. Nos decimos mutuamente palabras alentadoras.

    Día 6: Me acerco a la ventana en espera de salir de casa rumbo a nuestros empleos. Mientras espero al resto de la familia me preparo mentalmente, tendré una reunión en la que me resulta difícil participar. Trato de no pensar en las miradas que me molestan. En el trato, en los comentarios, en el énfasis en la diferencia. Pienso que tal vez ni se dan cuenta, tampoco yo, y haga lo mismo que no me gusta con otras personas. Me prometo observarme críticamente. Y tratar de no pensar mucho en cómo resulte esa reunión.

    Gracias por leerme y retroalimentarme, saludos

    Ángela

    • Este debate fue modificado hace 3 años, 5 meses por AngelaEstrada.
    #11483
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    La ventana es, por supuesto, una excusa. ¿Una excusa para qué? Para la contemplación. Por eso sucede a veces, y aquí sucede de manera eminente, que algunas personas con un temperamento más dado a la conceptualización (también es mi caso), se detengan a contemplar sin más. Es un texto precioso, Ángela, y tengo la impresión de que podría seguir indefinidamente, porque, aunque la ventana “es la misma” (Heráclito sabe que no), cada experiencia es singular y distinta de las demás. Incluso allí donde hay reflexión, una breve glosa sociológica sobre los roles, las máscaras, todo eso parte de una experiencia que fue, antes, pura contemplación. Quizá el último es el texto más despegado de la observación “pura”: la ventana se tapiza de pensamientos y anticipaciones sobre lo que vendrá. Pero incluso así es interesante observar cómo a veces sólo podemos ver lo que pensamos, y una ventana no es otra cosa, en esos casos, que la ventana de nuestros pensamientos. Ya no la de los pájaros y las buganvilias, o el regocijo de los niños y los perros…

    ¿De qué depende aquello que se deja ver a través de la ventana?

    #11524
    AngelaEstrada
    Participante

    Hola Gabriel gracias por la observación, me permite darme cuenta que las preocupaciones me impiden estar en el lugar y el momento presente y anticiparme a lo que ocurrirá; a los pensamientos como dices. Me observaré más en ese sentido, pues el pasado se ha ido y el futuro es incierto. Lo único llano y cercano es el aquí y el ahora, es el que permite disfrutar la vida o padecerla, la diferencia importa y la claridad de ésta también.

    Gracias por leerme y retroalimentarme,
    Ángela

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