Ahora que hago un esfuerzo por recordar. Toda mi vida he sido arrebatado por los insultos y las difamaciones, inclusive de muy niño, las afrentas a mi honra lograban desestabilizar mi tranquilidad con mucha facilidad. Estas situaciones me orillaron en muchas ocasiones a entablar duelos y riñas, inclusive con familiares y amigos. Lo peor de todo era que, aun que saliera victorioso de la riña, siempre me sentía mal, arrepentido y avergonzado por la conducta desplegada.
De esta forma, en la semana pasada, fui insultado por un joven, así que decidí poner en práctica lo aprendido hasta ahora. En un primer momento, el insulto me afecto; por lo que, detuve la impresión y después repare en lo siguiente:
1.- Este joven no me conoce, por lo que, con seguridad sé que, lo que me dice, es un infundio.
2.- Como se ha dicho una mentira y estoy consciente de eso, no debo creerla
3.- Lo que el piense, y lo orillara a decirme eso, no depende de mí, y por lo tanto no me afectara, tampoco pondré de mi cosecha.
Con total agrado descubrí que, a diferencia de otras ocasiones, no me perturbe, no busque la riña, ni el contestar la ofensa. Me siento muy bien de haber hecho un uso correcto de las representaciones.