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Gabriel Schutz.
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julio 3, 2020 a las 12:59 am #13669
Verde
ParticipanteMónica María Esther, Sagitario, 2da de 5 hermanos, esposa a los 16, madre a los 18, divorciada a los 42 ¿Madre? más bien compañera… pero veamos…
Desde muy chica se le dijo que no había dinero para lujos, había que gastar sólo en lo necesario, reutilizar los materiales escolares de su hermano mayor; que no podía entrar al taller que ella quería porque había que usar la máquina de coser que ya estaba en casa. No debía participar en bailables, aunque ella nos cuenta que se moría de ganas. En la infancia recibió varias burlas de compañeros por usar ropa usada y no poder llevar regalos a sus fiestas de cumpleaños. Ella dice que le valía, nunca le interesó ser amiga de personas malas, aún con ello, ella siempre fue amable y una amante de la vida, aún a sus pesares. Se enamoró de una secundaria que fue a visitar, pero para esa no le alcanzaba así que fue a otra, más cerca, más fácil… Reprobó dos materias y desistió. Decidió trabajar como su hermano para ayudar a sus papás.
La colonia en la que vivió apenas comenzaba a emerger, fue un sitio baldío que decidieron tomar algunas personas y entonces todos se conocían porque los baños eran comunitarios. Los terrenos no eran muy grandes así que era muy fácil conocer a los vecinos. Los bailes se hacían en la calle y bastaba escuchar el sonidero para alistarse e irse con amigas a la fiesta del vecino que quizá nunca saludaría como un cercano pero que estaban allí. Salir a la calle era saberse dentro de una comunidad.
Su primer trabajo fue en un puesto de periódicos. Levantarse a las 5 de la mañana para ordenar todo y recibir órdenes de un jefe bravucón que gritaba sin parar. Se quedó cuatro meses. Allí conoció a su esposo, al padre de sus hijas, a aquel que culpa de arruinar su vida. No tardó mucho en casarse con él por obligación de los padres. Fue muy difícil congeniar con la familia tanto de ella como de él. Abuelas machistas, tíos y hermanos desobligados, y ella un ser que simplemente quería ser libre. No quería depender de nadie, pero la situación no estaba para contentillos. Mi padre afortunadamente logró subir de puesto en puesto y llegó a ventas desde ser chofer, entonces el dinero se incrementó poco a poco y mi mamá logró, mientras las hijas tenías 2 y 4 ir al bachilleres y obtener un título. Trabajar también, junto con su esposo para darles a ellas lo que ellos nunca, porque ella decidió que así debía ser su vida, así cambiaría la de ellas pero sobretodo la suya.
Cuidó de sus hijas, las procuró con bienes hasta donde pudo. Pero el acompañamiento no pudo ser mayor, pues el cariño no se demostraba en su familia nuclear. No había nunca abrazos, ni palabras cariñosas, de apoyo, de ánimo. Sólo regaños y risas, chistes quizás y buenos días. Ella abrazó mucho a sus hijas, pero tenía que demostrarles que vivir sola y ser independiente es de las mejores sensaciones que pueden existir en este mundo. Vivir acompañados de gente que es tu familia pero que en el fondo no conoces, es deplorable. Esa falta de cariño se reflejó a lo largo de su vida, cuando hubo que demostrar cariño a otros por el simple hecho de que te acompañan, ella desistió. Negó haber amado, negó haber querido compañía. Entonces hizo lo posible por quedarse sola en casa. El divorcio fue fácil, sacar a las hijas diciendo que ya eran mayores de edad también fue fácil. Le hicieron notar su historia de vida y fue más fácil negarlo pero consideró buscar ayuda. Cursos de 12 pasos aunque no fuera alcohólica, porque allí ayudaban gente, cursos de canalizar energías con las manos y el pensamiento, círculos de mujeres, cursos de abundancia, cursos de autoestima, cursos de sanación de la india, china; cursos de baile, de interpretación de sueños, de astrología, de constelaciones. Todo para poder vivir la vida al máximo y poder reafirmar que cuando uno está solo, las cosas son mejores.Para ella, cuando pudo vivir la vida que siempre quiso se designó una persona perfecta porque la vida es perfecta, no hay errores incluso en los malos ratos. Y entonces cuando sus cercanos tenían problemas, bastaba poner una meditación o sonido de cuencos para aliviar la situación, según ella. Hace no mucho tiempo, me dijo que en un curso de tanto, le dijeron que yo era su alma gemela. Que somos iguales, que tenemos mucho en común. Nunca lo había tomado en cuenta, yo siempre la describí como una madre loca y desobligada, infantil y amable, sonriente y feliz hasta el hartazgo. Y yo llegué a tener depresión, siempre cuestioné todo y la felicidad me volví partidaria de la melancolía y me titulé cuando hablé de ella y sus consecuencias benéficas.
Y ahora, veo tanto en mí de ella. Me dí cuenta que, por el hecho de que es mi madre, supuse que lo que hacía estaba bien. Y ahora encuentro en mí, algo que odio y que me quiero quitar, pero que siento que la defraudo si se entera. A mí no me gustó la soledad aunque la haya sobrevivido mucho tiempo. Yo ahora, cuando miro familias depender del otro no me parece deplorable, incluso lo he deseado y cuando tengo la oportunidad, me resulta tan extraño, tan ajeno, tan lindo y amoroso. Pero vuelvo a la consciencia y entonces miro esas mismas acciones con ojos de desprecio, ¿depender de alguien más? No, por favor. Jamás. No le pido abrazos a nadie, favores, oídos, letras, llamadas, mensajes. Porque sé en el fondo que está mal y que eso no debe hacerse por el bien de uno mismo. Porque la gente de allá afuera es mala, es machista, es desobligada y si tu le ayudas creerá que lo harás siempre y para toda la vida. Porque así fue en un momento de ella, y así puede no seguir siendo, ¿verdad?julio 5, 2020 a las 9:35 am #13680Gabriel Schutz
SuperadministradorLo primero que me parece importante de este magnífico texto es el honesto esfuerzo por entender el ethos, el ordo amoris de tu mamá, revisando su historia, remontándote a las condiciones de su propia crianza y formación. ¿Por qué ella es como es? Esto ya es, en sí mismo, un acto de amor: comprender al otro sin juzgarlo, ir más allá de nuestras propias creencias e inclinaciones, pues el asunto no somos nosotros, sino el otro. De ahí surge esta representación de tu mamá: una mujer que, por las circunstancias materiales de su infancia y adolescencia, dependió de un hombre al que no quiso, con el que fue infeliz y que creyó encontrar la redención en una presunta independencia, no sólo económica, sino afectiva. Siendo que para ella esto ha sido la clave de un cambio sumamente significativo, es natural pensar que quisiera lo mismo para sus hijas. Pero esto no quiere decir que sus hijas quieran o necesiten lo mismo.
¿Qué habrá interpretado la niña que fuiste tú y más tarde la adolescente que fuiste tú? Lo que se deja leer en tu texto es una cierta suspicacia sobre la felicidad de tu mamá, como si hubiera algo falso o inverosímil: “se designó una persona perfecta” (lo que constituiría de suyo una gran falla); “aliviar la situación, según ella”; además del hartazgo que asocias con su felicidad (hartazgo tuyo, no de ella). En todo caso, en esa felicidad has visto algo pueril, quizá inconsistente, y el modo de responder a eso, por lo que parece, fue ubicarte en las antípodas: la melancolía. Después aparece el tema de las almas gemelas, que habría que tomar con mucho cuidado (personalmente, creo que nunca jamás debería decírsele a nadie, y muchísimo menos a un hijo o hija, que es alma gemela de nosotros -además de que me parece cuestionable la idea misma de almas gemelas-, pues eso ejerce un fuerte condicionamiento sobre el otro). Pero, independientemente de esto último, lo que tú observas es que tu posición acerca de la dependencia/independencia es ambivalente. Estar en las antípodas, depender, no funciona, te genera un sentimiento de deslealtad hacia las enseñanzas de tu madre y te produce sospechas sobre lo que los otros harán contigo si dependes. Ser independiente, tampoco funciona, la soledad te ha resultado depresiva.
Un punto importante es que si te ubicas en la negación, en ser el antisujeto de tu mamá, si asumes la posición exactamente opuesta, de todos modos sigues bajo su condicionamiento, porque no estas escogiendo tu camino libremente, sino por oposición a ella. No se trata ni de ser fiel a sus creencias, por el simple hecho de que ella sea tu mamá, ni de ser exactamente lo contrario: en los dos casos DEPENDES de ella. La independencia no es un asunto de soledad o no soledad, sino de criterio, de pensamiento. Estrictamente hablando, en un sentido auténticamente profundo, todo depende de todo para ser. ¿Viviría el árbol sin la tierra, sin la lluvia, sin el sol, sin todo lo que hace que el árbol se conserve, todo eso que es no-árbol y al mismo tiempo las condiciones que sostienen al árbol? ¿Viviríamos nosotros sin el trabajo de los demás, sin los cultivos de los agricultores, sin los transportistas que llevan los alimentos y los distribuyen, sin el agua y los acueductos construidos por otros? ¿Viviríamos sin amor? Un bebé que no es tocado se muere. Así de sencillo y contundente. Todo depende de todo. No hay nada que sea por sí mismo con independencia de todo lo demás. Como se dice en budismo: todo surge en dependencia de condiciones; es el entramado de la existencia.
Pero esto no quiere decir que uno deba depender afectivamente del juicio de los otros, del criterio de los otros ni mucho menos que se condene a vivir una vida familiar donde todos sean deplorablemente extraños. ¿Por qué habría de ser así? El hombre que le endilgaron a tu mamá fue un extraño para ella, ésa fue su experiencia, punto, ahí termina. Es posible construir relaciones amorosas, de confianza y apertura, incluso relaciones familiares así. Entonces, no se trata de soledad o no soledad, se trata de vivir una vida que pueda sostenerse en vínculos afectivos significativos, basados en el amor. Es verdad que al auténtico amor no produce dependencia, porque en el auténtico amor yo procuro el bien del otro, incluso por encima del mío, como sucede a menudo en el amor de los padres y madres a los hijos. Hay dependencia cuando yo deposito mi propio bien en otro, por ejemplo, en ser correspondido por el otro. El amor romántico tiene mucho de esto. Realmente me enamoro del modo como me ama la otra persona, del reflejo que me devuelve con su amor; por eso es un tipo de amor posesivo, que genera muchísimo sufrimiento si no es trascendido (como le sucede a Werther). Ahí sí hay dependencia y no hay propiamente amor.
Por lo tanto, no se trata de aislarse como prueba de una supuesta independencia que, de todos modos, es falsa. Tu mamá depende de muchísimas cosas que quizá no reconoce, porque todo es interdependiente. Aquí el asunto es que, sea por “obedecerla” o por “negarla”, tú puedas hacer consciente, como ya has hecho en parte con enorme valor y agudeza en este texto, en qué dependes de tu mamá y trascender eso labrando tu propio camino, que ella no tiene por qué aprobar (y si ella se arroga semejante potestad, negaría su propia enseñanza). Puedes ser independiente en aquellas cosas que consideres que hay que ser independiente, y asumir tu dependencia en aquellas otras en las que sería tonto negar que dependemos de los demás.
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