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Gabriel Schutz.
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septiembre 22, 2021 a las 12:23 pm #15544
Sandra Sureima García Romero
ParticipanteTus palabras siempre dulces alegraban las mañanas de cualquiera,
incluso las de mi abuela quien a pesar del rencor te esbozaba un sonrisa,
a pesar del dolor aún te daba su mano para que le ayudaras a andar el camino terroso.Llegaban a mi casa todos los días a las 10 de la mañana,
cuando llegaba de la escuela siempre estabas caminando en el patio
yo corría por tu abrazo que simplemente me hacía sonreír.Durante la comida siempre me decías que si la mitad compartiría,
yo reía deseando hacerlo y a la vez no, pues no quería que fallara otra vez tu corazón,
prefería que comieras sin sal y todo hervido antes que dejaras de estar en mi camino.Al terminar mi tarea iba a tu casa que estaba a tres de la mía,
en tu taller me ensañabas a usar las herramientas para trabajar madera,
en tu habitación leíamos tus libros y ponías música en tu tocadiscos.Cuando me contaban que tu papá te robó y conociste a tú mamá hasta los once,
no podía entender tu ternura pues siempre había oído que tierna es la madre,
pero con la mía la ternura vino del padre.El día que moriste vino mucha gente a despedirte
de cualquier lugar donde estuviste
el sindicato, el ajusco, portales, tlalpan o san pedroHay días que sin duda me reconfortaría tu sonrisa,
me sostendría tu abrazo,
y observaría cuan ecuánime aceptabas lo que era.Hoy ya no está tu casa no existe nada de ti,
solo tu reflejo, tu recuerdo, tu amor,
y un poco de ti en mi cuando leo, escucho o tengo ingenioseptiembre 24, 2021 a las 12:05 pm #15545Gabriel Schutz
SuperadministradorNo alcanzo a ver cuál es el vínculo entre tú y la persona de la que hablas y debo confesar que eso hizo que releyera las líneas una y otra vez; en el fondo, comprendo, no importa: es evidente que, haya sido cual fuere el vínculo, si de sangre o de alma, esta persona fue para ti una inspiración, un solaz. Desde luego, ¿cómo no echar en falta esto? Pero al mismo tiempo, ¿cómo perpetuarlo?
En todas las tradiciones antiguas, en los estoicos de manera muy explícita, pero también en las tradiciones chinas, en el budismo, en el judaísmo y el cristianismo, seguramente también en el Islam, existe un importante ejercicio espiritual, por llamarlo de algún modo, que consiste en “mirar con los ojos del maestro”. Epicteto, el estoico, inquiere: ¿cómo habría resuelto esto Sócrates? ¿Qué hubiera dicho Diógenes ante tal situación? De este modo, Sócrates o Diógenes, o un abuelo o abuela, o un viejo amigo que ya no podemos ver con los ojos ni palpar con la piel, de alguna manera siguen vivos en nosotros, no sólo a través de recuerdos, de vivencias que se nos aparecen como parte de un pasado clausurado, sino también de su “espíritu”, de su sabiduría; es un modo de incorporarlos y tornar esa melancolía en un afecto que, en lugar de echar en falta el pasado, mira con gratitud hacia el futuro. Algo de esto se deja sentir en tus últimas líneas y creo que, como cierre del texto, preludia más bien la apertura de un horizonte donde este ser amado sigue vivo y “activo” en ti, en tu vida.
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