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    diegorssanchezdiegorssanchez
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    Primavera 0-20 años

    Despierto a este nuevo amanecer, a una vida llena de posibilidades, de sorpresas, de cosas nuevas para descubrir. Aprendo a caminar, a comer, a reconocer quiénes son mis padres y mis hermanos, que éste es mi hogar.

    Ya es momento de salir también a descubrir el mundo. Tengo mucho miedo porque afuera hay cosas que no conocía, hay mucho ruido, mucha gente, muchos autos, pero me siento seguro de regresar al regazo de mi mamá, sé que ella me va a proteger.

    No me interesa nada más que jugar y estar cerca de mi familia. Veo a veces discutir fuertemente a mis papás, me asusta, pero por ahora no me preocupo demasiado, sé que son cosas de adultos y que yo no entiendo, así que pasada la discusión, me pongo a jugar de nuevo.

    En la escuela y el colegio todos se burlan de mí, porque llevo anteojos muy gruesos. Me dicen “cuatro ojos” y no hago más que bajar la cabeza. Pero en medio de esas burlas encuentro niños que deciden hacerse amigos míos a pesar de mi aspecto. Son mis mejores amigos con quienes paso tardes jugando.

    Ya es tiempo de entrar al colegio (secundaria) y tomar otras responsabilidades. Ya me afectan más las cosas de mi familia, las discusiones entre mis papás, pero al salir de casa y encontrarme con mis amigos se me olvidan. Descubro el gusto por la música, por los videojuegos, pero es verdad que las clases y las tareas me aburren, a pesar que lo intento no logro concentrarme bien en clases, no logro motivarme por las tareas ni por mi educación. Al final logro acabar la secundaria a penas, pero me alegra que con el uso de unos lentes de contacto pude por fin levantar mi cabeza y hacer más amigos. Incluso inmiscuirme en algunas relaciones amorosas.

    Verano 20-40 años

    Ya son otras cosas que ocupan mi cabeza. ¿Será que es amor o es obsesión por esta muchacha? A no, no es amor, fue algo pasajero. Ah! Pero por esta otra muchacha si es amor… No, fue algo pasajero también. Al final, logro durar con alguien cuatro años. Una relación muy intensa tortuosa, me consume, me absorbe, no me deja ver nada más.

    Entre tanto, las clases en la universidad igual pasan desapercibidas para mí. Supuestamente es la carrera universitaria que me gusta, pero igual que en la secundaria, a penas logro hacer un esfuerzo por vencer las materias universitarias. Lo que más me interesa en este tiempo es hacer amigos populares, puesto que no logré hacer este tipo de amistades en mi vida escolar por culpa de esos feos anteojos gruesos.

    Pasan los años y ya es tiempo de trabajar, de ganar mi propio dinero. Veo a mis hermanos que ganan más dinero que yo, pero lo que gano me alcanza para ayudar un poco en casa y pagarme mis gustos.

    Ando un poco errante en la vida, porque me canso de un trabajo y consigo otro. Pero eso no importa, quizás estoy desarrollando mis habilidades para atender al público y quizás más adelante pueda iniciar mi propio negocio.

    Me preocupan más la salud de mis papás. Mi mamá a veces sufre ataques epilépticos y eso nos preocupa a mis hermanos y a mí. Espero que mi mamá nos vaya a durar mucho más.

    Ya llega el tiempo de casarme y hacer familia. Estoy muy feliz, porque, aunque un poco tarde, logro cumplir ese anhelo de formar una familia. Con mi esposa nos llevamos muy bien y la amo y me ama, es una relación armoniosa, pero me entristece que mi mamá entró en depresión porque me fui de casa. Afortunadamente con el paso de los años ella logra asimilarlo.

    Estoy en un momento en el que tengo un trabajo que me ayuda a comprometerme con la sociedad, me agrada mucho, porque me ayuda a crecer como ser humano. Intento traer a casa esta visión de compromiso social, pero mi esposa no lo recibe bien. Me cuesta, pero poco a poco aprendo a respetar y comprender que mi camino profesional es diferente al de ella y esto me ayuda a dejar de discutir con ella.

    Llega un momento de fuerte impacto en nuestras vidas. Después de ir a varios médicos, dejamos de batallar por tener hijos. Tal vez es por nuestra edad o porque como dice mi esposa, por los planes de Dios. Nos refugiamos en nuestra fe, en nuestros trabajos, en proyectos personales. Las familias y los amigos nos dicen “tienen que tener hijos, para eso se casaron ¿quién les van a cuidar a ustedes cuando sean viejitos?”. Con mi esposa nos damos cuenta que somos felices así. A veces tenemos la fortaleza de responder a los demás diciendo que estamos bien así y que no todo debe hacerse como la sociedad nos lo hace creer: casarse, tener hijos, tener una casa, tener nietos, morirse. Nos encanta viajar y creo que la manera en la que vivimos nos va a permitir disfrutar esta pasión por descubrir el mundo. Aunque siempre me ha preocupado el estado psicológico y emocional de mi esposa ¿Cuán duro será para ella haber resignado su sueño de ser mamá?

    Otoño 40-60 años

    Ya pasaron los mejores años de mi vida. Me reprocho que no disfruté ni pude aprovechar cuando tenía más ánimo. Ahora, cuando intento hacer algo nuevo, me frena esa voz en mi interior que me dice que ya soy demasiado mayor para intentarlo, que personas con la mitad de años que yo pueden hacerlo mejor. Dejo de intentarlo y aceptar lo que me tocó en la vida.

    Ahora, disfruto lo que tengo con mi esposa, luego de la crisis sanitaria por la Covid-19 podemos disfrutar nuestros ahorros y viajar o descubrir un poco, pero es verdad que ya no tenemos las mismas fuerzas y entusiasmo que cuando éramos más jóvenes.

    Nos consolidamos en los negocios de la familia. Ya años atrás queda el recuerdo de mi deseo juvenil de querer aportar en cambiar el mundo, de comprometerme fuertemente con causas sociales, quizás eso sea para los más chiquillos. Mi familia extendida poco a poco empieza a perder miembros. Recuerdo que siempre quise decir a mis papás cuánto los amaba y ahora que ya no están me lamento mucho.

    Intento envejecer con dignidad, hacer ejercicios, salir a caminar, viajar, disfrutar, no quiero llegar a anciano y que la enfermedad me postre en cama, creo que el mayor temor que tengo es envejecer.

    Invierno 60-80 años

    No tengo mucho que decir, ahora si tengo el tiempo de echarme a leer, a vivir tranquilo, pero siempre se me viene a la mente los recuerdos y las ganas de ser joven de nuevo e intentar hacer diferente las cosas. Tengo muchos problemas de salud, quizás no logro ver bien porque ya perdí la visión de mi ojo derecho. Pero estoy contento de tener a mi compañera de vida a mi lado, hemos pasado muchas cosas, muchos disgustos, muchos anhelos cumplidos y no cumplidos y, ahora, en el ocaso de nuestras vidas seguimos juntos.

    ¡Cómo ha cambiado el mundo! Me da miedo salir a la calle porque ya no reconozco esta ciudad, no reconozco su gente, todo es tan diferente de cuando era antes.

    Creo que ya llegó la hora de irme, de dejar este mundo, siempre con el pesar de querer haber hecho cosas diferentes en mi vida que no las pude hacer por falta de determinación. Me conformé con ser empujado por la vida y no hice nada para cambiar las cosas. Adiós.

    #15208
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Me ha conmovido tu texto. Has pasado por mucho y la melancolía que apareció en los escritos anteriores, planea a lo largo de las cuatro estaciones como una melodía en tono menor o un color de fondo un poco crepuscular.

    Yo no sé cuántos años tengas ahora, pero, por la foto que has puesto, has de estar entre el final de la primavera y el comienzo del otoño. Es cierto que las fuerzas merman, pero el entusiasmo no tiene por qué palidecer. En todo caso, se vuelve menos ingenuo, selecciona mejor los objetos y los proyectos por los que entusiasmarse y, a la par de esto, pueden aparecer cualidades que la voluptuosa primavera desconoce: el aplomo, la ecuanimidad, el no dejarse abatir fácilmente, la experiencia para atravesar las tormentas y la posibilidad de una libertad interior muy superior. En esta estación, eventualmente, uno se da cuenta de que no tiene que demostrarle nada a nadie. Y es toda una liberación.

    Dices en tu escrito que tu peor temor es envejecer y, efectivamente, anticipas la vejez como un periodo oscuro. ¿No será que es el miedo mismo el que oscurece el horizonte? Cuando hay miedo, cuando vivimos con miedo, la alegría padece. Y al contrario, cuando hay alegría en la vida es porque el miedo está ausente. Hay una lógica comprensible en esto: el miedo es la expectación de un mal (la creencia de un mal por venir); por eso, como bien observa Séneca en algún lugar, las personas medrosas son pesimistas y viceversa. ¿Cómo sentir alegría, cómo permitir que esto que sucede ahora pueda ser vivido plenamente, si creemos que de todos modos sobrevendrá algún mal y el horizonte se adivina negro? Y en el caso del asunto que se pone en juego en tu texto, ¿por qué vivir pensando que lo peor -la vejez- aún está por venir? ¿Cuánta presión ejerce este modo de ver las cosas sobre el momento presente?

    Bueno, son sólo algunos apuntes.

    Has hecho un taller magnífico, con enorme honestidad, valentía, apertura, y te estoy muy agradecido por eso. Ha sido un honor poder acompañarte en este proceso. Espero de todo corazón que haya sido valioso para ti.

    Quisiera pedirte, si no es molestia, si puedes dejar un review o comentario del curso. En la última lección se dice cómo hacerlo; es muy sencillo. Sólo hay que tener cuidado con las estrellitas, porque al pasarles el mouse por encima se modifica su cantidad. Cerciórate, por favor, que sea la cantidad que tú quieres.

    También me gustaría invitarte a los otros cursos de la página. Creo que el de Filosofía estoica aplicada puede resultarte muy provechoso y sería un modo de continuar explorando en ti a través de la escritura, pues hay ejercicios semanales que yo leo y comento, como aquí; sólo que en ese otro curso el “libreto” está determinado por el estoicismo. Las afinidades con el budismo son muy notables.

    En fin, Diego, te reitero mi gratitud y mis felicitaciones, y te envío un abrazo afectuoso.

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